Amor Salvaje

Capítulo 22º Dureza.

El viento soplaba con fuerza aquella noche, agitando las ramas de los árboles y envolviendo la casa en una sinfonía de ruidos. Emma cruzó el campo a través. No quería admitirlo, pero estar cerca de Cole la afectaba más de lo que le gustaría.

¿Por qué tenía que ser él?

¿Por qué ese hombre, con su actitud reservada y su mirada intensa, se había convertido en el epicentro de sus pensamientos?

Suspiró, negando con la cabeza, mientras se acercaba al establo. Necesitaba despejarse. Tal vez pasar unos minutos con Thunder la ayudaría a calmar su mente.

Pero antes de que pudiera dar un paso más, una figura emergió de la sombra.

—¿Buscabas algo?

La voz profunda de Cole.

Emma se detuvo de golpe.

—Solo venía a ver a Thunder.

Cole la miró en silencio. No era solo la oscuridad lo que la hacía sentir atrapada en ese momento. Era él. Su forma de estar ahí, sin necesidad de palabras, como si pudiera leerle la mente con una simple mirada,al ojearla de arriba a abajo.

—Hace frío —dijo él al fin—. No deberías estar aquí afuera a estas horas.

Emma se cruzó de brazos, tratando de ocultar el temblor de sus manos.

—Puedo controlar un poco de frío.

—¿Eso crees?

Cole dio un paso hacia ella. No la tocó, pero su proximidad la hizo alterarse.

—No entiendo por qué eres así conmigo —murmuró, sin poder evitarlo.

Cole la miró.

—Emma…

Pero no terminó la frase. Parecía luchar consigo mismo, como si algo le frenará y le impidiera seguir adelante. Como si guardara un secreto que lo mantenía a raya.

Emma sintió una punzada en el corazón. ¿Era eso lo que lo detenía? ¿Algo que él no podía contarle?

Antes de que pudiera preguntar, un sonido en la distancia los hizo girarse. Un ruido seco, algo que provenía del establo.

—¿Qué fue eso? —susurró Emma.

Cole se sorprendió.

—Es mejor que regreses a la cabaña —dijo con seriedad.

Emma dudó.

—Cole…

Él la miró de nuevo, y esta vez en su mirada había algo distinto.Era una mirada de furia y enfado.

—Hazme caso, Emma —insistió—. Entra.

Emma sintió un escalofrío recorrerle la espalda, pero antes de dar un paso más, el ruido volvió a sonar. Esta vez más fuerte. Un golpe seco, como si alguien o algo hubiera tirado un objeto pesado dentro del establo.

Cole reaccionó al instante y pasó junto a ella , avanzando hacia el interior del establo. Emma, pese a la advertencia, no pudo quedarse quieta y lo siguió a una distancia prudente.

El olor a heno y cuero se intensificó cuando entraron. Thunder, el majestuoso semental de Cole, resopló con nerviosismo.

—Shhh… tranquilo, muchacho —murmuró Cole, posando una mano firme sobre el lomo del animal.

Emma miró a su alrededor. Todo parecía en orden, pero la sensación de que algo no encajaba seguía manteniendo su nerviosismo.

—Tal vez fue el viento… —dijo en voz baja.

Cole no respondió. Caminó hasta el otro extremo del establo, donde unas herramientas colgaban de la pared. Una de ellas estaba en el suelo.

No parecía haber nadie más allí.

—Cole… —susurró Emma—. ¿Qué es lo que pasa?

Él se enderezó, girando lentamente hacia ella.

—Nada —respondió con frialdad—. Pero es tarde, Emma. En serio, vuelve a la cabaña.

Emma sintió tristeza ¿Por qué siempre tenía que cerrarse de esa manera?

—Siempre me dices lo mismo —soltó, cruzando los brazos—. Pero yo sé que hay algo más. Algo que no quieres contarme.

Cole apretó la mandíbula, pero no le dijo nada.

Emma dio un paso adelante, desafiándolo con la mirada.

—No soy una niña, Cole. No puedes simplemente mandarme a la cabaña como si no tuviera derecho a saber qué está pasando aquí.

ÉL suspiró y se pasó una mano por el cabello.

—Emma… hay cosas que duelen y más al revivirlas.

Emma sintió un nudo formarse en su estómago.

—¿Cómo qué?

Cole la miró con intensidad, pero antes de que pudiera decirle ni una sola palabra más un ruido sordo los interrumpió nuevamente. Esta vez, provenía de afuera.

Emma giró la cabeza rápidamente, asustada con su corazón acelerándose cada vez más.

Cole reaccionó al instante, caminando con pasos firmes hacia la salida del establo.

Emma lo siguió, ignorando su advertencia anterior.

Cuando salieron, el rancho estaba a oscuras. Todo parecía en calma… demasiado en calma.

Fue entonces cuando Emma lo vio.

A unos metros de distancia, en la oscuridad, una silueta se movió rápidamente entre los árboles.

Alguien los estaba observando.

Emma sintió un escalofrío recorrerle todo el cuerpo.

—¿Quién era ese? —susurró, sin poder apartar la mirada de la silueta que ya se había desvanecido en la oscuridad.

Cole no respondió de inmediato. Sus ojos, intensos y calculadores, seguían fijos en el mismo punto.

Finalmente, murmuró en voz baja:

—No lo sé… pero esto no me huele bien.

Emma sintió que algo dentro de ella se angustiaba,porque en el fondo sabía que aquel desconocido no era un extraño cualquiera.Y lo peor de todo...es que Cole también lo sabía.




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