Amor Salvaje

Capítulo 58º Entre la culpa y el deseo.

Cole no había pegado ojo en toda la noche. Se quedó junto a la cama de su hijo, observando cada leve movimiento, cada respiración pausada. Su pequeño era un guerrero, y aunque los médicos decían que estaba estable, el miedo no lo abandonaba.
Amaneció con un dolor de cabeza tremendo y el corazón oprimido. Cuando salió de la habitación para buscar un café, Kiara estaba en el pasillo, esperándolo con dos vasos en la mano.
—Sabía que lo necesitarías. —Le extendió uno con una sonrisa dulce.
—Gracias —dijo él, aceptándolo con cierta incomodidad.
Kiara ladeó la cabeza, evaluándolo con la mirada, de arriba a abajo..
—No has dormido nada, ¿verdad?
—No mucho.
Ella, le tocó el brazo con suavidad.
—Cole… deberías descansar un poco. Tu hijo te necesita fuerte. Así, no le serviras de mucho. Debes cuidarte y descansar.
Él, no dijo nada. Sabía que tenía razón, pero la culpa no lo dejaba moverse de ahí. El remordimiento de no haberlo cuidado, pero si haberlo dejado abandonado con su abuela, lo estaba volviendo loco.
—Evelyn está adentro con él —continuó Kiara—. ¿Por qué no vas a casa un rato? Date una ducha, come algo.
Cole exhaló lentamente. Quizás un par de horas fuera del hospital le vendrían bien.
—Está bien —accedió al fin—. Pero si pasa algo…
—Te llamo de inmediato —lo interrumpió ella con una sonrisa tranquilizadora.
Cole le sostuvo la mirada por un momento. Kiara siempre estaba ahí, siempre dispuesta, siempre atenta. Cualquier otro hombre se sentiría afortunado de tener a alguien así a su lado.
Pero su corazón seguía en otro lugar.
Cuando llegó a su casa, el silencio le dío tranquilidad. Se dejó caer en el sofá y cerró los ojos, pero en cuanto lo hizo, la imagen de Emma apareció en su mente.
¿Qué estaría haciendo en ese momento?
¿Lo extrañaba?
Le dieron ganas de llamarla, de escuchar su voz.
Pero no podía. Y mucho menos ahora, y en la distancia.
Se levantó y se dirigió al baño. El agua caliente alivió un poco la tensión de sus músculos, pero su mente seguía enredada en sus pensamientos, esos que no le dejaban respirar tranquilo.
Al salir, encontró su móvil vibrando sobre la mesa.

Kiara.
Se paró, un poco antes de contestar.
—¿Pasó algo?
—No, tranquilo —respondió ella—. Solo quería asegurarme de que estabas bien.
Cole pasó una mano por su cabello húmedo.
—Sí, estoy bien.
—Bien. —Hubo una pausa—. ¿Quieres que pase por ahí y te lleve algo de comer?
—No, Kiara. Estoy bien.
Ella suspiró.
—De acuerdo… pero si necesitas algo, sabes que estoy aquí.
—Lo sé. Gracias.
Colgó la llamada y dejó el teléfono en su mano derecha.
La sombra de la culpa, no lo dejaba vivir.
Porque en el fondo, sabía que estaba lastimando a alguien.
Solo que aún no estaba seguro de a quién.

Cole se quedó mirando el teléfono unos segundos más antes de dejarlo en la mesa. Se pasó la mano por el rostro y suspiró. La presión en su pecho no desaparecía, y aunque intentaba convencerse de que todo estaba bajo control, la verdad era otra, totalmente distinta.

Se levantó del sofá y se acercó a la ventana. La ciudad de Dallas seguía su curso, con su tráfico incesante y su gente corriendo de un lado a otro. Pero en su interior, Cole sentía que el tiempo se había detenido desde el momento en que vio a su hijo en esa camilla. Desde que llegó a Dallas.

Ya nada era como antes, todo había cambiado demasiado.

Desde su vida tranquila en el rancho, rodeado de tierras y caballos, alejado de los ruidos y de la gente. A vivir en esta nueva vida, una vida que le aterraba si su hijo no salía adelante, las explicaciones a Emma de todo lo que no se había atrevido a contarle, Kiara nuevamente en su vida tras él, acorralándolo sin piedad, sabiendo que ahora era más fácil convencerlo y manejarlo.Todo eso era lo que odiaba Cole, de sí mismo.

De pronto, su móvil volvió a sonar. Esta vez, el nombre en la pantalla lo dejó helado.

Emma.

Su corazón le palpitó fuertemente. Dudó un segundo antes de contestarla.

—Emma…

—Hola, Cole.

Su voz era muy suave y hablaba muy bajito y, por alguna razón, eso le puso nervioso.

—¿Estás bien? —preguntó de inmediato.

—Sí, solo… solo quería escucharte.

Cole cerró los ojos. La extrañaba tanto que le dolía.

—También quería saber cómo estabas tú. ¿Todo bien en Dallas?

Hubo un silencio breve antes de que él respondiera.

—Sí… todo bien.

La mentira le pesó como una losa de gran tamaño, pero no podía decirle la verdad. No ahora.No era el momento y quería explicárselo todo en persona.

—¿Y tú? ¿Cómo va todo en Canadá?

—Igual. Frío, nieve, Daniel molestando… ya sabes, lo de siempre.

Cole con una sonrisa cansada...

—¿Ha intentado algo nuevamente?

—Nada fuera de lo normal, pero no me fío de él. Ya sabes, estoy deseando solucionarlo todo, de una vez por todas.

Cole odiaba la distancia, odiaba no estar ahí para protegerla.

—Volveré pronto —le dijo, y aunque quería que fuera cierto, no tenía ni idea de cuándo podría cumplir esa promesa.

—Lo sé —susurró ella.

Se quedaron en silencio unos segundos, escuchando la respiración del otro.

—Te extraño —dijo Emma al fin.

Cole sintió un nudo en la garganta.

—Yo también, amor.

Hubo una pausa antes de que Emma soltara una risita suave.

—¿Sabes? Me siento como una adolescente diciendo esto, pero… me gusta escucharte decirlo.

Cole sonrió.

—Pues te lo diré cuantas veces quieras.

Emma suspiró.

—Cuídate, ¿ok?

—Tú también, mi vida.

Colgaron, pero Cole se quedó mirando la pantalla unos segundos más. Sentía una fuerte punzada en el pecho, como si algo no estuviera del todo bien.

No se quedó tranquilo, después de hablar con ella, la puerta sonó.

Suspiró y fue a abrir.

—Kiara —dijo al verla ahí, sosteniendo una bolsa con comida.




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