Amor & Mentira (editando)

Capítulo 16

Capítulo 16

Pov Sofía 

—¿No es cierto…? —dije al ver el que se suponía mi escritorio cubierto con muchos arreglos con tulipanes.

—No sabía qué hacer con los tulipanes que te llegaban así que decidí dejarlos en tu escritorio —respondió un sonriente Daniel.

 Moví la cabeza, conté había siete arreglos. Había uno que se veía más radiante por lo que supuse que ese era del día de hoy. Me acomode en el asiento marque un numero pidiendo al personal de servicio que se acercara.

—¿Qué harás? —pregunto un curioso Daniel.

—Los tirare a la basura —respondí sin ningún reparo.

—Bueno… —dijo sonriente e ingreso a la oficina de Alonso.

—Buenos días señorita…

Levanto la cabeza y me encuentro con don Thomas quien es el encargo de limpieza. —Buenos días Thomas —saludo. Podrías por favor llevarte todos estos arreglos y tirarlos a la basura, mejor dicho, lléveselos y usted decida qué hacer con ellos —dije poniendo una sonrisa.

—Claro, no se preocupe. El hombre mayor saco una bolsa de color negro como por arte de magia y tiro dentro de ellos todos los arreglos.

—¿Algo más en que la pueda ayudar?

—Por favor, todos los días pase por aquí para que se lleve esos venditos arreglos que no se quien me las envía.

—Como guste señorita. ¡Que tenga un excelente día!

—Igualmente Thomas —dije despidiendo. Deje mis cosas y camine hacia el pequeño espacio que teníamos para preparar el café, mientras preparaba sonreía al recordar que para evitar problemas con Débora tuve que encerrar a Alonso en el armario en la habitación de Cielo porque la muy enferma ingreso a mi departamento cual fuera su casa y comenzó a revisar cada espacio del lugar para donde se había metido su novio.

Rodee los ojos al recordarla, de verdad que Alonso tenía muchísimo valor para soportar a una mujer tan pesada como mi ex cuñada.

Salí del pequeño lugar con un azafate llevando las dos tazas de café, una para Daniel y la otra para Alonso que ya lo había visualizado llegar a lo lejos.

—Buenos días licenciado —salude mientras ingresa a su oficina llevando consigo el azafate con el café y la tableta para indicarle sus pendientes. Deposite la taza de café delante suyo y el otro se lo entregue a Daniel. Su mañana esta está completamente libre, por la tarde tiene cita con los señores Corcuera.

—Gracias Sofía, puedes retirarte —ordeno serio.

Me giré en mis propios talones y salí de su oficina —pensando porque ahora tenía cara de pocos amigos y ayer era todo un sol. «No es de tu incumbencia» recordó mi conciencia.

Sacudí la cabeza y me dedique a trabajar, la semana que no había venido se había acumulado demasiado trabajo, por lo cual tendría que trabajar doble para poder estar al día.

—Bienvenida…

Levante la cabeza y me encontraba con los ojos de Daniel. —Gracias… —dije con sinceridad dándole una sonrisa genuina. Vi a Daniel depositar una barra de chocolate… —arrugué el entrecejo al no entender su acto, «acaso él era mi admirador secreto» pensé.

—Es un regalo de bienvenida no me malinterpretes, ve a almorzar porque ya van a ser las tres de la tarde.

—¡Demonios! —exclame la ver la hora. Tenía tanto trabajo que había perdido la noción del tiempo. —¿El licenciado ya no comió? —pregunte.

—No, pero ya estoy yendo por su almuerzo.

—Entiendo —dije poniéndome de pie, cogí mi cartera y caminé hacia el comedor que había en la empresa, encontrándome allí con algunos abogados de la firma. Salude y me encamine a una mesa vacía. Almorcé en menos de veinte minutos al recordar que los señores Corcuera llegarían a las cuatro de la tarde y solo faltaba como treinta minutos, corrí escaleras arriba, me metí en el baño de damas, cepillé los dientes y retoque sutilmente el maquillaje.

Me acomode en el escritorio y a las cuatro en punto llegaron. —Bienvenidos —salude cortésmente. Tomen asiento por favor mientras lo anuncio de su llegada al licenciado. Vi a los dos caballeros sentarse y yo marqué el anexo, quería comprobar que no estuviera almorzando.

—Déjalos pasar —ordeno.

—Señores por favor —pedí e indiqué el camino. Abrí la puerta e invité a pasar, una vez ellos dentro cerré la puerta detrás de mí. Camine a paso agrandados al espacio donde se preparaba los cafés cuando regresaba con el azafate para la oficina esta se abrió dejándome ver a los señores Corcuera molestos y cerrando de un portazo la puerta. Pare en seco mi caminata, deje el azafate sobre mi escritorio y camine a pasos agrandados hacia la oficina encontrando a un Alonso furioso.

—¿Todo bien? —pregunte.

—Sí…

—Tu cara dice lo contrario. —¿Paso algo con los Corcuera? Parecían molestos…

—Querían que defendiera un violador… —dijo serio. En fin… ¿necesitas algo? —pregunto esta vez él.

—No nada, solo me preocupe al ver salir a esos tipos molestos.




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