Amor extranjero

24

Milena aún mareada por el golpe, en lo único que podía era fijarse en la figura de Alexander que se acercaba a sus labios. Iba a pasar. ¡Por fin iba a pasar! La iba a besar, ¡bendito caballo que la había tirado!

Ella apretada contra el cuerpo de Alexander, cerró los ojos para sentirse acogida, sus labios la levantaban hacia el rostro de él. El tiempo pareció detenerse. 

A un paso estaba su probable cura, tal vez si la besaba descubriera que no era lo que pensaba y todo terminaría. Con esa esperanza fue para saborear los rosados labios de Ana, ya casi sentía el roce, la respiración entrecortada de cada uno, la ansiedad latente. Era uno de los momentos más extraños y excitantes de su vida.

—Ana niña, ¡¿estás bien?! —los interrumpió una voz que muy pronto empezarían ambos a odiar—. ¡Edmund debería estar cuidando de ella!

Milena y Alex alejaron sus rostros ante la inoportuna llegada de lady Seraphine.

—Y tú, Alexander, atiende a la niña. Estoy segura que no necesita respiración boca a boca —acusó la duquesa, avergonzó a Alex.

—Recuéstate, voy a revisarte —ordenó de mala gana.

«¿Por qué?».  El destino se empeñaba en unirlos y luego separarlos por medio de la inoportunidad hecha carne como era lady Seraphine. En definitiva, pagaba muchas culpas, culpas que aún no tenía, era tan difícil estar cerca de Ana que ya se empezaba a impacientarse.

—Quédate quieta, Ana. —Miró a una molesta dama en el suelo, al parecer tenía los mismos conflictos.

—Bien, es una pena que no me esté muriendo —masculló ella, contempló el cielo para ir cerrando los ojos.

—Dime que no es cierto —exclamó Edmund, escuchó la voz de su madre.

—Es más que cierto, ¿por qué no la ataste y amordazaste antes de salir? Sabes que es la reina, dueña, ama y señora para arruinar momentos íntimos —se molestó Travis.

—¿Crees que no he intentado escapar? Pero creo que ella tiene otros planes que no piensa contarme y tienen que ver con Ana, por lo que me conviene amablemente deshacerme de ella juntándola con Alexander antes que mi madre termine en algo más.

Edmund y Travis llegaron a trote con sus caballos hasta donde Milena estaba recostada en el césped.

—Edmund, yo la dejé contigo, mira que eres irresponsable —reprendió lady Seraphine a su hijo.

—Mamá, el caballo de Ana se asustó, yo estaba con Travis y Alexander con ella, él podía alcanzarla con más rapidez.

Mientras Milena y Alexander escuchaban los reclamos y las respuestas, Alex tocaba las costillas de ella para sentir si tenía algo lastimado.

—¿Dónde sientes dolor? —inquirió con el interés puesto en ella.

«¡Ahora mismo en mi corazón y también en mi espalda, doctor!». Quería gritar, pero se lo callaría, ¿por qué el caballo no la dejó inconsciente para no tener que haber estado tan cerca del cielo para darse cuenta que estaba en el infierno? Era, ¡solo un beso, maldito karma! Solo un inocente beso.

—Creo que estoy bien, fue más algo así como el susto. —Deseó incorporarse, pero aún seguía magullada.

—¡Déjame ayudarte! —pidió Alexander, la colocó entre sus brazos—, creo que necesitas que te revise mejor.

Los colores del rostro de Milena era intensos, su cerebro pervertido estaba decidido a hacerse revisar a fondo para saber que no tenía nada roto.

—Estoy bien. —Sonrió y aprovechó su cercanía.

—¿A dónde la llevas? —preguntó lady Seraphine.

—A mi caballo, por supuesto, la llevaré para atenderla bien.

—Travis, ve por un automóvil. Ana acaba de caerse del caballo y, ¿aún piensan en subirla a otro para auxiliarla? ¡Qué ridículo!

—Gracias —dijo Milena en brazos de Alex, se sentía agradecida que él se preocupara por ella.

Él ya estaba enojado porque lady Seraphine ya no podía seguir metiendo más la pata porque ya tenía el cuerpo completo dentro.

—De nada, solo no te metas en problemas de nuevo. Eres un peligro —replicó.

«¡Hasta la vista, encanto! Qué en paz descanse el doctor más encantador del fondo, fue asesinado por Alexander».

—¿Qué insinúas? —cuestionó con los ojos entrecerrados.

—Que eres un peligro. En todo lo que tenga cuatro, cuatro ruedas y cuatro patas —expresó, perdió la conexión cerebro-lengua. Adiós tacto, adiós oportunidad. Pateó contra su arco e hizo un gol en contra por la forma en que ella lo miró, empezó a moverse hasta bajar de sus brazos.

Milena enrabiada caminó lo mejor posible hacia Edmund, le tendió su mano para que la agarrara y se salvara de no caer.

Él la sostuvo y lady Seraphine dio su misión por cumplida, así era como debía ser, Milena fue con Edmund y con él se quedaría.

Travis con obediencia acercó la camioneta. El panorama antes de irse era diferente al que se vivía en aquel instante, la cara de Alexander era de asesino serial. Milena en los brazos de Edmund era un derrame cerebral seguro para su amigo.

—Ven, Ana, vamos a la casa —mencionó Travis, la acompañó hasta el asiento de atrás.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.