Amor online

Episodio 36

CRISTINA

Al llegar a casa, me cambié de ropa y me fui a la casa de campo. De camino llamé a mis padres; no estaban en contra de que me llevara los libros, al contrario, apoyaron mi idea. Eso me animó, y estuve llevando libros otra vez hasta la medianoche.

Y solo entonces, después de aparcar el coche, me fui caminando a casa. Solo tenía fuerzas para darme una ducha y picar algo como-небудь.

Por la mañana me desperté tarde. Me preparé el desayuno y me fui a mi zona de relax. Ahora voy a reiniciarme y, como es domingo, buscaré todo lo necesario para decorar las salas y preparar mi bookcrossing para la apertura. Quiero abrirlo lo antes posible. Doy un sorbo de café y desbloqueo el teléfono. Necesito eliminar mi perfil en la aplicación de citas. Ya está, no quiero más ni citas ni encuentros a ciegas, y algo me dice que también debo terminar la conversación con ese Nick. No va a llevar a nada bueno. Dentro de poco él también querrá una cita. Y yo ya no estoy lista para encuentros offline.

Apenas entro en la aplicación, suena el timbre. Suspiro pesado y me tenso toda. No estoy esperando a nadie. Y tampoco estoy preparada para recibir visitas: llevo una bata y un pijama calentito. Decido ignorar a mi visitante. Pero a los pocos segundos el timbre vuelve a sonar.

Cierro los ojos un instante y, al final levantándome, voy hacia la puerta. Sin mirar por la mirilla, la entreabro. Delante de mí está un chico joven que, en cuanto me ve, me saluda y empieza a hablar sin parar.

— ¡Buenas tardes! ¡Flores para usted!

— Buenas. Yo no he pedido nada — me aparto con molestia.

— Las han pedido para usted — sonríe el joven. — ¡Tómalas, por favor!

— ¿Quién las pidió? — ya me estoy poniendo nerviosa. Porque hay dos opciones: o Misko, aunque lo dudo mucho, o mi jefe.

— No dispongo de esa información. Tome el ramo, por favor, tengo que seguir — insiste el mensajero.

— No voy a aceptar nada — me niego enseguida.

— Por favor, señorita, me está reteniendo.

Aprieto la mandíbula. Claro que el mensajero no tiene la culpa. Pero tampoco puedo permitirme aceptar flores de alguien desconocido. Me doy la vuelta, cojo el bolso del mueblecito y, tras rebuscar un poco, saco un billete de valor alto y se lo tiendo al mensajero.

— No estaba en casa. ¡Gracias por entender!

Y mientras él parpadea desconcertado, cierro la puerta y vuelvo de inmediato a mi lugar favorito. Regreso a la aplicación Linder. Elimino mi perfil y salgo de la app. ¡Listo! Estoy harta. Si en la vida real nada se entiende, menos aún online, donde todo huele a falsedad. Exhalo. Hasta me siento más ligera.

Entro en Instagram, y ahí hay mensajes de Nick. ¿Dónde desaparecí? ¿Por qué lo ignoro? Y todo en ese estilo. En el último mensaje me pide mi número de teléfono, quiere hablar en persona.

No estoy muy segura de querer eso. Así que simplemente ignoro los mensajes. No quiero responder. Luego, si pasa algo, ya diré que estaba ocupada.

Dejo el teléfono y, saboreando el café, empiezo a buscar todo lo necesario para mi bookcrossing. Busco tiendas en la ciudad y hago pedidos online de un montón de cosas que necesito. Mañana me pondré a montarlo todo.

Justo estaba pidiendo una cortina cuando sonó el teléfono. Miro la pantalla — Karina. Miro el móvil y dudo si contestar. No quiero mirar atrás ni volver al pasado. Ahora tengo una nueva vida, donde todo es distinto. Aunque, por otro lado, no pierdo nada si hablo con Karina. Al final contesto.

— ¡Hola! — suena la agradable voz de mi compañera.

— Princesa, ¿qué se te ocurrió? ¿Por qué te fuiste de nosotros?

— Hola — suspiro y respondo sinceramente. — Porque así será mejor, Karina.

— Lo entiendo — dice abatida mi interlocutora y, tras dudar, añade: — Pero qué pena… Te voy a extrañar… — escucho un suspiro pesado y luego una súplica: — Cris, vuelve. No les hagas caso a esos tres cínicos. Sin ti nuestro equipo será como un nido de víboras. A mí y a Irina no nos va a alcanzar por mucho tiempo…

— ¿Y la tercera quién es? — pregunto sin dejarla terminar.

— Evelina — exhala mi excompañera.

Me sorprendo pensando que me fui justo a tiempo. Resoplo, porque no sé qué pasó: si se alinearon los planetas o es la influencia de Mercurio retrógrado en Aries, pero mi vida cambió drásticamente. Y esos cambios no me asustan; al contrario, me gustan.

— Esto es inesperado para mí — confieso. — Aunque seguramente era de esperar. Pero yo no guardo rencor a nadie. Que hagan lo que quieran. No me arrepiento de haberme ido.

— ¿Encontraste otro trabajo? — pregunta Karina.

— No exactamente, pero quiero intentar algo. Así que aún no diré nada.

— No digas. Pero cuando todo salga bien, ¿me cuentas?

— ¡Por supuesto! — prometo con una sonrisa.

— Si es algo bueno, ¿me llevarías contigo?

— Todo es posible — vuelvo a sonreír. Porque es buena idea. Voy a necesitar manos.

— ¡Cristina! — me llama la amiga. — Te fuiste y Boiko está como fuera de sí. Todos murmuran que se muere por ti.

— Karina, no inventes — le pido a la excompañera.

— No invento nada, cariño. Te digo la verdad — suspira. — Ayer el jefe hizo otra reunión y fue sobre tu renuncia. Ese trío recibió su última advertencia. No me sorprendería que los despidiera a los tres.

— ¿Pero por, qué? — pregunto completamente confundida.

— Cris, no puedo seguir hablando. Estoy en el trabajo, me entra una llamada.

— Vale. Chao-chao.

Cuelgo y me quedo pensativa. Todos mis pensamientos giran alrededor de Boiko. No quiero creer que sus palabras sobre sus sentimientos hacia mí son verdad. Pero tampoco puedo descartarlo. Ni puedo aceptarlo. Seguramente las flores también eran de Boiko. Pero no quiero dar falsas esperanzas a nadie por ahora.




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