Un gran silencio lleno la pequeña habitación, Azucena estaba muy pálida no sabía que tanto había escuchado él, pero por el rostro podía imaginarse que mucho y ahora se sentía muy avergonzada de que él mal interpretara lo que dijo de Jeison y eso la lleno de temor, no quería perderlo y mucho menos por una tontería.
Julio dejo la pequeña maleta y el maletín en el sofá que estaba en el centro de la sala, luego se quitó el sombrero el cual lo colocó en el perchero. Su rostro era como un pedernal, duro y no dejaba ver ninguna emoción, lo que dificultaba para ambas mujeres saber lo que él estaba pensado o sintiendo en esos momentos.
_ ¿Se puede saber qué haces en mi casa? _se dirigió duramente a Rosa y después miro a Azucena, sus ojos era duros _ Azucena acompáñala a la salida, por favor.
Azucena estaba atemorizada de sólo pensar que él creyera lo último que había dicho, no cuando ella comprendía el amor que él sentía por ella.
_¡Julio.......! _ trato de hablar pero Rosa tomó la palabra interrumpiendo.
_Pero mi amor....._ Rosa comprendió la intención de su hermana y rápidamente se acercó melosa y con la disposición de abrazarlo y besarlo pero él se quitó rápidamente y la miro con tanto desprecio y repulsión, que ella sintió algo muy fuerte que la llenó de temor.
_ ¡Ni se te ocurra tocarme, eres una mentirosa manipuladora! _ respiraba con dificultad, le era imposible controlar toda la ira que en esos momentos estaba por salir a la superficie que se veía tan calmada _ ¡Lárgate de nuestra casa, ahora o soy capaz....! _ se cortó por la ira que ya se reflejaba en el rostro moreno de él. Mantenía los puños fuertemente apretados, pero sólo quería era tomarla y echarla a las patadas y olvidar por primera vez que él era un caballero.
Rosa estaba muy pálida y nerviosa, en su rostro se manifestaba la turbulencia de todas las artimañas que preparo con tanta perversidad contra ellos dos y sobre todo el temor de ser descubierta y perder la oportunidad de pertenecer a una de las familias más grandes y prestigiosa de los alrededores de Salamina.
_ Yo no he mentido, tú mismo la oíste cuando ella confesó que solo te manipulo para acostarse contigo _ le grito pálida, estaba muy asustada por la expresión de Julio, era la primera vez que lo veía así, era imposible que él supiera algo, pero iba a seguir con su mentira _ Azucena es la maldita embustera, no yo.
_ Yo sé lo que oí de la boca de ambas_ dijo con voz dura sin mirar a Azucena _ a mí me dijiste que ella te había dicho que no me deseaba y que no había sentido nada por mí _ se giró y la tomó del brazo _ por tus mentiras no solo sufrió ella, ni yo sino también....._ Julio estaba experimentando tanta furia que no lograba controlarse _ Lárgate de mi casa, y ten presente que si encuentro la forma de enmendar a Azucena todo el daño que tú y tu madre le hicieron, lo haré.
Rosa no podía creer que todo lo había perdido en un instante, los miro consternada, a uno y luego al otro y sin decir más salió y se montó en su auto y se marchó muy preocupada por la amenaza de él, él no sabía que tenía un arma muy poderosa para atacarlas a ellas.
Azucena estaba que se deshacía de miedo, nunca lo había visto tan enojado, que no se atrevía a decir nada, pero sabía que tenía que decir algo, no estaba dispuesta a perderlo, no ahora que sabía que él la amaba y por eso trato de acercársele y tocarlo por el brazo. Decidió derribar cualquier barrera hubiera entre los dos.
_ ¡No me toques! _ Él se alejó rápidamente de ella y se quedó dándole la espalda.
La ancha espalda de Julio se veía toda tensionada a través de la camisa, su postura rígida, refleja todo el disgusto que trata de controlar. Azucena apretó los labios y dejando salir un suspiro, volvió a intentarlo.
_ Julio, por favor, perdóname_ las palabras se entrecortaron en su boca y se oponían a salir de ella _ yo...._ ella amagó con volverlo a tocar para tratar de que él la viera al rostro y así poder hablarle, mostrarle su corazón.
_ No me toques, porque no soporto más y te tomaría aun contra tu voluntad, te he deseado tanto...._ su voz se cortó. Al escucharla hablar de sus sentimientos, eso lo activo de manera poderosa, ella lo amaba.
_ Y si yo también deseara que lo hicieras_ dijo con voz suave y tranquilizadora mientras hablaba se acercaba lentamente a él _ Julio.... Por favor.....
_ Oh, Azucena, no sabes cuánto te he deseado, deseado tus labios, tus brazos, tus caricias _ se giró y la tomó con un hambre voraz y sin esperar la besó apasionadamente.
Ella se pegó aún más a él y así pudo someter a sus senos contra la dura pared de músculo del pecho de Julio sintiéndolos aplastados por el fuerte abrazo, al que él la estaba sometiendo y ella se deleitaba con gran emoción.
La abrazaba con tal fuerza como si tuviera temor que ella pudiera desaparecer de su lado, era una agonía, lo que los dos estaba sintiendo en ese momento.