07.10.2017
Alba
Mis manos sudorosas y mis piernas temblorosas no son un buen augurio, ¡no otra vez! He hecho esto tantas veces que ya perdí la cuenta y, aun así, los nervios siempre terminan ganándome. Respira… ¿qué ves? Un montón de personas al lado mío preparándose para salir corriendo, como si fuese una competencia. ¡Es mucho verde! Cierra los ojos y concéntrate.
Imagino edificios ardiendo, cayéndose en pedazos; cadáveres por doquier, personas en el cielo luchando contra… ¿alienígenas?, un ruido ensordecedor hace que mis tímpanos exploten, siento como la sangre caliente brota de mis oídos. Es ahí cuando me doy cuenta que un bus escolar está por impactar nuestras cabezas y eso me hace reaccionar, escucho algo que parece ser una sirena y corro por mi vida, con el corazón saliéndose de mi pecho. Corro buscando refugio, sin saber bien a qué dirección ir, huyendo de la muerte y…
– ¡Corte! –escucho la voz del director por el megáfono y me detengo– Excelente, vamos a hacerlo una última vez, pero necesito que todos corran como si su vida dependiera de ello ¿sí? –está bien, puedo hacerlo de nuevo– ¡Regresen a sus posiciones!
Después de quince tomas más logramos contentar al director, pero mis piernas ahora temblaban por el cansancio y no encontraba a Eleonor en ninguna parte, ¡necesitamos regresar al hotel antes de que oscurezca más!
– ¡ALBA! –hablando del rey de Roma– ¡ATRÁS TUYO! –regreso a ver y sigo sin encontrarla, ¿de verdad es así de pequeña?
Intento pasar entre la gente, disculpándome, mientras me acerco cada vez más hacia su voz.
– …y si me vuelves a pisar te juro por mi abuela Jimena que te parto tu madre– la escuché amenazando a un pobre gringo que parecía no entender ninguna palabra y se alejó indiferente.
– Deberías dejar de amenazar a la gente en español –le sugerí amablemente cuando llegué hasta ella.
– Y la gente alta debería ser un poco más considerada y darse cuenta donde pone sus inmensos pies –dice un poco irritada– Si que me dolió, ¡me aplastó justo en el uñero!
– ¿Puedes caminar? ¿O mejor pido un taxi?
– No, no, nada de eso. Ven conmigo –me agarró de la muñeca y me tiró con fuerza hacia el interior del set. Caminó tan rápido como si se le hubiera olvidado que alguien le acaba de pisar el uñero.
– ¿Qué haces? ¿Encontraste transporte? ¡Detente! ahí son las oficinas –traté de forcejear sin ganas y aun así no logré zafarme de su agarre, pinche Hulk.
– ¡Shhh! Solo ven.
Nos detuvimos frente a una puerta amarilla y Eleonor le dio tres golpes al metal. Después de dos minutos de silencio absoluto escuchamos unos pasos y luego el sonido del cerrojo abriéndose.
– ¿Qué se les ofrece? –dijo un hombre anciano adormilado. Y aun con la poca luz de la habitación pude ver que era la bodega de un conserje.
– Eh…discúlpenos, pensé que era la oficina del Sr. Hamilton –dijo Eleonor apenada.
– Sigan por este pasillo a la derecha, es la puerta amarilla del final –dijo y entró por las mismas, cerrando la puerta en nuestras caras.
– ¡Gracias! Y por favor, ¡discúlpenos! –gritó
Sentí como me agarró la muñeca de nuevo y me obligó a correr por el pasillo. ¿¡Sr. Hamilton!? ¿¡Qué!?
– ¿¡Sr. Hamilton!? ¿¡Estás mal de la cabeza!? –exclamé mientras la obligaba a parar, está vez con ganas– ¿Estamos hablando del mismo Sr. Hamilton? ¿¡El Sr. Hamilton, Hamilton!?
– ¡Sí! El Sr. Hamilton, Hamilton mandó a alguien a hablar conmigo hace poco para decirme que yo te dijera que él que quería hablar contigo cuando terminaran de grabar porque vio todo el esfuerzo que le pusiste a tu papel de extra que fue perfecto y mejor que el resto de extras mediocres y, bueno, esa última parte no dijo, pero ¡quiere hablar contigo!
– Pero…si solo corrí –no entendía por qué quería hablar conmigo <EL> director de la película, era absurdo.
– Solo estás en shock, ¡ven rápido!
Eleonor volvió a tocar tres veces, ahora a la puerta correcta. Escuchaba como si alguien estuviera levantándose de su escritorio, cerrando una carpeta y poniéndola en un estante, caminando por la habitación y acercándose hacia donde estaba parada, cada vez más y más hasta que el cerrojo se movió y mi corazón se detuvo.
– Buenas noches Sr. Hamilton, tenía informado que usted quería hablar con Alba Flores, la extra que corrió con más desesperación y rapidez que todos.
– Pensé que ya no iban a venir, pasen por favor –dijo mientras se dirigía rápidamente a su escritorio– Un gusto conocerte Alba.
Después de unos segundos sentí un codazo en mi costilla izquierda que me obligó a responder.
– El gusto es mío señor…Hamilton –dije, tratando de mantener la compostura.
– Mira, al final va a aparecer una escena en la que los noticieros entrevistan a las personas que presenciaron la pelea de los héroes y una de ellas dice cuatro líneas –hizo una pausa– la persona que iba a hacerlo tuvo que salir del país por algún problema legal hace como tres horas y mi director de casting enfermó –sacó algunas carpetas de un armario que estaba detrás de él– ¿quieres el papel?