Amor extranjero

48

Al día siguiente, estaba nerviosa, esperaba en la corporación de Travis. Las mujeres estaban elegantemente vestidas y, bueno, ella era Milena Palacios.

Le sonrió nerviosa a varias de las probables secretarías de su jefe.

—Señora Milena Palacios —la llamó una de las bellas secretarías de labios rosa, brillantes y bien pintados—, el señor Teasdale la espera.

—Gracias. —Se levantó del asiento, caminó cohibida hacia la puerta de Travis y la cerró.

—Milena, pasa, pasa, no tengas miedo —la animó al verla un poco perturbada.

—Este lugar es impresionante.

—Este lugar está gracias a la tía Seraphine. —Sonrió recordándola.

—¡No la llames!

—La comprendo, está hecha un mar de lágrimas a causa de Edmund.

—¿Qué sucedió con Edmund?

—Tía se enteró que estaba tras una embajada muy lejos de Inglaterra y está destrozada, ya sabes cuánto anhela nietos.

—Me da tanta pena.

—Ella no pierde las esperanzas que Edmund y tú sean el uno para el otro. Siéntate por favor. —Le señaló un sofá cerca del enorme ventanal del edificio.

—Quiere que deje a Alex, supongo.

—Lo desea enérgicamente. Ahora hablemos de tu trabajo aquí.

—Estoy nerviosa. —Estrujó sus manos.

—Ser mi asistente es un trabajo agotador —avisó, quiso ver qué expresión tenía.

—Soy consciente y estoy lista para el desafío.

—Perfecto. Mi oferta es la siguiente, mediodía de Lunes a Viernes, serás la persona que me ayudará a cerrar algunos negocios en América Latina. La compañía Teasdale está queriendo comprar algunas empresas de telefonía, hasta el momento solo yo he podido comunicarme con ellos por cuestiones del idioma.

—¿Mediodía?

—Te iba a proponer jornada completa, pero una llamada en medio de la noche me hizo cambiar de opinión.

—Alexander.

—Tiene la capacidad única de arruinar una apasionada noche con mi prometida.

—Qué vergüenza.

—Debo apagar el celular a esas horas, desde ahora lo haré. He recibido una buena lección.

—Metió las narices donde no lo llamaban, es mi trabajo. ¡Voy a matarlo!

—Milena, él tiene razón. Tú viniste a vacacionar y no a trabajar, dejarte un día encerrada en una oficina sería robarte la paz que viniste a buscar aquí.

Pensó en despellejar a Alexander, pero no podía. Se preocupó por ella como casi nadie lo hizo. Comenzaba a temer por esas atenciones espontáneas de Alex, para ser solo su querida de un año estaba tomándose muchas concesiones.

—Pero aun así es un metiche y me va a oír.

—Ya le pedí a mi secretaria número cuatro que me preparara un contrato para ti, léelo y si estás conforme, lo firmas. —Le pasó una carpeta.

—Bien, veamos.

El contrato era muy interesante, pasando las libras que decían ahí en su moneda nacional, era cuatro veces más de lo que percibía en su país. Travis era demasiado generoso, aparte que estipuló solo seis meses de trabajo.

Firmó sonriente y fue para que la presentaran con las demás asistentes que Travis catalogó por número, no era broma cuando le dijo que su contrato lo redactó la asistente cuatro.

Pasó mediodía conociendo la empresa de Travis, hasta que él la invitó a comer. Salieron de la empresa y subieron al automóvil. Milena tomó el celular y encontró un mensaje de Alexander.

Alex:

Buen día sangriento. :) Es una broma. ¿Cómo te fue con Travis? Supongo que aún seguimos juntos.

Se carcajeó, hizo que Travis se riera sin saber la razón.

Milena:

Buen día, eres horrible, Alexander. Aún conservas a tu amigo y a esta mujer. ¡Eres un metiche de lo peor!

Alexander almorzaba, reía al leer el mensaje hasta que vio una bandeja blanca colocarse frente a él.

—Buen día, doctor Van Strauss —saludó Candy con un nuevo corte de cabello.

—Que tengas buen apetito. —Se levantó para irse, pero ella lo detuvo.

—¿La mujer del otro día es por quien ya no salimos juntos?

—No le doy explicaciones a mi madre y tú esperas que te las dé a ti. Lo nuestro era pasajero y simplemente llegó a su fin, eres asfixiante.

—Es horrenda y mal vestida. ¿Qué tiene de atractivo?

—No seré grosero contigo, pero ella es una mujer de verdad, no una ligera como tú. —Se retiró con rapidez para volver a su puesto.

Desde que volvió de sus vacaciones, Candy no hacía más que buscarlo y ofrecerse. Milena, su inquietante cantidad de pacientes y cirugías lo mantenían muy ocupado para fijarse en ella. Pensó en la idea de hablar con el director del hospital y pedir el traslado de Candy a otra dependencia, se volvió insoportable.




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