Amor Salvaje

Capítulo 53º Amor.

La cabaña se sentía diferente sin él.

Emma despertó con la sensación de que algo faltaba, y tardó unos segundos en recordar qué era. La ausencia de Cole, le echaba de menos, más de lo que habría imaginado. Aunque su estancia en Canadá había sido breve, unos meses, se había acostumbrado demasiado rápido a su risa, a su mirada intensa y al calor de su cuerpo junto al suyo.

Intentó distraerse. Salió a dar un paseo por el bosque, pero el silencio le resultó raro sin la voz de Cole bromeando a su lado. Preparó café, pero no era lo mismo sin sus manos grandes rodeando la taza y su sonrisa traviesa insinuando que podía hacer que su día empezara mucho mejor sin necesidad de cafeína.

Su móvil vibró sobre la mesa.

"¿Cómo estás?"

Era un mensaje de Cole.

Emma sonrió sin darse cuenta, pero su felicidad duró poco. No podía evitar preguntarse qué era tan importante como para que él se marchara de repente con su madre. Algo dentro de ella le decía que Cole no estaba en Dallas por un simple asunto de negocios.

Se tumbó en el sofá y abrazó uno de los cojines, mirando la chimenea apagada. Nunca había pensado en sí misma como una mujer dependiente de un hombre, pero Cole había logrado hacerla sentir… querida. Protegida.

Y ahora estaba sola otra vez.

Su corazón latía con miedo y anhelo. ¿Y si Cole no regresaba? ¿Y si, después de todo, su historia no estaba destinada a tener un final feliz?

La inseguridad era peor que cualquier tormenta de nieve.

El día transcurrió lento, como si las horas se alargaran, como si las agujas del reloj se hubieran parado... Emma intentó mantenerse ocupada. Limpió la cabaña, revisó su maleta y hasta intentó leer un libro, pero las palabras se las veía borrosas frente a sus ojos.

Al caer la noche, el viento comenzó a soplar con más fuerza, haciendo crujir la madera de la cabaña. Se sirvió una copa de vino y se sentó en el alféizar de la ventana, observando la nieve caer con suavidad.

Su móvil vibró de nuevo.

"Te extraño".

Las palabras de Cole fueron como un bálsamo de tranquilidad, pero también, una daga a la vez.

Emma suspiró y pasó los dedos por la pantalla, como si pudiera acariciar esas palabras.

"Yo también."

Quiso preguntarle más. ¿Dónde estaba exactamente? ¿Cuándo volvería? ¿Por qué sentía que había algo que él no le decía? Pero no lo hizo.

No quería parecer una mujer desesperada.

Se llevó la copa a los labios y cerró los ojos.

Cole había entrado en su vida como un huracán, y ahora que no estaba, sentía el frío de su distancia calarle hasta los huesos.

Pero lo que más miedo le daba era que esa ausencia se hiciera permanente.

Porque, por primera vez en mucho tiempo, Emma se había permitido amar. Y ahora temía perderlo.

El cansancio la venció, arropada por el suave ruido del fuego y el sonido del viento. Emma se quedó dormida en el sofá, con la guitarra apoyada en su regazo y el libro abierto sobre su pecho.
Y entonces, el sueño la envolvió.

Un sueño extraño, un laberinto de pasillos oscuros y puertas cerradas. Caminaba descalza por un suelo frío y húmedo; el eco de sus pasos resonaba en el silencio.
Escuchaba la voz de Cole llamándola, distante y desesperado. Pero cada vez que intentaba alcanzarlo, él se alejaba, desvaneciéndose en la lejanía. Se sentía atrapada, rodeada de figuras oscuras que se movían y susurraban palabras incomprensibles.
Las puertas se abrían y cerraban a su alrededor, mostrándole escenas fragmentadas. Un rostro pálido y ensangrentado, una habitación oscura y desordenada, un objeto brillante y afilado que brillaba con una luz siniestra.
El sueño se volvía cada vez más intenso, más real. Emma sentía el miedo dentro de ella, un terror frío que le paralizaba los músculos. Intentaba gritar, pero su voz se ahogaba en su garganta.
De repente, se encontró en una habitación familiar, la habitación que Cole había estado usando. Pero algo estaba mal. La habitación estaba oscura y desordenada, y un olor extraño se notaba en el interior.
En el centro de la habitación, vio una figura oscura, inmóvil. Se acercó lentamente, con el corazón latiendo con fuerza en su pecho.
Y entonces, la figura se movió.
Emma despertó sobresaltada, con un grito ahogado en sus labios. La cabaña estaba a oscuras, iluminada solo por la suave luz de la luna que entraba por las ventanas. El fuego se había apagado, y el frío se había intensificado, calándole hasta los huesos.
Se sentó, con el cuerpo temblando y la respiración agitada. El sueño, tan vívido y tan aterrador, la había dejado con miedo.
Miró a su alrededor; la oscuridad de la cabaña ahora la veía llena de sombras extrañas. Sintió un escalofrío recorrerle todo su cuerpo, la sensación de que algo no estaba bien, de que el sueño era una premolición, una mala señal.

Y mientras el viento sonaba afuera y la nieve seguía cayendo, Emma se acurrucó junto a la chimenea que volvió a encender, cogió una copa de vino tinto, el libro que no había terminado de leer y decidió que no se volvería a dormir en toda la noche para lograr calmar sus nervios y su miedo a cerrar los ojos.

Vió que la única manera de pasar mejor la noche era ella misma; ella era su mejor compañía y consejera.

Lo mejor era concentrarse en leer ese interesante libro, una historia romántica de una joven pareja en París, y olvidarse de ella, pero sobre todo, olvidarse de Cole...

Y disfrutar de la tranquilidad y la relajación en la fría y silenciosa noche canadiense.




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