Ya estaba amaneciendo cuando Evelyn se levantó y se dio un baño relajadamente.
Se dirigió a la cocina a preparar un buen desayuno con tostadas y huevos fritos, y unas galletas que estaba horneando; el aroma de café recién hecho olía en la pequeña cabaña.
Emma se levantó temprano también; esa noche había dormido en una pequeña habitación, separada de Cole, que seguía acostado en otra habitación, contigua a la suya.
El aroma del café la llevó directamente a la cocina.
—Buenos días, señora, se levantó temprano. —¿Ha descansado?
—Buenos días, Emma. No me llames señora, por favor. Llámame Evelyn o Lyn, como me llaman mis amistades más íntimas.
—De acuerdo, Lyn. Esas galletas huelen fenomenal.
—¡Pues a desayunar, señorita!
—Gracias, tiene todo una pinta estupenda.
—Bueno, querida, ahora que estamos solas, dime… ¿Qué piensas realmente de mi hijo?
Emma parpadeó, sorprendida por la pregunta directa.
—Es… diferente a lo que imaginé cuando lo conocí. Al principio, pensé que era un tipo duro, cerrado… pero con el tiempo he descubierto que es noble, protector… y también un poco terco.
Evelyn soltó una carcajada.
—Eso último viene de familia —bromeó. Pero me alegra saber que has llegado a conocerlo más allá de su caparazón.
Emma jugueteó con su taza, pensativa.
—A veces siento que esconde cosas… no sé si por protegerme o porque no está listo para hablar de ellas.
Evelyn la observó con atención y luego asintió lentamente.
—Todos llevamos heridas, querida. Algunas se cierran con el tiempo, otras necesitan que alguien nos ayude a curarlas.
Emma sostuvo su mirada, entendiendo que Evelyn no solo hablaba de Cole, sino también de ella misma.
—¿Cómo lo hiciste tú? —preguntó, con curiosidad.
Evelyn suspiró, con la mirada dirigida al fuego de la chimenea.
—No fue fácil. Cuando el padre de Cole murió, sentí que el mundo se me echaba encima. Era un hombre fuerte, pero su ausencia dejó un vacío que no supe cómo llenar. Me refugié en mi hijo, en sacarlo adelante, en trabajar, en enseñarle a ser un buen hombre. Pero en el transcurso del tiempo, olvidé algo importante.
—¿Qué cosa?
—Olvidé vivir.
Emma la miró extrañada.
—¿Cómo…?
—Pasé años preocupándome por Cole, por mantener la casa, trabajando muy duro; necesitaba estar ocupada para no dejar que el dolor me venciera. Para que no nos faltara nada, para sacar adelante a mi hijo con uñas y dientes, para darle una buena educación y que fuera un niño feliz. Pero nunca me detuve a pensar en lo que yo quería. Lo entendí demasiado tarde… así que ahora solo trato de recordarle a los demás que no cometan el mismo error.
Emma sintió un hormigueo por las piernas. Había algo en las palabras de Evelyn que sentía ella en su interior.
—¿Y qué harías diferente si pudieras volver atrás?
Evelyn sonrió con tristeza.
—Me permitiría sentir. Me permitiría amar sin miedo… incluso cuando la vida parezca complicada.
Emma tragó saliva y bajó la mirada.
—Es difícil cuando el miedo se apodera de ti.
—Sí, lo es. Pero, querida… a veces, vale la pena arriesgarse.
El silencio se instaló entre ellas, solo roto por el sonido del fuego, en la chimenea de la pequeña sala.
Cole se había levantado, y sin hacer ruido se había quedado tras la pared.
Él, que había estado fingiendo no escuchar, se aclaró la garganta y se giró hacia ellas con una ceja arqueada.
—¿De qué demonios hablaban?
Evelyn se levantó con una sonrisa traviesa y le dio una palmadita en el hombro a Emma.
—Nada que debas saber, hijo. Solo dos mujeres hablando de la vida… y de los hombres testarudos.
Cole resopló, pero Emma solo sonrió. Tal vez Evelyn tenía razón. Tal vez era momento de dejar de temer… y empezar a vivir.
Hablaba una mujer con más edad y más experiencia en la vida.
Una mujer que había salido adelante ella sola con un niño, que había trabajado duro y se había dejado la piel para que no le faltara de nada.
Y eso era admirable. Era la voz de la experiencia.
Emma salió al porche; le gustaba ver el cielo lleno de estrellas y admirarlas.
Evelyn estaba sentada en la silla, con las manos temblorosas sobre su regazo, mirando a su hijo. Las palabras que había estado evitando toda la tarde finalmente le salieron.
—Cole, mi niño... —Su voz estaba cargada de tristeza. Tengo que decirte algo. Cole Junior... está en el hospital. En Dallas.
El rostro de Cole se congeló. Sus ojos oscuros buscaron los de su madre, como si esperara que todo fuera una pesadilla de la que pudiera despertar.
—¿Qué? —¿Qué le pasó? —su voz sonó rasposa, como si las palabras no pudieran salir de su boca.
Evelyn tragó con dificultad; la angustia que tenía en su pecho crecía, mientras sentía la presión de lo que debía decirle todavía.
—Fue atropellado, Cole. Está en estado crítico. —Las palabras le quemaron por dentro, pero las dijo con firmeza, a pesar del dolor que llevaba dentro.
Cole no pudo responder de inmediato. Su respiración se aceleró, y las imágenes de su hijo, su pequeño Cole Junior, comenzaron a llenar su mente. La angustia se apoderó de su cuerpo, y de repente sintió que la tierra bajo sus pies ya no estaba firme y que todo le daba vueltas.
—No... no puede ser. Mi hijo...
Se llevó las manos a la cara, y las lágrimas comenzaron a caer, llenando de sal las comisuras de sus labios. Su cuerpo temblaba...
Evelyn se levantó rápidamente y lo abrazó, como si al hacerlo pudiera evitar que se desplomara. Cole se encogió bajo su toque, y por un momento, ambos quedaron atrapados en un espacio de dolor. Era un abrazo tenso, lleno de sufrimiento, el de una madre y un hijo.
—Lo siento, Cole... Lo siento tanto. Evelyn no pudo evitar sollozar, el dolor de ser madre, al ver a su hijo sufrir tanto, pero también al pensar en todo lo que él había perdido.
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suspense, amor inesperado del destino, decisiones difíciles.
Editado: 03.08.2025