Amor extranjero

54

Después de un agotador y, por sobre todo, intenso día junto a Lady Seraphine y Lucyfer, Milena cayó rendida en el sofá.

—Entiendo por qué te vas —expresó.

—No me voy por culpa de mi madre —indicó Edmund.

—¿Pero también es una razón, supongo? ¿Cómo lograría yo que tú te quedarás aquí? No hay forma. Me lo rogó, imploró y suplicó todo el tiempo —bufó cansada.

—No pierde la esperanza que te cases conmigo —rio.

—Adoro a tu madre, es tan dulce y sencillamente descabellada, pero eso no es posible, lo sabemos tú y yo.

—Solo hay que repetírselo hasta el cansancio y comprenderá. Yo te dejaré, tengo unos últimos asuntos que atender antes de dejar todo aquí en Londres, serán unos cuantos años que me iré.

—Cuando vuelva a mi país espero me visites. Estaremos tan cerca.

—Te lo prometo. Solo anótame tu dirección y un número de teléfono, yo te localizaré. —Le entregó una diminuta agenda.

Ella la completó y se la entregó de vuelta.

—Hasta pronto, Milena. —Se despidió solo con una inclinación.

—Ay, no seas frío y dame un abrazo. —Lo abrazó ella—. Espero logres todos tus objetivos, Edmund.

—Y tú también.

Estuvieron despidiéndose un rato más. Milena después de cerrar la puerta y bostezar como un león, se dirigió a la habitación y tal como estaba vestida, se acostó a dormir.

Era incierto el tiempo que durmió, pero al moverse sintió un cuerpo al lado.

—Es increíble cómo no me sentiste llegar —saludó Alexander.

—Tuve un día horrible. Lucyfer —bufó cansina al recordar al caniche toy.

—Tú tuviste un caniche, yo un bulldog. Tuve un almuerzo difícil en casa de mi madre.

Ella se incorporó un poco, si seguía acostada, estaba segura que se volvería a dormir.

—¿Te recriminó que te mudaras?

—Ese fue solo el principio. Le confesó a Henry que es un bastardo de mi padre con otra mujer.

—Ay, no puede ser. —Se tapó la boca.

—Y lo más sorprendente, Travis Teasdale es su hermano, aún no puedo creerlo. Supongo que Travis lo sabe, no puede ser que con todo el dinero que tiene no lo sepa.

—Déjame digerir esto —murmuró—. ¿Travis hermano de tu hermano? Dios, qué confuso.

—No hay muchas cosas que confundir. Mi padre era un desgraciado, bastante, al parecer. Engañó a su ex prometida con su amiga, luego engañó a su esposa con la hermana de su ex prometida —lamentó con media sonrisa triste.

—No es tu culpa.

—Si yo no hubiera estado en camino... Es ridículo pensarlo.

—El mundo sin ti sería un lugar horrible, Alexander, estás aquí por algo.

—Por un error —exclamó con humor—, prepárate, iremos a ver cómo queda nuestro departamento. Espero que te agrade.

—Debe agradarte a ti, esa será tu casa.

—No pienso vivir ahí solo.

—Quizá tu madre quiera acompañarte —rio.

—Ya tuve suficiente de ella, fueron treinta y cinco largos años.

—Voy a bañarme y vamos. ¿Está nublado?

—Es una tarde especial para la motocicleta.

—¡Qué cruel! Tengo miedo, te lo he dicho mil veces, Alexander, lo que pasa es que no me escuchas —reclamó mientras buscaba ropa limpia para entrar a bañarse.

Alexander estaba decidido a quitarle el miedo a todo, incluso a enamorarse de él. Tenía varios meses por delante para enamorarla y ayudarla a salir adelante.

Después que aquel reclamo nunca terminó, subieron a la motocicleta y Milena estaba pegada como una sanguijuela, inmóvil y casi dejándolo sin estómago. No fue suficiente con un almuerzo tenso, sino en ese momento le apretujaba lo que comió.

Fueron hasta el estacionamiento que le correspondía a ellos en el edificio y aparcaron la motocicleta.

Milena bajó con las piernas como un hombre del oeste.

—No exageres, Milena. —Le dio un empujón.

—Me descubriste. —Sonrió y lo tomó de la cintura.

Pese al viaje que le producía temor, pánico y otras cosas más, estar ahí con él, ver aquel departamento, sería como volver a iniciar una familia.

Tenía aquella hermosa sensación de construir de vuelta un nido con alguien. La primera vez que estuvo embarazada, pensó que todo estaría bien y sería perfecto, pero no fue así. El primero de sus hijos murió y Benjamín corrió con la misma suerte.

Tenía una casa vacía, sin hijos y sin esposo. Su sonrisa con lentitud desapareció al pensar en eso. Alexander era solo una ilusión temporal que la hacía muy feliz.

El silencio se apoderó de ellos en el ascensor.

—Este es nuestro piso, el de Travis es uno más arriba. —Señaló los números del ascensor.

—Lo tendré en cuenta para visitar a Diana —replicó y volvió a guardar silencio.




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