El viento soplaba suavemente esa mañana. Las hojas bailaban a su ritmo y el cielo tenía ese azul intenso, sin ninguna nube que invitaba a pasear. Emma salió de casa con una taza de café entre las manos y una sonrisa de oreja a oreja. No era inmensamente feliz, pero sentía paz. Y después de todo lo que había vivido, eso ya era una gran victoria.
La cafetería estaba tranquila. Era temprano y los primeros clientes llegaban con tranquilidad y con ganas de tener grandes conversaciones entre ellos. Ella saludaba a todos con un "buenos días" y una gran energía.
Hasta que sonó la campanita de la puerta.
Un escalofrío le recorrió todo su cuerpo sin entender por qué. Se giró con el corazón a cien por hora, pero no era Cole. Era un hombre alto, de mirada seria y traje elegante. Emma arqueó una ceja al verlo acercarse directamente al mostrador.
—¿Emma Davis? —preguntó, con una voz profunda.
—Sí, soy yo... —respondió con cautela, mientras dejaba la jarra de café sobre el calentador.
El hombre sacó una tarjeta del bolsillo interior de su elegante chaqueta.
—Mi nombre es Alan Reed. Trabajo para una editorial en Houston. Hemos leído su artículo. Nos interesa conocer más de su historia.
Emma lo miró sin entender. Estaba como en una nube.
—¿Mi historia? Solo fue un artículo…
Alan apenas sonrió.
—Las mujeres que escriben desde el corazón logran lo que miles de palabras técnicas no pueden conectar. Queremos ofrecerle la oportunidad de publicar una serie de columnas... o incluso algo mejor, un libro, si se anima.
El corazón de Emma se aceleró. ¿Un libro? ¿Ella?
—¿Por qué ahora? ¿Por qué yo?
—Porque necesitamos más palabras reales. Y la suya tiene el tipo de verdad que llega a los lectores, y lo más importante, a los corazones.
No supo qué decir. Le temblaban las manos. Apenas alcanzó a asentir mientras guardaba la tarjeta en el bolsillo de su delantal.
Cuando el hombre se marchó, Emma fue al baño, se miró en el espejo y respiró hondo.
Estaba sucediendo. Estaba reconstruyendo su vida con sus propias manos.Con su propia lucha.
Esa tarde, al salir del trabajo, decidió caminar en lugar de tomar el autobús. El campo a lo largo se extendía en tonos dorados, había llovido suavemente y el aire olía a tierra húmeda.
Y de repente, una camioneta blanca se detuvo a unos metros de ella.
Emma se paro en seco. Su corazón empezó a latir con una fuerza que la dolía.
La puerta del conductor se abrió.
Y entonces, lo vio.
Cole.
Parado frente a ella.
Con el rostro demacrado y las ojeras de no dormir, ni descansar... Con la mirada más vulnerable que jamás había visto en él.
—Emma... —dijo.
Ella se quedó inmóvil. No sabía si estaba soñando o viviendo una escena salida de alguna de las historias que solía escribir.
—¿Qué estás haciendo aquí? —logró preguntar.
—Buscándote.
—No deberías haber venido —dijo Emma, sin moverse.
—Lo sé —respondió él, dando un paso hacia ella—. Pero no podía quedarme sin verte.
Emma sintió un nudo en el pecho.
—No digas eso...
—Es la verdad. Y también es verdad que no dejo de pensar en ti, desde que me fui. Sé que no merezco una segunda oportunidad, pero...
—Pero aquí estás —lo interrumpió ella, con lágrimas acumulándose en sus ojos.
Cole la miró.
—Aquí estoy.
Y en ese instante, Emma no supo si abrazarlo, gritarle, o simplemente llorar..
—¿Qué estás haciendo aquí, Cole? —preguntó, de nuevo.
—Necesitaba verte.
Ella apretó los labios.
—Tú decidiste quedarte con tus secretos y seguir con tu vida en Dallas. Yo decidí alejarme de ellos.
Cole bajó la mirada, respirando profundamente.
—Sé que te hice daño. Y no estoy aquí para justificarme. Solo... no podía quedarme sin saber si estabas bien.
Emma sintió un escalofrío. Su instinto gritaba que había mucho más detrás de esa mirada triste, de esas palabras comedidas.
Pero no era su deber sacárselo a la fuerza.
—Estoy bien. Estoy intentando salir adelante en mi vida.
Él se acercó más.
—Lo veo. Y me alegra.
—¿Eso era todo?
Cole vaciló.
—Por ahora... sí.
Ella lo miró con el corazón encogido, sabiendo que ese "por ahora" abría una puerta que no estaba segura de querer cruzar.
Pero también sabiendo que ella aún no había dicho su última palabra.
Ahora se encontraba muy bien, en un pequeño pueblo, con una vida relajada, con su trabajo en la cafetería y su pequeña casa, un hogar acogedor, donde el relax le permitía escribir, donde sus emociones y sentimientos contaban todo lo que ella llevaba dentro de sí misma.
Escribiendo columnas en un periódico en el cual también publicaba fotografías, así de nuevo regresaba más que nunca a la profesión que había estudiado y que adoraba, su vida estaba regresando a la realidad y tomando un rumbo en el cual se sentía bien y cómoda.
Ahora compartía su vida con su fiel y amoroso Elvis.
¿ Por qué, debía complicarsela?
¿ Acaso ella, no tenía derecho a ser feliz?
Además Cole seguía sin ser completamente sincero con ella, y eso era uno de los motivos por los cuales Emma sentía que...posiblemente lo suyo con Cole fue una aventura, una experiencia más en la vida.
A lo mejor, no estaba escrito en su destino...y ella no iba a forzarlo.
Si tenía que ser, pues bien, todo se iría solucionando poco a poco, nada de prisas.
Antes si, ahora no lo veía de la misma manera, ni pensaba igual.
Y sino tenía que ser para ella, y se marchaba nuevamente, ella no iba a correr detrás de Cole, lo mejor era olvidarse de él.
Emma sabía lo que quería en su vida, lo amaba si, pero no al precio del sufrimiento.
Él tenía cosas que decirle y también que demostrarle, y ella le iba a dar el tiempo que necesitara, pero...no toda la vida.
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suspense, amor inesperado del destino, decisiones difíciles.
Editado: 30.04.2025