El viento soplaba con fuerza, arrastrando consigo los últimos vestigios de nieve sobre el campo abierto. Las nevadas estaban siendo menos habituales y en los alrededores ya se veía el verde aparecer sobre los campos. Cole ajustó las riendas de su caballo y miró a Emma con una sonrisa traviesa.
—¿Lista para una verdadera carrera? —preguntó, con ese brillo desafiante en sus ojos.
Emma soltó una carcajada, sintiendo la adrenalina recorrer su cuerpo. Llevaban días atrapados en el calor de la cabaña, rodeados de recuerdos y emociones intensas. Ahora era momento de soltar toda esa energía y disfrutar del presente.
—No te dejaré ganar tan fácil, cowboy —respondió, inclinándose sobre su montura.
Con un simple movimiento de las riendas, ambos caballos salieron disparados por el valle, dejando tras de sí una nube de nieve. El viento acariciaba sus rostros, pero nada podía borrar la sensación de libertad que sentían. Emma se aferró con fuerza, sintiendo el poder del animal bajo ella y el ritmo frenético de los cascos contra el suelo helado.
Cole iba un poco más adelante, mirándola de reojo con una sonrisa de puro disfrute. Pero Emma no iba a rendirse. Apretó las piernas contra los flancos del caballo y lo instó a correr más rápido, acortando la distancia entre ellos.
Cuando finalmente lo alcanzó, ambos rieron como críos. Emma sentía su corazón latir con fuerza, no solo por la velocidad, sino por la felicidad que sentía en esos momentos.
Finalmente, desaceleraron al llegar a un pequeño arroyo congelado. Cole desmontó con agilidad y le ofreció la mano a Emma para ayudarla a bajar.
—Eres buena, pero sigo siendo el mejor —se burló con una sonrisa.
Emma le dio un empujón juguetón.
—Solo porque me distraje mirándote.
Cole la atrapó por la cintura y la atrajo hacia él.
—Me encanta verte así —murmuró él. Feliz.
Emma lo miró a los ojos, sintiendo el amor que Cole le daba por el comportamiento que tenía Cole últimamente con ella... Se puso de puntillas y lo besó con ternura, dejando que el calor de sus labios la envolviera en medio del frío.
Había sido una buena idea la de Mike, la de llevarle los dos caballos a Cole hasta Canadá. Mike es como un hermano mayor para él, y se ocupa de todo ahora mismo en el rancho, al no estar Cole.
Él confía plenamente en Mike; ya hace muchos años que es el encargado del rancho, y se lo maneja todo a la perfección. Es muy cuidadoso, audaz, y está pendiente de todo.
Pero la paz se rompió cuando el eco de un disparo sonó a lo lejos.
Cole reaccionó de inmediato, apartando a Emma y cubriéndola con su cuerpo mientras miraba hacia los alrededores.
—¿Qué fue eso? —preguntó ella, con el corazón a punto de estallarle.
Él se quedó extrañado; ahí solo se encontraban ellos solos, no había nadie más en las cercanías, la primera cabaña estaba a media hora de allí en coche. Y el tiempo con las nevadas no acompañaba a viajar.
—No lo sé, pero vamos a averiguarlo.
Sin más, montaron de nuevo en los caballos y emprendieron la marcha hacia el lugar de donde había venido el sonido.
A medida que se acercaban al origen del disparo, el paisaje era más denso, lleno de zarzas y grandes arbustos. Los árboles estaban cubiertos de nieve y se alzaban como centinelas en el camino; el aire se volvía más frío cuanto más se adentraban. Emma estaba tiritando, pero no sabía si era por el frío o por el miedo que tenía.
Finalmente, llegaron a un claro donde vieron a un hombre en el suelo, su rifle tirado a un lado y su rostro cubierto de sangre. A su lado, un caballo respiraba agitadamente, como si acabara de recorrer una larga distancia a toda velocidad.
Cole desmontó de inmediato, con la precaución de no fiarse mucho de un hombre desconocido.
—¿Se encuentra bien? —preguntó, agachándose junto al hombre herido.
El desconocido entreabrió los ojos y, con un hilo de voz, murmuró.
—Me... me atacaron...
Emma sintió que su pulso se aceleraba. Miró a Cole, quien la observó con la misma preocupación reflejada en su rostro.
—¿Quién lo hizo? —insistió Cole, pero el hombre perdió el conocimiento antes de poder responder.
Emma se mordió el labio. No estaban solos en ese bosque, y no sabían quién era ese hombre y qué le había pasado.
Aun así no podían dejarlo allí herido, sin prestarle ayuda.
¿Estarían arriesgándose? ¿Podían verdaderamente confiar en ese desconocido?
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suspense, amor inesperado del destino, decisiones difíciles.
Editado: 03.08.2025