Emma se despertó con el sonido del viento silbando contra las ventanas. Se estiró perezosamente entre las sábanas y miró la hora en su teléfono. Las 7:00 a.m.
Suspiró. Otra mañana fría y solitaria.
Desde que Cole se había ido a Dallas, los días se sentían más largos, las noches más frías. Intentaba mantenerse ocupada, pero a su mente siempre volvía él.
Se levantó y se puso su grueso suéter de lana antes de bajar a la cocina. Encendió la cafetera y mientras esperaba, se quedó mirando por la ventana. El paisaje nevado era hermoso,era como una postal de Navidad con los pinos repletos del manto blanco,de la nieve que no dejaba de caer, pero en su interior se sentía inquieta nerviosa...Ni la música la relajaba.
Después de desayunar, se puso unas botas gruesas y una bufanda antes de salir. Había decidido ir al pueblo a hacer algunas compras y despejarse un poco.
Le llevaría al menos cuarenta minutos de carretera de hielo para ir y otros tantos para regresar, pero Cole no se había llevado su ranchera, la que le trajo Mike tiempo atrás, y necesitaba llenar la nevera y traer enseres para otro mes más.Y así también se encontraría más entretenida, lo hacía encantada.
El pequeño café en la esquina era su parada obligatoria. Se sentó junto a la ventana con un capuchino caliente entre las manos y sacó su libreta para hacer una lista de cosas pendientes.
Justo cuando estaba anotando “llamar a Cole” (aunque sabía que él probablemente estaría ocupado), una voz la sacó de sus pensamientos.
—¿Pensativa tan temprano?
Emma levantó la vista y vio a Olivia, la dueña del café, mirándola con curiosidad.
—Digamos que tengo mucho en la cabeza —respondió con una sonrisa.
Olivia se sentó frente a ella sin preguntar.
—Déjame adivinar. ¿Es sobre ese hombre atractivo con el que viniste?
Emma se rió.
—¿Soy tan obvia?
—Querida, cuando alguien mira su teléfono cada cinco minutos con la esperanza de recibir un mensaje, es bastante evidente.
Emma suspiró y removió su café con la cuchara.
—Se tuvo que ir por unos días… cosas familiares.
—¿Y tú te quedaste aquí, esperándolo?
Emma se lo afirmó.
Olivia se inclinó un poco más.
—Mira, cariño, no quiero meterme donde no me llaman, pero… a veces los hombres se van y no vuelven.
Emma la miró con las cejas arqueadas.
—Cole no es así.
—Espero que no —respondió Olivia con un encogimiento de hombros—. Pero a veces la vida tiene otros planes, y suele ocurrir.
Emma sintió un escalofrío recorrer su cuerpo.
Después de despedirse de Olivia, salió del café con una sensación extraña en el pecho.
El día pasó entre compras, llamadas a su abogada para avanzar con el problema de su ex y largas caminatas por la nieve. Pero al final del día, cuando volvió a la cabaña, se metió en la cama, y la soledad volvío a ser su compañera por completo.
Y lo peor era que no sabía cuánto más podría soportarlo.
A la mañana siguiente se dio un buen baño con agua caliente,y se hizo un buen desayuno.
Puso la música en alto e hizo limpieza en toda la cabaña, así estuvo toda la mañana ocupada.
La nieve caía en silencio sobre la cabaña cuando Emma se acomodó en el sofá con una manta gruesa y una taza de té caliente. Se suponía que debía relajarse, pero su mente no paraba de divagar.
Miró su teléfono, esperando un mensaje de Cole. Nada.
Suspiró y lo dejó sobre la mesa. No podía seguir así, pendiente de alguien que tenía su propia vida lejos de ella. Necesitaba distraerse, hacer algo productivo.
Se puso de pie y encendió la chimenea. Tal vez leer un libro la ayudaría a despejarse. Pero justo cuando tomó una novela de la estantería, escuchó un golpe en la puerta. ¿Quién vendría a visitarla a estas horas?
Cuando abrió, se encontró con Olivia, la dueña del café, sosteniendo una botella de vino en una mano y una caja de pizza en la otra.
—Dime que no has cenado aún —dijo con una sonrisa traviesa.
Emma se echó a reír y la hizo pasar.
—¿Cómo supiste que necesitaba compañía? Y... ¿Qué vivía aquí? No creo habértelo comentado.
—Querida, el amor se te nota en la cara. Y cuando ese amor está lejos, la tristeza acompaña.Y las lenguas en los pueblos tan pequeños son largas, y se oyen comentarios y más de forasteros, por eso sé que vives aquí.
Emma aceptó la copa de vino que Olivia le ofrecía.
—No es que esté triste… Solo me cuesta estar aquí sin él.
—Entonces, dime algo —dijo Olivia mientras tomaba un pedazo de pizza—. ¿Qué harás si él tarda más en volver? ¿Te quedarás esperando eternamente?
Emma se quedó en silencio por un momento.
—No lo sé —admitió—. Supongo que sí.
Olivia levantó una ceja.
—No me malinterpretes, cariño, pero esperar a un hombre nunca es un buen plan. Sobre todo si ni siquiera sabes si él siente lo mismo que tú.
Emma sintió un nudo en el estómago.
—Cole me quiere —murmuró, más para convencerse a sí misma que a Olivia.
—¿Y te lo ha dicho? —preguntó su amiga.
Emma se quedó en silencio.
Sí, Cole era cariñoso, protector, increíblemente atento… Pero no le había dicho que la amaba.
—Mira, Emma —continuó Olivia, apoyando su mano sobre la suya—. No quiero desanimarte, pero mientras él está en Dallas, tú sigues aquí, sin saber qué pasa realmente. Solo quiero que recuerdes que tu vida no gira en torno a un hombre.
Emma tragó saliva.
—¿Y qué sugieres que haga?
Olivia sonrió y levantó su copa de vino.
—Para empezar, vivir. Sal, conoce gente, diviértete. Y si él vuelve, entonces sabrás si realmente quiere estar contigo.
Emma sonrió y chocó su copa contra la de Olivia.
—Tienes razón. Es hora de que me recuerde a mí misma quién soy.
Y por primera vez en días, se sintió un poco más liberada.
Emma pasó el resto de la noche con Olivia, riendo, bebiendo vino y recordando que aún era una mujer con sueños, con metas propias, más allá de su historia con Cole. Cuando su amiga se marchó, se quedó mirando el fuego en la chimenea, y reflexionando.
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suspense, amor inesperado del destino, decisiones difíciles.
Editado: 17.04.2025