Emma no sabía cómo explicar lo que sentía. Desde su llegada al pueblo, Álvaro se había convertido en una persona imposible de olvidar. No solo por su físico impresionante y esa seguridad desbordante que traía con él, sino por la manera en que la miraba. Lo bien que se sentía junto a él, la gracia que le hacía su acento andaluz; le parecía un chico diferente, tranquilo pero con esa alegría, muy cercano y una persona muy transparente, con las ideas muy claras.
Era lunes por la mañana y el aire fresco entraba por las ventanas de la cafetería. Emma preparaba café, pero su mente estaba en otra parte. En él. En su sonrisa ladina, en su forma de hablar con ese acento español que le hacía sentir mariposillas en el estómago.
—Buenos días, Emma —dijo él, desde la puerta.
Ella levantó la vista y allí estaba Álvaro. Con una camiseta blanca ajustada que dejaba ver sus brazos marcados, unos vaqueros oscuros y esa sonrisa ligeramente torcida que se le clavaba en su mirada.
—Hola —respondió.
Él se acercó al mostrador sin apartar la vista de ella.
—¿Puedo invitarte a cenar esta noche?
Emma se quedó sorprendida. No esperaba esa pregunta tan directa, ni tan pronto.
—¿Cenar?
—Sí —respondió él, apoyando los codos en la barra. Solo tú y yo. Nada de caballos, ni de café, ni de nadie más. Te prometo que no te arrepentirás.
Emma no supo qué responder de inmediato. Su corazón latía con fuerza, pero en su mente todavía estaban los recuerdos de Cole, de su historia juntos, de todo lo que habían vivido.
—No sé si es una buena idea...
—Entonces hagamos algo más sencillo —dijo Álvaro, bajando la voz. Un paseo. Por el bosque. Tú decides el lugar, la hora, lo que quieras. Solo quiero conocerte más.
Emma lo miró, sintiendo cómo sus barreras comenzaban a romperse. Como todo estaba cambiando. De la noche a la mañana, todo estaba nuevamente descolocándose. No sabía qué tenía ese hombre, pero la intrigaba demasiado. Hasta tal punto que su vida iba a cambiar nuevamente. Su destino estaba aquí, otra vez, para volver a poner su vida patas arriba.
—Está bien —aceptó en voz baja. Después del cierre.
Álvaro sonrió.
—Perfecto. Paso a recogerte.
A las ocho en punto, Álvaro estaba esperando fuera del local. Emma había cerrado una hora antes, con la excusa de que necesitaba descansar. Se cambió rápidamente y salió con una chaqueta ligera, lista para lo que fuera que ese paseo le trajera.
Caminaron por un sendero que bordeaba el río, con los últimos rayos del sol. Emma se sorprendió al descubrir lo fácil que era hablar con Álvaro. Le contó cosas de su infancia, de sus estudios de fotografía en Nueva York, de cómo había llegado al pueblo, de columnas que escribía en un periódico local...
Él también compartió su historia, nacido en Sevilla, domador de caballos desde los dieciocho, había recorrido varios países hasta instalarse en ese rancho cercano. Trabajaba con animales salvajes, entrenando potros difíciles, y parecía amar lo que hacía. Soltero y sin ningún hijo. Con treinta y cuatro años. Su familia reside en Sevilla; sus padres regentan un restaurante amplio y elegante que se dedica a los eventos. Es un gran cortijo rodeado de grandes olivos y paraje natural. Muy conocido en toda Andalucía, "Cortijo Esmeralda" en honor a su abuela y a su madre. Una de sus hermanas, Rebeca, de treinta años, es la relaciones públicas, y Estefanía, la pequeña de veinticinco años, es la chef, siguiendo los pasos de su abuela y su madre. Su padre, Álvaro, es el que se encarga de todo lo administrativo y de gestionar que todo vaya perfecto.
Su única novia y la que fue el amor de su vida, tras cinco años de relación, lo dejó porque interpuso su carrera de abogada criminalística, teniendo que trasladarse a Italia. Así que decidieron romper la relación y Álvaro decidió trasladarse y aceptar el trabajo en Texas.
—Nunca pensé que terminaría en un lugar como este —dijo él, deteniéndose junto a una roca. Pero cuando te vi aquella mañana, supe que algo importante iba a suceder aquí.
Emma sintió un nudo en la garganta. Él la miraba con intensidad, como si fuera la única mujer en el mundo.
—No sé si estoy lista... —admitió ella, bajando la mirada.
—No te estoy pidiendo que lo estés —le contestó Álvaro. Solo quiero conocerte. Sin prisa, sin nada de presión. Pero sí conocerte de verdad.
Luego siguieron caminando, sin tocarse, sin decir nada más.
Emma se quedó sorprendida; en un momento Álvaro le había contado su vida, abriéndose totalmente a ella. Jamás un hombre lo había hecho. Cole era uno de ellos; se fue sin ninguna explicación, sin decirle nada. No lo conocía del todo y su ex, su amor de juventud, al que supuestamente conocía, le engañó con otra mujer.
Álvaro era el único hombre que, sin preguntarle nada, lo había dicho todo. En el poco tiempo que se conocían, ya sabía mucho más de él que de Cole en tanto tiempo.
Cuando regresaron al pueblo, Álvaro se despidió con un beso en la mejilla. Emma entró a su casa con el corazón acelerado y un hormigueo por todo su cuerpo.
Se dejó caer en el sofá, abrazando a su pequeño chihuahua que corrió a recibirla. Acarició su lomo mientras sus pensamientos volaban entre el recuerdo de Cole... y la presencia adorable de Álvaro.
El viento soplaba fuera, agitando las ramas de los árboles. Pero la casa tenía esa tranquilidad, que ahora necesitaba para reflexionar. Emma supo que algo estaba cambiando. Dentro de ella. Dentro de su historia.
Porque Álvaro no era solo un hombre guapo. Era un giro inesperado en su vida. Y quizás... una nueva oportunidad.
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suspense, amor inesperado del destino, decisiones difíciles.
Editado: 03.08.2025