Ellos tenían el apartamento alejado del hospital que se encontraba en las afueras de Dallas.
Evelyn se encargaba de todo para no causar molestias a su hijo; ya le veía sufrir demasiado.
Y eso para ella misma ya era un dolor muy grande, su nieto y su hijo, los dos hombres de su vida.
Cole había regresado al apartamento a ducharse y cambiarse de ropa, al igual que su madre.
Comenzaban un nuevo día camino del hospital con el corazón en un puño y su madre serena, intentando fingir ser fuerte, cuando por dentro escondía todo el dolor que no quería mostrar a su hijo.
—He reservado un coche, nos espera afuera —dijo Evelyn, tratando de aliviar a su hijo.
Cole asintió, pero lo único que llevaba en la mente era que su pequeño estuviera bien.
Cada día, cuando llegaban al hospital, Cole sentía que su corazón se le encogía al ver a su hijo conectado a varios monitores. Su carita pálida, sus manitas pequeñas sobre la sábana blanca.
—Está estable, pero los médicos dicen que hay que esperar —susurró una enfermera.
Cole miraba desde la puerta su rostro, sintiendo esa tristeza y dolor que le acompañaban a cada momento.
—Papá... —La voz débil del niño lo sorprendió.
Se acercó de inmediato, tomando su manita entre las suyas.
—Aquí estoy, campeón. Todo va a estar bien.
El niño intentó sonreír, pero sus párpados se cerraron de nuevo.
Una amiga de Grace reaparece en su vida en el peor momento. Siempre se ha mantenido en contacto con Evelyn, ayudándola en el hospital a cuidar del niño.
Kiara siempre estuvo enamorada de Cole, incluso cuando él estaba casado con Grace, pero nunca se interpuso en su matrimonio. Ahora que Grace ya no está, ve la oportunidad de acercarse más.
Kiara intentará seducirlo con su dulzura y carita de niña buena, recordándole cómo ella siempre ha estado ahí para su hijo; además, sabe que tiene una gran complicidad con Evelyn, quien cree que ella es la mejor opción para su hijo y su nieto.
Cole sintió que le faltaba el aire.
Justo en ese momento, la puerta se abrió y Kiara entró con una bandeja en las manos.
—Le traje gelatina, pero creo que me adelanté —dijo con una sonrisa amable.
Cole la miró, y por primera vez en mucho tiempo, notó el brillo en sus ojos. Había estado ahí todo el tiempo.
A él también le gustaba Kiara, pero estaba casado y decidió olvidarse de ella; se quedó siempre como la gran amiga de su mujer y él supo quedarse en su lugar. Supó mantener la distancia.
—Hola, Kiara.
Ella dejó la bandeja sobre la mesa y se acercó a él con suavidad.
—Cole, lamento mucho lo que ha pasado... Pero sé que eres fuerte. Y tu hijo también lo es.
Él asintió, sin fuerzas para decir más. Kiara se giró hacia Evelyn y le dio un apretón en el brazo.
—¿Por qué no vas a casa a descansar un poco? Yo me quedaré aquí con él.
Evelyn dudó, pero al final accedió.
—Tienes razón, necesito una ducha. Volveré en unas horas.
Cuando Evelyn salió, Kiara y Cole se quedaron en silencio, observando al niño dormido. Entonces, ella hizo algo inesperado: tomó la mano de Cole y la apretó con ternura.
—No tienes que cargar con todo esto solo, Cole —susurró—. Yo estoy aquí. Siempre he estado aquí.
Él apartó la mano con suavidad y se puso de pie.
—Gracias, Kiara. De verdad. Pero ahora mismo mi prioridad es mi hijo.
Kiara sostuvo su mirada, y en sus ojos había algo más. Algo a lo que él no hizo ni caso.
—Lo entiendo. Pero eso no cambia lo que siento.
Cole sintió un nudo en el estómago.
—No hablemos de eso ahora.
Ella sonrió, pero sus ojos brillaban, con esa chispa y mirada picarona.
—Está bien. Pero algún día, tendrás que hacerlo.
Cole no respondió. Se limitó a mirar a su hijo, sintiendo que el mundo a su alrededor se volvía cada vez más complicado.
Cole se pasó una mano por la nuca, sintiendo la tensión y el dolor de cabeza que tenía. Eran muchos días sin descansar, muchas noches enteras sin poder dormir. No podía permitirse distracciones en este momento. Su hijo era lo único que le importaba.
—Voy a buscar un café —dijo de repente, queriendo poner distancia entre él y Kiara.
Ella asintió con una sonrisa comprensiva, pero cuando Cole salió de la habitación, su expresión se volvió extremadamente seria.
Afuera, en el pasillo del hospital, Cole respiró hondo. Se apoyó contra la pared y cerró los ojos. Su mente no dejaba de regresar a Emma. ¿Cómo estaría? ¿Se habría dado cuenta de que algo no encajaba en su apresurada salida?
Sacó el teléfono del bolsillo y se quedó mirando la pantalla. Ningún mensaje. Ninguna llamada.
Antes de poder decidir si debía escribirle, la voz de su madre lo sacó de su ensimismamiento.
—Hijo, ven. Tenemos que hablar.
Evelyn se veía cansada, pero su mirada era directa. Cole asintió y la siguió hasta una sala de espera vacía.
—¿Qué pasa, mamá?
Ella unió las manos sobre su regazo y suspiró.
—Sabes que quiero lo mejor para ti. Para mi nieto. Y creo que ha llegado el momento de que pienses en el futuro.
Cole subió una ceja.
—¿A qué te refieres?
—A Kiara.
Cole cerró los ojos un segundo antes de dejar escapar un suspiro.
—Mamá…
—Escúchame —lo interrumpió Evelyn. Ella ha estado aquí desde el principio. Me ha apoyado, ha cuidado a tu hijo como si fuera suyo. Es una mujer maravillosa.
Cole pasó una mano por su rostro.
—Lo sé. Y le estoy agradecido. Pero eso no significa que…
—¿Que puedas amarla? —Evelyn lo miró con ternura. Hijo, sé que perdiste a Grace, pero la vida sigue. No puedes quedarte estancado en el pasado.
Cole sintió una punzada en el pecho.
—No es eso, mamá. Es que…
Evelyn entrecerró los ojos, analizándolo.
—Es otra mujer, ¿verdad?
Cole apretó la mandíbula.
—No tiene sentido hablar de esto ahora.
Pero su madre ya lo había entendido.
—¿Quién es, ella? No digas nada, una madre se da cuenta de todo.
Él se pasó una mano por el cabello y miró hacia la ventana. La imagen de Emma apareció en su mente como un relámpago. Su risa, su terquedad, su manera de desafiarlo.
—No importa —dijo al final. Lo importante ahora es mi hijo.
Evelyn suspiró y asintió.
—De acuerdo. Pero quiero que pienses en lo que te he dicho.
Cole no respondió. Se levantó y salió de la sala. Necesitaba espacio. Aire.
Cuando regresó a la habitación, Kiara estaba sentada junto a la cama de su hijo, acariciando su cabello con dulzura.
—Te extrañaba cuando estabas fuera —susurró ella. Pero ahora ya estás aquí. Y todo estará bien.
Cole sintió una punzada en el pecho. ¿Cuántas veces había ignorado lo que ahora mismo veía? ¿Cuántas veces Kiara le había mostrado lo que sentía por él?
Se aclaró la garganta, y ella se giró con una sonrisa.
—¿Me trajiste un café?
Cole parpadeó.
—Oh, lo olvidé.
Kiara soltó una risita.
—Te lo perdono. Pero solo porque sé que tienes muchas cosas en la cabeza.
Cole asintió y caminó hasta la cama de su hijo, acariciando su pequeña mano.
—Voy a hacer lo que sea necesario para que te recuperes, campeón.
Kiara se puso de pie y lo observó con ternura.
—No tienes que hacerlo solo. Estoy aquí contigo, Cole.
Él la miró, pero no dijo nada. Porque, en el fondo, sabía que no estaba solo. Y eso lo aterraba más de lo que quería admitir.
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suspense, amor inesperado del destino, decisiones difíciles.
Editado: 03.08.2025