Emma caminaba lentamente hacia el lago cercano al rancho. Había encontrado en ese lugar un refugio, un espacio donde sus pensamientos parecían calmarse, aunque solo fuera por un momento. El murmullo del agua y la brisa acariciando las hojas la transportaban a otra época, a otro lugar.
Cerró los ojos y, como una ráfaga inevitable, los recuerdos la llevaron nuevamente a su pasado.
Era una noche lluviosa en Nueva York. Las luces de los edificios brillaban como joyas empañadas por las gotas que caían sobre las ventanas. Emma estaba en su apartamento, sentada en el sofá con una copa de vino en la mano, mientras observaba las gotas deslizarse lentamente. La puerta se abrió, y él entró. Daniel. Alto, atractivo, con una sonrisa que siempre había tenido el poder de derretirla… hasta esa noche.
—Tenemos que hablar —dijo él con seriedad.
Emma dejó la copa en la mesa y lo miró, desconcertada.
—¿Qué pasa? —preguntó, aunque en el fondo ya sabía la respuesta. Había señales. Tardes en las que él no contestaba sus mensajes, excusas vagas sobre reuniones que se alargaban demasiado, el perfume desconocido que un día encontró en su chaqueta.
—No puedo seguir así. Hay alguien más…
La confesión fue como un golpe seco. Emma sintió que le faltaba el aire, su mundo, se derrumbaba en un instante. Intentó hablar, pero las palabras se le atascaron en la garganta.
—¿Cuánto tiempo? —logró preguntar finalmente.
—Meses —admitió él, sin mirarla.
Meses. Todo lo que habían construido juntos, las risas, los planes para el futuro, tener hijos,se desmoronaban como un castillo de arena frente a una ola implacable.
—Te amaba —dijo ella con lágrimas en los ojos.
—Yo también te quise, Emma. Pero las cosas cambian…
Fue en ese momento que Emma supo que tenía que irse. No podía quedarse en una ciudad que ahora solo le traía recuerdos dolorosos, donde todo parecía recordarle a él y a lo que habrían podido tener.
De vuelta al presente, Emma abrió los ojos. Una lágrima solitaria rodó por su mejilla, pero no la secó. Había aprendido a aceptar su dolor como una parte de sí misma, una cicatriz que la había empujado a buscar algo nuevo.
El sonido de unos pasos acercándose la devolvió al presente. Al voltear, vio a Cole, que se acercaba con las manos en los bolsillos y una expresión inusualmente tranquila en su rostro.
—¿Te encuentras bien? —preguntó, deteniéndose a unos pasos de ella.
Emma forzó una sonrisa.
—Solo estaba recordando.
—A veces es mejor dejar el pasado atrás —dijo él.
"Mientras el recuerdo se desvanecía en su mente.Emma se preguntó si realmente había dejado atrás su pasado...o si este estaba a punto de alcanzarla."
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suspense, amor inesperado del destino, decisiones difíciles.
Editado: 20.02.2025