Amor Salvaje

Capítulo 50º Evelyn.

El sol apenas despuntaba entre los árboles cuando Emma despertó con la sensación de que algo había cambiado. Se giró en la cama, buscando con la mano el calor de Cole, pero su lado estaba vacío.

Se levantó, se puso un suéter grueso y salió al porche. Lo encontró de espaldas a ella, con los brazos cruzados y la mirada perdida en la nada.

—¿Por qué estás despierto tan temprano? —preguntó, abrazándose a sí misma por el frío, que hacía en el exterior.

Cole tardó en responderla, estaba sumido en su mundo, posiblemente con su hijo en la mente.A veces, no podía evitar echarse la culpa de todo, de la pérdida de su esposa, de no criar a su propio hijo, y de vivir alejado como un recluso en su rancho.

La imagen del coche destrozado, el sonido de las sirenas, el rostro pálido de Grace, todo volvía a él, de vez en cuando, en recuerdos muy dolorosos.

Esas veces se sentía, como un inútil, como un cobarde, incapaz de coger el toro por los cuernos, y tener una vida normal junto a su hijo, al que veía excasamente.

La abuela, una mujer fuerte, se había hecho cargo del pequeño, ajeno a la tragedia, que siempre encontraba los mimos y los cuidados en los brazos de su abuela.

Cole se sentía como un fantasma, un intruso en la vida de su propio hijo. Cada vez que su hijo lo miraba, veía el fracaso, y su cobardía.

¿Cómo podía un hombre que no se valoraba a sí mismo, darle valor a la vida de su hijo?

Esa era la pregunta que siempre se hacía, cuando recordaba a su esposa y a su hijo, en la vida que tenía junto a ellos, y que de golpe se rompío, dejándole un vacio, que todavia no lograba dejar atrás.

Después miró, a Emma a los ojos...

Al final la contestó.

—No puedo evitar pensar que este momento… esta paz… no durará para siempre.

Emma sintió un nudo en la garganta. Se acercó y deslizó su mano, en la de él.

—No pienses en eso ahora. Estamos aquí, juntos. Eso es lo único que importa.

Cole la miró y esbozó una sonrisa, pero sus ojos reflejaban tristeza.. Algo que Emma veía en su rostro.

—Vamos a hacer algo divertido hoy —propuso ella, tratando de animarlo—. ¿Qué te parece una carrera en trineo?

Él rió, relajándose un poco.

—¿Estás lista para perder?

—Eso ya lo veremos, cowboy.

Se pasaron la mañana riendo, lanzándose bolas de nieve y compitiendo con los trineos improvisados. Emma no recordaba la última vez que se había sentido así, ligera, libre, feliz.

Pero, al caer la tarde, cuando regresaron a la cabaña, Cole volvió a sumirse nuevamente en sus pensamientos.

—¿Quieres decirme qué te preocupa realmente? —preguntó ella, tomándole el rostro entre sus manos.

Cole suspiró.

—Emma… hay cosas de mi pasado que aún no sabes. Cosas que… y se quedó callado sin decir, nada más.

Emma lo miró fijamente, sintiendo que su corazón latía más rápido.

—Dímelo entonces.

Cole tomó aire, pero antes de que pudiera hablar, el sonido de un coche acercándose rompió la conversación.

Emma se giró de golpe, sintiendo un escalofrío recorrerle todo el cuerpo.

—¿Quién puede ser…?

Cole puso, su mirada fija en la carretera.

De repente reanudó la conversación.

—Admito que tienes talento para el trineo —bromeó Cole, quitándose la chaqueta—, pero sigo siendo el rey de la montaña.

—En tus sueños, cowboy. Te gané tres veces —dijo Emma con una sonrisa triunfal.

Cole se acercó lentamente, acorralándola contra la pared con una sonrisa traviesa.

—Creo que necesito una revancha… —murmuró, inclinándose hacia ella.

Pero justo cuando sus labios estaban a punto de encontrarse, el sonido del motor sonó mas cercano. . Emma se asomó por la ventana.

—¿Esperas a alguien? —preguntó.

Cole negó con la cabeza.

El coche se detuvo frente a la cabaña, y antes de que Emma pudiera reaccionar, la puerta se abrió y una mujer bajó con paso seguro. Era Evelyn, la madre de Cole.

—¿Evelyn? —preguntó Emma, confundida.

—¡Mamá! —exclamó Cole, visiblemente sorprendido—. ¿Qué haces aquí?

Evelyn se acercó con expresión seria.

—Tenemos que hablar. Es importante.

Emma sintió un escalofrío. ¿Qué podía ser tan grave como para que Evelyn viajara hasta allí de improviso? ¿Y por qué Cole parecía tan nervioso?

Evelyn se quitó los guantes de lana y frotó sus manos junto a la chimenea mientras observaba a su hijo con esa mirada inquisitiva que solo una madre sabe poner.

—Así que… ¿tú y Emma? —preguntó con una ceja en alto.

Cole carraspeó, claramente incómodo.

—No es lo que piensas, mamá.

—Oh, por favor, querido. —Evelyn chasqueó la lengua—. He criado a un hombre fuerte y valiente, pero no a un buen mentiroso.

Emma, que estaba a un lado bebiendo un poco de té caliente, ocultó su sonrisa detrás de la taza. Era divertido ver a Cole en aprietos.

—Mamá, solo estamos…

—¿Descubriéndose? ¿Dejándose llevar? ¿Huyendo de todo, mientras se enamoran?

Cole suspiró, derrotado.

Emma se aclaró la garganta y decidió intervenir antes de que Evelyn terminara de destripar a su hijo.

—Evelyn, cuéntanos más de ti. ¿Cómo has estado todo este tiempo?

La mujer se acomodó en su silla y sonrió, como si le alegrara el cambio de tema.

—Bueno querida, he estado disfrutando de la tranquilidad, hasta que ustedes llegaron a alborotar todo —bromeó—. Aunque debo admitir que es agradable ver a mi hijo tan… diferente.

—¿Diferente? —repitió Emma, curiosa.

Evelyn miró a Cole con ternura.

—Más relajado. Más feliz. Desde que Grace falleció, no lo veía así.

El ambiente se volvió más frío, por un instante. Cole desvió la mirada, removiendo el tronco en la chimenea con un atizador. Emma sintió un nudo en el estómago. Todavía no sabía toda la historia, pero entendía que el pasado de Cole tenía heridas, que aún no habían curado.

—Es que aquí se respira paz —dijo él finalmente, como si eso, lo explicara todo.




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