Amor Salvaje

Capítulo 47º El extraño.

La cabaña estaba en completo silencio, excepto por el ruido de la leña quemándose en la chimenea. Emma observaba a Cole mientras atendía al hombre herido sobre la cama de la pequeña habitación. Sus ropas empapadas de sangre ya estaban limpias y dobladas en una mesa; el hombre estaba pálido y su respiración era pesada. No tenían idea de quién era ni de cómo había llegado hasta allí, pero una cosa estaba clara: tenían que atenderlo y ayudarlo a recuperarse; después ya le harían las preguntas y saldrían de dudas.

—¿Crees que se recuperará? —preguntó Emma, acercándose con una manta.

—No lo sé —respondió Cole. Tiene una herida fea en el costado. No fue un accidente; alguien le disparó.

Emma tragó saliva. Algo en la situación la ponía atacada de los nervios. No sabían nada de él, ni siquiera su nombre. Y lo peor era que, si alguien lo había disparado, quizá lo estarían buscando.

El hombre gimió y abrió los ojos con dificultad.

—¿Dónde... estoy?

—En un lugar seguro —dijo Cole. Pero necesito que nos digas quién eres y qué te pasó.

El desconocido tardó en responder. En su mirada se notaba la confusión y el miedo.

—Me llamo... Alan. Me dispararon... Me estaban siguiendo.

Emma y Cole se miraron. Esto solo complicaba las cosas.

—¿Quién te sigue? —preguntó Emma, temblándole todo su cuerpo.

Alan tosió y cerró los ojos un instante antes de murmurar.

—Hombres peligrosos... No solo vienen por mí... También vienen por una mujer... una mujer que se llama Emma.

Emma sintió que el aire le faltaba. Cole apretó la mandíbula. Y en ese momento, un ruido afuera les confirmó lo peor, que no estaban solos.

—¿Pero tú de dónde vienes? —preguntó Cole.

—De Nueva York, de lejos —respondió Alan.

Emma se paseaba muy nerviosa, caminando de un rincón a otro de la habitación.

—Tranquilízate, Emma —le sugirió Cole.

—No puedo, Cole —contestó Emma; han descubierto que estamos aquí.

—No te dejes llevar por el miedo, debemos pensar y actuar en consecuencia, y con el miedo será peor—.Todo saldrá bien, no te preocupes.

Emma no estaba tranquila, y se acercó al hombre que estaba tumbado sobre la cama, quejándose del dolor de la herida, que ya le había curado Cole varias veces.

—Dígame, ¿dónde puede estar esa tal Emma?

—Esa tal Emma es usted, señorita.

—Pero, ¿me conoces? —Yo no te he visto en mi vida.

—Sí, la conozco. —Daniel me dio una fotografía suya.

—¿Daniel? —preguntó Emma, totalmente desconcertada por la respuesta.

—Sí, Daniel —me dijo—, que tenía que terminar con su vida.

Emma no entendía nada, ¿por qué Daniel quería terminar con su vida?

Cole se acercó al hombre muy serio.

—Debe contarme todo, Alan. —Aquí todos estamos perjudicados, incluido tú, por lo que veo.

—Yo debía matar a Emma por una suma de dinero considerable —comentó Alan.

—¿Y quién le mandó matar a Emma? —preguntó Cole.

—Daniel, me entrego una cantidad de dinero—.Yo lo acepté-—.Debía cumplir mi parte, y luego recibir el resto. Pero me negué a continuar...

—¿Y por qué aceptó hacerlo? —preguntó Emma.

—Por mi esposa, necesita una operación, tengo dos niñas pequeñas, me van a quitar la casa, me quedé sin trabajo, y ese dinero lo solucionaba todo, me arreglaba la vida —. Pero no soy capaz.

—¿Y ahora qué hará? —dijo Cole.

—Ahora, me iré para no causarles más problemas, agradezco su ayuda, y lo siento muchísimo. —Espero me puedas perdonar, Emma.

—Creo que tu situación te ha llevado a actuar así; no me pareces una mala persona, todo lo contrario. Quedas perdonado; ojalá que tu situación mejore...

—Creo que esta no era la forma, pero sí era un buen dinero y rápido. —No pensé en las consecuencias.

Pasaron unos días; Alan estaba recuperado, aunque no del todo. Pero necesitaba irse ya de regreso a Nueva York, al hospital donde se encontraba su mujer ingresada, y recoger a sus dos gemelas de tres años, que estaban con su abuela materna.

La verdad que le había contado Alan sobre su vida le había encogido el corazón y había justificado que aceptaría el dinero de Daniel para ayudar a su mujer y a sus dos pequeñas. Después de haber perdido también su trabajo, sabía que la desesperación en una persona puede llevar a hacer locuras.

Lo que no le pareció normal era que Daniel es quien está intentando quitarle la vida. Sin mancharse las manos, enviando a otros a hacer el trabajo sucio.

Entonces... ¿era mentira lo de los hombres, que iban detrás de él?

¿Estaba fingiendo ser perseguido?

Alan regresó a Nueva York; ya había pasado una semana, y nuevamente Emma y Cole podían estar tranquilos, pero siempre alerta.

Emma se quedó con la idea bien clara de que no existía ninguna organización, ni asesinos peligrosos que perseguían a Daniel.

Todo lo tenía bien planeado y organizado por él mismo.

¿Pero... por qué?

Emma lo averiguará.

De momento solo quiere estar con Cole y disfrutar de lo que el destino le está regalando.




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