Los días pasaban lentos. La cabaña se sentía más grande, más vacía... más fría. Emma se aferraba a su rutina diaria para no pensar demasiado, pero por más que intentaba distraerse, cada rincón le recordaba a él.
Las tazas de café seguían siendo dos.
El sillón seguía teniendo su lado hundido.
Y por las noches, su lado de la cama seguía intacto.
Emma suspiró profundamente mientras removía una sopa en la cocina. La nieve caía con suavidad tras la ventana, y el silencio seguía siendo su única compañía.
—¿Desde cuándo me duele tanto echar de menos? —se murmuró para sí misma.
Una sorpresa llegó a la cabaña.
Fue entonces cuando Evelyn apareció por detrás, con su abrigo aún puesto y el pelo revuelto por el viento. La mujer se acercó con una sonrisa cálida y una mirada que hablaba por sí sola.
—¿Te puedo hacer compañía? —preguntó con voz serena.
Emma estuvo de acuerdo y le sirvió una taza de té caliente. Se sentaron frente al fuego —ese que tanto se resistía a encender sin Cole— y se quedaron un momento en silencio.
—¿Sabes? —comenzó Evelyn. Nunca imaginé que tú... podrías hacerle tanto bien a mi hijo.
Emma alzó la vista, sorprendida.
—¿A qué te refieres?
—Cole siempre fue reservado. Incluso cuando estaba con Grace, había una parte de él que se mantenía siempre lejos, como si temiera entregarse del todo, darlo todo, a pesar de quererla tanto y ser feliz. Pero contigo... contigo es distinto. Lo vi en su mirada, en cómo te toca, en cómo se le ilumina el rostro cuando le hablas.
Emma se sonrojó y desvió la mirada.
—Yo también lo quiero, más de lo que debería… porque no sé lo que él verdaderamente siente por mí, y eso me asusta. Muchísimo.
Evelyn la tomó de la mano con delicadeza.
—El amor verdadero siempre da miedo. Porque no hay nada seguro. Porque sabes que si lo pierdes, duele como un demonio, como un alma perdida en la nada. Pero también… también vale la pena, cuando amas de verdad.
Emma apretó los labios. Quería creer en esas palabras, pero la distancia y la ausencia de Cole la notaba, como una herida que no terminaba de cerrar. Le dolía cada día que estaba sin él.
—¿Y tú? —preguntó Emma, cambiando de tema. ¿Alguna vez tuviste miedo de amar?
Evelyn rió suavemente, con nostalgia en sus recuerdos.
—Mucho. Mi esposo fue mi primer amor… y mi única locura. Cuando murió, pensé que jamás podría volver a querer a nadie. Y no lo hice. Pero aprendí a amar diferente. A través de mi hijo. A través de... Y ahora, Emma… a través de ti. Porque si tú haces feliz a Cole, entonces yo también soy feliz.
Emma sintió un nudo en la garganta. No sabía qué decir, solo podía agradecérselo con una sonrisa.
Evelyn se puso de pie y acarició su hombro.
—No pierdas la fe. Cole regresará pronto. Y cuando lo haga, será para quedarse.
Evelyn se retiró a descansar a una de las habitaciones de la cabaña.
Cuando se quedó sola de nuevo, Emma se puso a llorar. No de tristeza, sino de esperanza. Quizás el amor verdadero sí podía con todo. Incluso con la distancia.
Y justo cuando se tumbó en el sofá, abrazando el cojín que aún olía a él, sonó su teléfono.
Un mensaje.
De él.
"Te echo tanto de menos que me duele respirar. Pronto estaré a tu lado. Pronto, mi amor".
Emma sonrió entre las lágrimas que caían por sus mejillas.
—Vuelve pronto, Cole… vuelve junto a mí.
Emma no podía dejar de mirar la pantalla. El mensaje de Cole era corto, pero tenía tanto dentro... Lo leyó una vez más.
"Te echo tanto de menos que me duele respirar. Pronto estaré a tu lado. Pronto, mi amor".
Apretó el teléfono contra su pecho, cerrando los ojos. Un suspiro se escapó de sus labios y, sin pensarlo demasiado, marcó su número. No sabía si contestaría, pero necesitaba escuchar su voz, aunque fuera por unos segundos.
—Emma —dijo él, al primer tono.
Ella se quedó sin palabras por un instante, tragando saliva.
—Cole… —murmuró. ¿Estás bien?
—Ahora sí. Te escucho y todo mejora para mí.
Emma sonrió entre lágrimas; aún tenía esas gotas sobre su rostro sin limpiar, a pesar de tener el pañuelo en la mano.
—Te echo tanto de menos que no sé ni cómo seguir. Esta casa está vacía sin ti. Yo… yo estoy vacía sin ti.
Del otro lado, Cole guardó silencio unos segundos.
—¿Sabes por qué no te lo dije antes? —su voz sonaba sincera, sin la coraza que siempre llevaba puesta. Porque tenía miedo. Miedo de que esto fuera demasiado bueno para ser verdad. Emma, tú eres mi verdad, tú eres mi vida.
Las lágrimas aún le cayeron más, pero Emma lloraba en silencio, como si sus palabras curaran la herida que llevaba abierta desde que se fue. Desde su marcha inesperada a Dallas, sin ninguna explicación.
—Te necesito, Cole. No como en los cuentos de hadas, sino... de verdad. Te necesito para respirar, para dormir tranquila, para reír otra vez, para vivir.
—Te prometo que volveré pronto —respondió con la voz decidida. Y cuando lo haga, no me alejaré nunca más. Esta vez será para siempre.
Se quedaron en silencio unos segundos...
—Duerme, mi amor —susurró él. Estoy contigo, aunque no me veas ahí.
—Te amo, Cole.
—Y yo a ti, mucho más de lo que tú imaginas.
Emma apagó la llamada con una sonrisa y sus labios temblorosos, abrazada al teléfono como si pudiera fundirse con él. Cerró los ojos y, por primera vez desde que se marchó, esa noche durmió tranquila.
Sus palabras la relajaron muchísimo, porque ella confiaba mucho en él.
En algún rincón del mundo, Cole también cerraba los ojos… con el alma anclada a ella.
Evelyn se quedó durante un par de días para pagar a los propietarios de la cabaña y comprar algunos productos caseros del pueblo cercano para llevárselos a Dallas.
En esos dos días disfrutó de la compañía de Emma y la conoció un poco más.
Pero luego regresó nuevamente a Dallas; sin embargo, en esos días no volvió a mencionar a su hijo.
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suspense, amor inesperado del destino, decisiones difíciles.
Editado: 03.08.2025