Amor inesperado

Capitulo 2

Noah

Llegó a casa y solo quiero quitarme la maldita camisa que no hace, sino acrecentar mi enojo. Abro la puerta y corro en dirección a mi habitación, estoy subiendo las escaleras cuando veo a mamá asomarse, hola cariño, como te fue. Estoy terminando de quitar mi abrigo en el camino arriba, por lo que cuando nota la mancha, niega con la cabeza. Está bien cariño, en un momento hablamos. Termino de llegar. A la habitación y tomo el saco y lo cuelgo en un gancho, quito la camisa y mi pantalón maldiciendo al ver la mancha de café en ella. Voy a la ducha intentando calmar mi respiración que se va tornando agitada media hora después salgo del baño y me pongo una sudadera y una camisa blanca y las pantuflas de casa, bajo con la camisa y entro al cuarto de lavado busco los productos necesarios para quitar la horrible mancha y me pongo a ello, veo a mamá asomarse, se acerca a mí con esa Calma que la caracteriza y que logra transmitirme a mí. Se acerca y toma mi rostro en sus manos haciendo que detenga un segundo mi labor. ¿Todo bien? Pregunta mientras deja un beso en mi frente que termina de calmarme por completo, beso su frente de igual modo que ella lo hizo conmigo y asiento. Comeremos en 15 minutos. Asiento y vuelvo la mirada a la camisa y continuo en la horrible tarea de dejar la blanca.

15 min después tal como indico mamá nos encontramos ambos en la mesa en un silencio cómodo, después de la avena sirve el café como cada día y se sienta frente a mí a platicar de lo que hizo en su día y de como avanza con la idea de vender sus pasteles. Aun cuando odio la idea que trabaje, el verla feliz y emocionada me hace aceptar lo que ella decida. Le cuento el accidente de la empresa y el temor que sentí al ver que no iban a contratarme por una chiquilla. A mamá le causa diversión mi historia mientras yo siento que nuevamente me hierve la sangre. Hay cariño, todo va a ir bien, tu trabajo habla por ti solo así que no tienes de que preocuparte. Asiento y me pongo en pie para salir al gimnasio como cada día. Al llegar la noche regreso a casa y duermo dispuesto a empezar un nuevo día.

 

 

Sam 

 

Después de salir de la oficina de mi padrino decidí salir a darme una vuelta mañana iniciaría mis labores y necesitaba salir a despejarme y olvidarme del engreído de mi hora casi jefe. Nótese el sarcasmo. Llevaba dos horas vagando por la ciudad, por lo que me detuve a comer un hotdog maldiciendo mi suerte al ver la mancha de salsa de tomate. Continúe mi camino a casa y subí corriendo a mi cuarto donde encendí el pequeño parlante conectándolo a mi celular para escuchar filter de jimin. Me desnudé en medio de mi baile y mi coreano mal pronunciado disfrutando de la música. Entre en la ducha y me metí en la bañera hasta que sentí que mis manos parecían pasitas lo que me hizo reír como niña. Me puse el pijama de unicornio, ya que el clima se iba tornando frío con la llegada del invierno. Me tiré en la cama y dejé que el cansancio me arrastre

 

Llegó a la que será mi oficina. Es grande con una vista espectacular, me siento frente a mi escritorio y pongo la foto de mamá y los lápices con los que trabajo, saco la tableta de dibujo y enciendo la computadora para proceder con el nuevo diseño. De pronto un pequeño ventarrón entra por esa puerta y la chiquilla que me saca de mis cabales entra como si fuera su oficina. Observó de pies a cabeza su atuendo. Lleva unos jeans con rotos en las rodillas y un enorme suéter que oculta su figura. Trae la nariz roja como Rodolfo el reno y quiero reír de mi pensamiento. Se acerca la calefacción y le sube la temperatura, lo que termina por sacarme de mis cabales. Hace un frío del demonio como puedes tener la temperatura tan baja. Balbucea, al tiempo que frota sus manos, toma asiento frente a mí con una gran sonrisa. Buenos días, canturrea, siempre eres así de serio, dice al tiempo que toma la fotografía y la observa. Es hermosa, es tu madre. Dice dejando la foto en el lugar mientras yo reacomodo nuevamente el marco. Deberías sonreír más. No te pareces a ella, debes parecerte a tu padre. Todo un gruñón. Empiezo a chasquear los dedos e intento calmarme inútilmente. Podrías dejar de hacer eso, dice ella un poco molesta tomando mis manos para detener el chasquido. Al ver mi expresión, que de seguro no es nada agradable, me suelta de golpe. Lo siento, dice con un rubor mostrándose apenada. La miro a los ojos para que vea la seriedad de mis palabras. Vamos a trabajar juntos, así que si quieres que nos llevemos te voy a pedir por favor que no vuelvas a entrar sin tocar. No toques mis cosas. No grites. Me pongo en pie y ella no quita su vista de mí. A medida que voy hablando voy enumerando con mis manos No hay un padre, así que no lo nombres. Lo siento, dice ella en un pequeño susurro No me interrumpas Vístete adecuadamente vienés al trabajo no de paseo Y por último no toques mi termostato, digo al llegar junto a este y poner nuevamente la temperatura como a mí me gusta.

 

Escucho como susurra y vira los ojos. No necesito verla para saber que lo hace. Pero si escucho lo que dice. Esto será un infierno o una guerra, lo que tú quieras._

 Me volteo a verla y pone cara de inocente. ¿Decías? Ella me ve y niega. Nada solo que entendí. Ahora me retiro, tengo hambre. Acabas de llegar, reprochó. Ella me ve y sonríe de manera retadora. Lo sé.



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En el texto hay: humor, pasado, romance

Editado: 17.04.2023

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