La sensación de libertad que Emma experimentó deslizándose sobre el sofá con Cole todavía le hacía sonreír mientras se acurrucaba junto a la chimenea en sus brazos. Se había convertido en un ritual para ellos terminar el día envueltos en una manta, con una taza de chocolate caliente entre las manos o un café solo bien cargado, conversando grandes charlas.
—Tengo que admitirlo, cowboy… —Hoy fue uno de los mejores días de mi vida —dijo ella, girando la cabeza para mirarlo.
Cole sonrió, tomando su taza con una mano y con la otra acariciando suavemente la rodilla de Emma.
—Eso es porque aún no has visto lo que planeo para mañana —respondió con un guiño.
Emma se rió y le dio un pequeño golpe en el brazo.
—¿Cómo puedes ser tan misterioso?
—Tal vez me gusta verte intrigada.
Emma lo negó con la cabeza, pero en el fondo adoraba esa parte de él. No solo la hacía reír, sino que la hacía sentir segura.
El fuego sonaba suavemente cuando Cole se inclinó hacia ella y le apartó un mechón de cabello del rostro.
—Me gusta verte así —susurró. Relajada, feliz…
Emma sintió un cosquilleo en su piel.
—Contigo es fácil olvidar los problemas —admitió.
Cole la observó fijamente como si estuviera pensando en cada una de sus palabras.
—¿Y si no tuviéramos que olvidar nada? ¿Y si simplemente construyéramos un futuro nuevo?
El corazón de Emma se aceleró. No esperaba esa respuesta tan pronto.
—¿Estás diciendo que…?
—Que quiero que este momento dure. Que no sea solo una pausa antes de regresar a la realidad —afirmó, uniendo sus dedos con los de ella.
Emma abrió la boca para responder, pero un ruido afuera la hizo hablar muy bajo...
—¿Oíste eso? —susurró.
Cole dejó su taza sobre la mesa y se puso de pie con rapidez.
—Sí, quédate aquí.
Emma lo vio caminar hacia la ventana y apartar ligeramente la cortina. La nieve seguía cayendo con suavidad.
—No veo nada… —murmuró Cole.
Emma se abrazó a sí misma, sintiendo que la tranquilidad que habían disfrutado todo el día se desvanecía poco a poco.
—Tal vez fue solo el viento… —Intentó convencerse.
Pero ambos sabían que la calma nunca duraba demasiado.
—Puede ser —le contestó ella.
Cole seguía observando con atención los alrededores de la cabaña, con los músculos tensados y la mirada fija al exterior. Emma, sin poder quedarse quieta, se puso de pie y se acercó a él.
—¿Qué ves? —preguntó.
Él negó lentamente.
—Nada… Pero algo no me cuadra.
El viento golpeaba los árboles con fuerza y la nieve seguía cayendo suavemente, cubriendo el paisaje con una capa aún más gruesa. Todo parecía tranquilo… demasiado tranquilo.
Emma sintió un escalofrío recorrer su cuerpo.
—Si fuera alguien, ya habría hecho algún movimiento, ¿no?
Cole no respondió y se quedó pensativo. Su instinto nunca le fallaba, y en ese momento le decía que algo estaba fuera de lugar.
—Quizás fue solo un animal… —Intentó calmarla nuevamente, aunque él mismo no estaba seguro de sus palabras, ni él mismo se lo creía.
Emma suspiró y apoyó la cabeza en su brazo.
—No quiero que este miedo que siento se interponga entre nosotros. Aquí me siento segura, Cole. No quiero perder esta paz que me haces sentir.
Él la miró y deslizó un dedo por su mejilla con suavidad.
—No la perderemos. No dejaré que nada ni nadie te haga daño.
Emma cerró los ojos ante la promesa implícita en sus palabras. Sabía que Cole no era un hombre que hablara en vano. Si decía que la protegería, lo haría con su vida si era necesario.
Después de unos minutos en los que el silencio solo fue interrumpido por el sonido de las llamas de la chimenea, Cole suspiró.
—Vamos a cenar algo, preciosa. Mañana nos espera otro día increíble.
Emma asintió, pero antes de alejarse de la ventana, echó una última mirada hacia los pinos de gran altura que rodeaban la cabaña y eso la hizo hacerse preguntas a sí misma.
¿Realmente estaban solos?
Emma se quedaba callada, pero su mirada lo decía todo...
Preparó algo para la cena; juntos y en silencio tomaron verdura a la plancha y ternera, con un buen vino tinto de reserva.
Luego se volvieron a sentar en el sofá, junto a la lumbre de la chimenea, para tomarse unas tazas de café solo que había preparado Emma, con unas gotitas de anís; esos momentos al final del día la encantaban.
Otro día más... y cada día más cerca de Cole, de ese hombre, que la estaba enamorando cada día más...
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suspense, amor inesperado del destino, decisiones difíciles.
Editado: 03.08.2025