Tocaba todo a su alrededor; cuánta clase y belleza otorgaban los vestidos a una mujer.
—Dime qué tipos de vestidos estás dispuesta a usar —consultó Diana, sacó algunos e iba a ver si le quedaría a una serpenteante Milena.
—No lo sé. Esto es genial —exclamó—, nunca vi tanta belleza junta. Estoy mareada.
—Entonces tienes el síndrome de la indecisión, para eso estamos las buenas asesoras de moda. —Sonrió—. ¿Qué te parece este rosa? —Le mostró un vestido de mangas largas de corte sirena y un tajo un tanto extravagante.
Milena se giró a mirar, pero el vestido no resultó lo que esperaba. Un rosado pálido, con un tajo que haría que su ropa interior se viera.
—¿No te parece un poco vulgar? Me vería como, no lo sé —dudó—, no me parece nada favorecedor para el tono de mi piel.
—Mmm, tal vez tengas un poco de razón, ¡pero el tajo no es vulgar! Es sofisticado. Un tajo en el interior de la pierna es arte y uno sobre el exterior, es exhibición, depende de qué desees.
—Nada con tajos. Soy altamente conservadora, prefiero un vestido en corte A, sin mangas.
—Por allí hubiéramos empezado la búsqueda. Lo que no entiendo es qué hacemos en este sector tan sexi y sofisticado. Vayamos al rincón de lo anticuado.
—Ser un poco anticuada no me dificulta disfrutar de las cosas bellas, por más que me niegue a ponérmelas.
Diana negó con la cabeza y fue a buscar los vestidos que no eran tanto lo que le gustaban, pero eran del gusto de Milena.
—¡Amarillo! —Lo tomó del perchero y se lo mostró—. Sin mangas, con un corte princesa un poco moderno, resaltará tu cintura, aparte de tus pies y la belleza de tu clavícula. Oh, y ni hablemos del color de tu piel, es muy favorecedor.
Lo observó y, por cosas de la vida, le gustó. Esperaba que fuera de su talla.
—Me lo probaré porque me resulta atractivo. Creo que puedes tener razón.
—Definitivamente la tengo. He vestido a Kate toda la vida y sabes que es pura belleza, evidencia mi buen gusto. ni hablar de Travis, soy su asesora de... —Diana se quedó callada y pensativa—. Tal vez haya perdido un buen cliente —soltó con una sonrisa, le pasó la tela—, te buscaré unos zapatos que vayan con ese. Es lo mejor, hacer conjunto, oh, y un bolso de mano. Ya vuelvo, tú mientras métete al cambiador.
Ella sentía que una efusiva Diana la empujaba hasta los cambiadores. Se veía tan triste y toda esa efusividad de hablar sin importancia de Travis no era más que una pantalla de lo que sentía. En sus manos estaba que esa hermosa pareja se reconciliara.
—¡Zapatos, allá voy! —Desapareció yendo al otro lado de la tienda. Aquella era sus oportunidad perfecta para llamar a Travis.
Sacó el celular de la cartera a la par que sacaba la cabeza del cambiador para ver que ella no volviera.
—Suena, suena —pidió ansiosa mirando hacia la zapatería.
—¡Milena, ¿cómo estás?! —contestó Travis.
—No hay tiempo para saludos, estoy con Diana.
—¡Dime dónde está!
—En su trabajo, disfrazada para que no des con ella.
—Iré ahora mismo a verla.
—¿Es lo único que se te ocurre? ¿Dónde dejaste el romance?
—Lo siento, solo estoy desesperado.
—Escucha lo que haremos. Si vas a proponerle matrimonio...
—¿Qué?
—Déjame terminar. La llevaré a almorzar a un shopping o mall, como le dicen algunos, y tú te apareces, le dices cuánto la amas, así todos felices y contentos.
—No, espera. Se me ocurre algo mejor.
Milena miró fuera del cambiador y vio a Diana acercarse con un carrito lleno de cajas de zapatos.
—Dios, no hay tiempo. Me escribes después —cortó desesperada.
Iba a guardar el celular, pero en ese momento, Diana corrió la cortina.
—¿Qué hacías?
—Alexander no me deja en paz, soy tan irresistible —mintió con una sonrisa nerviosa.
—Es una linda razón para no probarte el vestido. Te ayudaré.
Pasó toda la mañana probándose zapatos, porque el vestido lo escogió. Pero su asesora de modas estaba disconforme con los zapatos.
—¿Qué te parece si escogemos mañana? Alexander me ha dado su tarjeta, quizá también me ayudes con los accesorios —intentó convencer a Diana para que Travis pudiera hacer uso de su magia.
—Quizá.
—Almorzaremos juntas.
—Quedé en salir con Kate para el almuerzo.
—Estoy segura que a Kate no le molestará tenerme a su lado. ¿Me das su número?
Diana sacó el celular y le dictó el número, era extraño, pensó que eran enemigas.
—Hablaré con Kate y luego te avisaré, tal vez ella nos ayude con los zapatos.
A Milena no le hacía mucha gracia tener que tratar con la ex de Alexander. Sin embargo, como había dado un paso al costado para apoderarse de su querido doctor, no le costaría nada pedirle un favor, si es que realmente apreciaba a Diana.