El amanecer en Canadá traía consigo un aire fresco y puro que entraba por las ventanas de la cabaña, iluminando el interior. Emma se despertó sintiendo el calor cercano de Cole cerca del suyo. Aunque cada uno dormía en su respectiva habitación, la cercanía emocional que ahora sentían les brindaba una sensación de seguridad mutua. Se levantó y, tras vestirse con ropa abrigada, bajó las escaleras, encontrándose con Cole en la cocina, preparando café y unas tostadas.
—Buenos días, dormilona —saludó él, con una sonrisa.
—Buenos días —respondió Emma, correspondiendo a la sonrisa mientras se servía una taza de café humeante.
Después de desayunar, decidieron aprovechar el día explorando los alrededores de la cabaña. La nieve cubría el suelo como un manto blanco y crujía bajo sus botas. Pasearon juntos, conversando sobre temas triviales, intentando dejar de lado, aunque fuera por un momento, las preocupaciones que los habían llevado hasta allí.
—Nunca había estado en un lugar tan tranquilo —comentó Emma, admirando el paisaje invernal. Es como estar en otro mundo, tan diferente...
—Por eso mi madre siempre hablaba de esta cabaña —respondió Cole. Decía que aquí uno podía respirar tranquilo, en medio de la nada.
A medida que avanzaba el día, la confianza entre ellos crecía. Compartieron historias de su pasado, sueños y miedos, fortaleciendo el vínculo que los unía. Al regresar a la cabaña al atardecer, una ligera nevada comenzaba a caer, añadiendo un toque mágico al momento.
Ya en el interior, después de una cena sencilla que preparó Emma, se acomodaron en el salón. Cole encendió la chimenea, y la estancia era acogedora. Emma preparó dos tazas de café, y se sentaron juntos en el sofá, envueltos en una manta.
Se sentían cómodos en silencio, mientras tomaban los cafés y un trocito de tarta de almendra que había preparado ella por la mañana, en un momento en que Cole había recogido leña. Sus miradas intensas y cómplices estaban iluminadas por la luz de las llamas en sus rostros. Emma observó a Cole, notando la serenidad en la expresión de su rostro; él en Texas nunca tenía esa tranquilidad, y era más bien una persona distante, sin ganas de compañías.
—Gracias por traerme aquí —dijo en voz baja.
Cole giró su rostro hacia ella.
—Gracias por confiar en mí —respondió, acercando su mano a la de ella.
Sin planearlo, sus rostros se acercaron lentamente, hasta que sus labios se encontraron en un beso suave. Fue un gesto inesperado, pero profundamente deseado por ambos.
Afuera, la nevada se intensificaba, pero dentro de la cabaña, el calor entre ellos crecía, marcando el inicio de una nueva etapa en sus vidas.
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suspense, amor inesperado del destino, decisiones difíciles.
Editado: 03.08.2025