Amor extranjero

51

—Solo habla si quieres, Milena. No hace falta que...

Milena se alejó un poco de él y se negó con un gesto de cabeza.

—Debo hacerlo. Necesito que veas quien soy realmente. —Se sorbió la nariz con poca fineza y comenzó a contar lo que sucedió—. Un día antes, habíamos peleado por la misma razón, sus miserables celos...

«—Quiero divorciarme de ti, Javier —dijo Milena aquella mañana.

—¿Divorciarte? ¿Qué harás sin el dinero que yo traigo aquí? —replicó, burlándose.

—También trabajo, por si no lo sabías. Es que tú no lo sabes, solo dices que soy una puta, pero no ves todo lo que pago aquí y lo que compro para la casa.

—No te va a alcanzar, Milena.

—Me va a alcanzar porque yo lo digo y porque estoy harta y cansada de ti. Te dejo tu mugre casa, pero me llevo a Benjamín.

—¿Y a dónde piensas que irás?

—A la casa de mi mamá, ahí atenderán bien a Benjamín, ya no tendré que llevarlo a la guardería y me ahorraré dinero. Luego veremos el régimen de convivencia con el abogado. Anoche mientras dormías junté mis ropas y la de Benjamín.

Javier no podía creer que Milena lo dejaría, no podía perderla, decía que la amaba, cada día sentía que la amaba, pero su mayor miedo era perderla, que se fuera con otro y lo dejara.

Ella caminó hasta la habitación para tomar las cosas y sacarlas hasta la sala.

—No hablas en serio, ¿verdad? —Se negaba a creerlo.

—Esto es lo último que verás de mi como tu esposa, se acabó. —Volvió a la habitación para buscar a Benjamín, pero él la tomó bruscamente del cabello y la aplastó contra la pared.

—No te vas a ir con otro, no, no y no.

—¡Que no me voy con otro, estúpido, me voy a lo de mi mamá!

—Seguro es con algún hombre que conociste por ahí, conociéndote, jamás me dejarías.

—Pues anoche me decidí a dejarte porque estoy cansada de tus abusos, de tu machismo y de tus insultos.

—Piénsalo bien, Milena, yo te amo y no quiero perderte.

—Tenemos distintas formas de amar entonces, porque yo no te hago daño física ni moralmente.

—Te quedarás en casa, iré a visitar a mis padres y luego hablaremos, ni se te ocurra irte ¿entiendes?

—Te he dicho que me voy y no harás cambiar de opinión, por mi puedes morirte, Javier.

—También tu forma de amar es extraña, me deseas la muerte —rio cínico, burlándose de ella.

Milena se molestó hasta el último momento en que lo vio, no soportaba su burla.

—¡Vete ya!

—¿Puedo llevarme a Benjamín?

—Llévatelo —gruñó, se alejó de él para buscarlo, jugaba en su habitación.

—¡Tete mam! —pidió el pequeño con sus brazos hacia ella.

La furia de Milena se apagó al tomar a su hijo en brazos.

—Ya te lo daré, tengo yogur para ti.

Javier la vio pasar con su hijo, tenía el cabello marrón claro y los ojos verdes.

Sacó un biberón de la heladera y se lo puso a Benjamín en la boca.

—Ahí tienes chocolatada, galletas, yogur y pañales en el bolsón, no te olvides de cambiarlo —mandó sin mirarlo.

—¿Y si te calmas y vienes con nosotros?

—No, vayan ustedes, yo me quedaré.

Vio que Javier metió su billetera en su bolsillo de atrás, fue al automóvil y colocó la silla del niño detrás de asiento de acompañante.

Milena lo colocó ahí y besó su frente.

—Te veo más tarde, voy a esperarte con un hermoso juguete. Te amo, bebé.

—Amo —gorjeó tocando el rostro de Milena, sacó un poco su biberón de la boca.

—Te amo, Milena —se despidió Javier abriendo el portón.

Ella solo cerró la puerta del automóvil y esperó a que se fueran, no le dijo nada a Javier».

—Después de tres horas, me llamaron porque encontraron mi número en el celular de Javier. Él había muerto y Benjamín estaba muy grave. Yo tenía el seguro de los trabajadores, estaba todo cubierto para él. No sabía a dónde ir, a la morgue o a terapia intensiva. —Se quedó—. Yo no solo maté a mi esposo, sino también a mi hijo, yo le deseé la muerte y dejé que Benjamín fuera con él; «por la boca, se pide lo que uno quiere», decía mi padre.

Ella agachó su cabeza y fue a sentarse.

—No reconocí a Javier —sollozó—, fue ahí donde me di cuenta que era culpable.

—No es tu culpa, fue algo infortunado, Milena —quiso consolarla, pero no encontraba palabras.

—Me sentí más culpable al sentir alivio unos días después de su muerte. Nadie volvería a maltratarme. Pero yo preferiría el maltrato con tal de ver los ojos de mi bebé de vuelta. —Abrazó su álbum.

—¿Benjamín murió?

—José dice que sí. Estuvo durante dos años en coma y después quedó con muerte cerebral o al menos es lo que me dijeron. La muerte de Javier no es solo mi calvario, Alexander, sino la culpa de haber matado a mi hijo.

—No lo hiciste, debes enfrentar esto, no te culpes de algo que no tiene sentido. Muchas veces decimos cosas que lastiman a los demás, tú solo quisiste lastimar como te lastimaron, no te engañes pensando que eres mala.

—¿Sabes que varias veces pensé en suicidarme? Pero no lo hice, fui cobarde. Benjamín me lo impedía, era la única razón por la que continuaba y ahora que firmé esos papeles para donar sus órganos, no tengo razones para continuar. Londres ha sido mi escape.

—Ve en mí una razón para seguir, Milena. —Se sentó a su lado, tomó una de sus manos y la colocó en su pecho—. Soy más que un hombre que se está enamorando de ti y en lugar de despreciarte por lo que sucedió en tu pasado, tuviste la entereza de enfrentarte a él y decirle que te irías, fue una lástima lo que ocurrió con tu esposo, pero necesito más datos de tu hijo. Un diagnóstico de muerte cerebral es delicado, debieron realizar un estudio para demostrar que el tronco del encéfalo no funcionaba para no confundir muerte cerebral con estado vegetal, pese a que ambos son de gravedad, el estado vegetal puede ser reversible.

—¡Ay, Alexander! No me des esperanza, que no la tengo, en cualquier momento me iré de aquí a enterrar a mi hijo, solo hazme feliz este tiempo que esté aquí, es todo lo que puedo ofrecerte.




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