Cole pasó la noche en el hospital, sentado en el sillón de la habitación de su hijo. El pequeño seguía dormido, con su cuerpecito conectado a monitores que pitaban suavemente. Cada vez que el sonido se volvía más intenso, su corazón se aceleraba de miedo, pensando en lo peor.
No podía perderlo.
Lo único que le daba fuerzas era ver la imagen de su niño despierto, sonriendo, y diciéndole que todo estaría bien.
Se levantó y se acercó a la cama, acariciando con suavidad el cabello castaño de su pequeño.
—Voy a estar aquí cuando despiertes, campeón —susurró.
Un golpeteo suave en la puerta lo sobresaltó.
Era Kiara.
Vestía un conjunto sobrio, pero aún así elegante. Su cabello caía en ondas sobre sus hombros y traía dos cafés en la mano.
—Pensé que te vendría bien un poco de cafeína —dijo con una sonrisa dulce.
Cole tomó el vaso que le ofrecía, aunque no bebió al momento.
—Gracias.
Kiara miró a su hijo con ternura.
—Los médicos dicen que está estable. Su cuerpo solo necesita tiempo para recuperarse. Pero todo saldrá bien, ya lo verás.
Cole asintió.
—Lo sé. Solo… odio verlo así…
Kiara suspiró y se apoyó en la pared, observándolo.
—¿Sabes? Grace solía decir que eras el hombre más fuerte que conocía.
Cole sintió un cosquilleo al escuchar el nombre de su esposa fallecida.
—No me siento tan fuerte ahora.
Kiara dejó el café sobre una mesa cercana y dio un paso hacia él.
—Cole… No tienes que hacerlo todo tú, solo. Ya sabes que estoy aquí para lo que me necesites.
Él la miró, y en sus ojos vio algo que le preocupó.
—Kiara…
Ella no le dejó terminar.
—Siempre te he querido, Cole. Incluso cuando no debía.
Cole sintió un golpe en su pecho. Sabía que Kiara tenía sentimientos por él, hacía mucho tiempo, pero nunca había sido tan directa.
—No es el momento…
—¿Y cuándo lo será? —preguntó ella en bajo. Estoy aquí, siempre he estado aquí. Sé que amas a otra mujer, pero ella no está ahora. Yo sí.
Se acercó más, lo suficiente para que Cole sintiera su perfume.
Él apartó la mirada.
—No quiero lastimarte, Kiara.
—Entonces no lo hagas —susurró, en su oído, rozando sus dedos con los de él.
El contacto fue deseado, pero Cole retrocedió.
—Necesito pensar.
Kiara lo miró con tristeza.
—No tardes demasiado, Cole. Algunas oportunidades no esperan para siempre y no se repiten, solo pasan una vez en la vida.
Dicho eso, tomó su café y salió de la habitación, dejando a Cole con el corazón latiendo a mil por hora.
Se pasó la mano por el cabello y suspiró.
No podía negar que Kiara representaba una opción… pero en su mente, de momento solo había un nombre repitiéndose.
Emma.
Y tenía que decidir antes de que fuera demasiado tarde.
Pensando en su hijo, no solo quería una buena mujer junto a él, quería una buena madre para su pequeño; eso era lo más importante.
El sonido de los tacones de Kiara se escuchaban menos al alejarse por el pasillo del hospital, pero la tensión quedó en el silencio de la habitación. Cole se pasó las manos por su rostro.
No podía negar que Kiara era una mujer increíble, impresionante, con un cuerpo espectacular y además a su favor, ya que le encantan los niños... La conoce hace años y sabe cómo es, pero su corazón estaba en otro lugar.
En otra ciudad.
Con otra persona.
Emma.
Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando la enfermera entró para revisar los signos vitales de su hijo. Él se levantó y observó el procedimiento con atención, aunque su mente seguía con la conversación y en el momento con Kiara.
—Se mantiene estable, señor Mitchell —dijo la enfermera con una sonrisa amable. Su hijo es fuerte. Se recuperará, ya lo verá.
—Sí… —murmuró Cole. Lo es.
Se quedó sentado junto a la cama del niño, viendo cómo respiraba tranquilamente. Le acarició la manita con ternura, sintiendo una opresión en el pecho.
Tenía que enfocarse en lo importante.
En su hijo.
Y en cómo salir de ese jaleo emocional que amenazaba con darle más problemas de los que ya tenía.
Horas más tarde, Cole salió del hospital para despejarse un poco. Caminó sin rumbo fijo por las calles de Dallas hasta llegar a un pequeño parque.
Se sentó en un banco y sacó su teléfono.
Quería llamarla.
Quería escuchar su voz.
Pero no podía. No ahora.
No era el momento.
En su lugar, abrió la galería de su móvil y comenzó a deslizar las fotos. Ahí estaba Emma, con su sonrisa radiante, con su mirada llena de vida.
Le dolía estar lejos de ella.
Ella le había devuelto la sonrisa, le había devuelto las ganas de ser él, nuevamente.
De repente, una notificación apareció en la pantalla.
Un mensaje de Kiara.
"Si necesitas hablar, estoy aquí".
Cole cerró los ojos un momento y luego apagó el teléfono.
No podía enredarse más.
Tenía que aclarar su cabeza antes de tomar cualquier decisión.
Y la decisión no era fácil.
Esa noche, cuando volvió al hospital, su madre estaba en la habitación junto a su nieto. Evelyn levantó la vista al verlo entrar.
—Te ves agotado.
—Estoy bien, mamá.
Evelyn se cruzó de brazos, mirándolo fijamente.
—Kiara ha estado aquí todo el día. Se preocupa mucho por ti.
Cole suspiró.
—Lo sé. Pero…
—¿Pero qué? —Evelyn inclinó la cabeza. Es una buena mujer, Cole. Ha estado con nosotros desde que Grace murió. Se desvive por este niño.
—No dudo de eso —dijo él, frotándose la nuca. Solo que mis sentimientos son… complicados.
Su madre le tomó la mano con ternura.
—Hijo, la vida no siempre nos da segundas oportunidades. A veces hay que tomarlas antes de que se nos escapen.
Cole apretó los labios.
—Lo sé, mamá. Solo necesito tiempo.
Evelyn suspiró y le acarició la mejilla.
—Solo espero que, cuando tomes una decisión, no sea demasiado tarde y sea la más correcta.
Las palabras se quedaron grabadas en su mente. Cole se sentó junto a la cama de su hijo, sintiendo todo el peso del mundo sobre su espalda.
¿Y si Evelyn tenía razón?
#1688 en Novela contemporánea
#10015 en Novela romántica
suspense, amor inesperado del destino, decisiones difíciles.
Editado: 03.08.2025