Amor Salvaje

Capítulo 7º La tormenta.

El cielo de Texas anunciaba tormenta. Las nubes oscuras se arremolinaban sobre el horizonte mientras el viento agitaba la hierba seca y hacía crujir los viejos establos. Emma, estaba ocupada organizando sus fotografías en el pequeño despacho de la cabaña , apenas se percató de cómo el aire se volvía más frío y el ambiente más tenso.

De repente, un fuerte golpe en la puerta interrumpió su concentración. Al abrirla, se encontró con Cole, empapado de sudor y con la mirada rara.

—Tenemos que mover el ganado antes de que la tormenta lo alcance —dijo sin preámbulos.
—¿Yo? —preguntó Emma, sorprendida.
—¿Tienes miedo? —respondió él con una leve sonrisa desafiante.

Emma sintió cómo la rabia le subía al rostro. A pesar de no ser una experta en la vida del campo, no iba a dejar que Cole la subestimara.

—Dame cinco minutos —contestó, dejando las fotografías sobre la mesa.

Mientras se preparaban, Cole le explicó rápidamente cómo ayudaría, pero Emma apenas escuchaba, estaba demasiado consciente de la cercanía de su voz ,de l a intensidad de sus miradas.

Cuando salieron al campo, las primeras gotas de lluvia comenzaron a caer. Emma trataba de mantener el ritmo mientras el trueno retumbaba a lo lejos. Cole, montado en su caballo, la observaba de reojo, admirando su valentía pese a las circunstancias.

—¡Cuidado! —gritó Cole de repente.

Un ternero asustado embistió en dirección a Emma, quien, sin pensarlo dos veces, se agachó justo a tiempo. Cole saltó de su caballo para ayudarla, su rostro reflejo más preocupación de la que esperaba mostrar.

—¿Estás bien? —preguntó, sosteniéndola por los hombros.

Emma asintió, aunque su respiración agitada traicionaba su calma aparente. La lluvia ahora era más intensa, empapando su cabello y su ropa.

—Eres más valiente de lo que pensé —dijo Cole en voz baja.

—Y tú más amable de lo que aparentas —respondió Emma, sin poder evitar una leve sonrisa.

Un relámpago iluminó el cielo, y por un instante, sus ojos se encontraron. El rugido de la tormenta se desvaneció, dejando solo el sonido de sus corazones latiendo al unísono.

Pero el momento fue interrumpido por el bramido de las vacas al dispersarse. Cole se apartó rápidamente y volvió a montar su caballo.

—Esto no ha terminado —dijo con seriedad.

Mientras trabajaban juntos bajo la tormenta, Emma no podía dejar de pensar en esas palabras y en la mirada de Cole, que parecía prometer que lo mejor —o lo peor— aún estaba por llegar.




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