CAPÍTULO 13
Me desperté con el cuerpo entumecido. No reconocía el lugar en el que estaba.
Me incorporé con lentitud, tratando de disipar la sensación de pesadez en mis músculos. La habitación era amplia, con muebles de madera oscura y cortinas gruesas que apenas dejaban filtrar la luz. El aire se sentía frío, impregnado con ese olor particular a madera y encierro.
No tardé en darme cuenta de dónde estaba.
La casa de campo de los Moretti.
Era un sitio aislado, lejos de la mirada de cualquiera. Solo los miembros de mi familia conocían su ubicación y la usaban cuando necesitaban desaparecer del mundo. No era más que una propiedad en medio de hectáreas de bosque, alejada del ruido y de cualquier persona ajena a nuestro círculo.
No sabía cuánto tiempo había dormido ni en qué momento habíamos llegado. La última imagen que tenía en mi cabeza era la del auto en movimiento y la voz de Noah diciéndome que descansara. Después de eso, todo se había desvanecido.
Suspirar. Al menos aquí nadie podría encontrarme.
Me levanté de la cama y caminé hacia la ventana, apartando un poco las cortinas. Afuera, el cielo estaba cubierto de nubes y el viento sacudía las ramas de los árboles con suavidad. Nada había cambiado en este lugar. La misma tranquilidad, el mismo silencio.
Me giré para observar mejor la habitación. No había nada fuera de lugar, solo mi maleta en el suelo. Me agaché y la abrí, encontrando mi ropa acomodada con cuidado. Fruncí el ceño. ¿En qué momento Noah había preparado todo esto?
Decidí salir. El pasillo estaba en calma, apenas iluminado por la luz tenue de la mañana. Bajé las escaleras con pasos firmes, sintiendo cómo el aire frío de la casa se filtraba a través de mi ropa.
En la sala, Noah estaba sentado en un sillón, con el teléfono en la mano y la mirada concentrada en la pantalla. No levantó la vista de inmediato, pero cuando lo hizo, dejó el móvil sobre la mesa.
—Durmiste demasiado.
No respondí. Me acerqué a la chimenea, que estaba apagada, y pasé los dedos por el borde de piedra. El ambiente era tan frío como mi estado de ánimo.
— ¿Cuánto tiempo llevamos aquí?
—Llegamos de madrugada —respondió él, acomodándose en el sillón—. No quise despertarte.
Su voz sonaba tranquila, como si todo estuviera en orden. Como si nada hubiera pasado.
Crucé los brazos y desvié la mirada hacia la ventana más cercana. El bosque rodeaba la casa con su imponente presencia, como si la aislara del resto del mundo.
—¿Por qué me trajiste aquí?
—Porque necesitabas salir de ahí —respondió sin dudar—. No iba a dejarte sola después de todo lo que pasó.
Apreté los labios. Sabía que Noah tenía razón, pero eso no significaba que me gustara que tomara decisiones por mí.
—Podría haber elegido adónde ir.
—Pudiste, pero no lo hiciste —dijo sin perder la calma—. Y sabías que después de lo que sucedió, lo último que querías era quedarte rodeado de esa gente hipócrita, viendo sus falsas muestras de preocupación. ¿O preferías abrir los periódicos y encontrarte con la imagen de tu esposo defendiendo a su amante como si fueras la villana de su historia?
Sentí un nudo en el estómago. No necesitaba que me lo recordara, pero era la verdad. Sabía exactamente cómo funcionaban las cosas en nuestro círculo. No importaba lo que en realidad sucediera; lo único que les interesaba era el espectáculo.
Desvié la mirada, fijándome en la chimenea apagada.
—No quiero hablar de eso.
—No tienes que hacerlo. Pero tampoco pretendas que nada pasó.
Noah hablaba con tranquilidad, pero su mirada reflejaba algo más. ¿Molestia? ¿Preocupación? Tal vez ambas.
—Aquí nadie va a molestarte —continuó—. No tienen acceso a este lugar, ni siquiera los empleados de la familia. Puedes quedarte el tiempo que quieras sin que nadie venga a tocar la puerta con falsas preocupaciones.
Lo sabía. Por eso mismo, nadie hablaba de esta casa en público. Era un refugio para la familia Moretti, un lugar donde solo nosotros podíamos entrar.
—¿Qué tan grave es todo?
Noah apoyó los codos en sus rodillas y entrelazó los dedos.
—Está en todas partes. La prensa no ha soltado el tema desde anoche. Algunos defienden a Alessandro, otros dicen que esto demuestra que nunca debes casarte con él. Pero ya sabes cómo funciona todo esto: en unos días, habrá otro escándalo que distraiga a todos.
No respondí de inmediato. Claro que lo sabía. Los medios devoraban una historia hasta que encontraban otra igual de jugosa. Pero eso no significaba que no me afectara.
—Papá está furioso —agregó después de un momento—. Y mamá… bueno, mamá está manejando la situación a su manera.
—¿A su manera?
Noah hizo una mueca.
—Amenazó con demandar a medio mundo por difamación.
Solté una risa corta. Mamá nunca aceptaba que alguien intentara ensuciar el apellido Moretti o dañar a uno de sus hijos, y menos con escándalos como este. Para ella, la imagen de la familia era intocable, y no iba a permitir que los buitres de la prensa se aprovecharan de la situación.
—Y el abuelo… —Noah hizo una pausa—. Él fue quien me pidió que te trajera aquí.
Levante la vista.
—¿El abuelo?
— Dijo que era lo mejor por ahora. No quieres que tengas que enfrentar todo esto hasta que estés lista.
Nos quedamos en silencio unos segundos.
—¿Hasta cuándo piensas quedarte?
—Hasta que estés lista para volver.
Lo miré horrorizada.
—No pienso dejarte en esto sola, Rouse. Sé que no soy la mejor persona para estar aquí después de todas las estupideces que hice y cómo te traté, pero ahora las cosas son diferentes. Estás vulnerable, tu embarazo es de alto riesgo y tienes que cuidarte.
Mi cuerpo se tensó al escuchar esas palabras.
—¿Quién te lo dijo?
—Layla.
—Creí que se llevaban mal.
Noah presionó los labios antes de responder.