Después del paseo con las chicas. Regresamos con Luci a casa, yo aproveché y me recosté en la silla frente a la piscina y cerré los ojos por un momento, la noche era tan hermosa, este clima tranquilo me daba una paz surrealista, sobre todo por el estar en casa después de tanto tiempo.
Miré hacia un lado, la casa de Gustavo estaba separada de la de mis padres solo por una hermosa y grande cerca de madera y se podía ver que también había una piscina y varias flores a lo largo del jardín que estaba iluminado por unos postes de luz plateados.
La casa era literalmente hermosa.
—¡Luci! – Escuché a Clara llamar desde el otro lado de la cerca y sonreí cuando vi a mi hermana salir corriendo de mi casa.
— ¡Hola Clari! —Respondió Luci, parándose frente a ella.
— Ya está hecha la torta por Papá, te esperamos. – dijo la niña y sonrió, saltando arriba y abajo.
— Ya voy, ¿Cami me acompañas a la casa de Clari? –Preguntó mi hermanita y yo asentí.
— ¿Tu Papi está en casa, Clari? – pregunté levantándome y ella asintió.
— Sí, acaba de salir de la ducha. – respondió sonriendo y yo asentí. — Es nuestro viernes de películas.—Ella agregó.
Sonreí cuando descubrí que eran muy buenas amigas, eso me recuerda mucho a mí y a las chicas.
— ¡bien, entonces, ya vamos!– Respondí tendiéndole la mano a Lucia y Clara corrió emocionada al interior de su casa.
Nosotras volvimos a entrar a nuestra casa.
— ¿puedo llevar el refresco del refrigerador, mamá? – preguntó Luci nada más llegar a la cocina.
— Está bien, hija, ¿Cami, tú la llevarás? – preguntó mi mamá y yo asentí, tomando el refresco de la mano de Lucia.
Cruzamos a la casa de Gustavo y Clara, y ellos ya estaban en la entrada de la casa esperándonos en la puerta.
— ¡Hola, buenas noches! – saludé con una sonrisa.
— ¡Hola! Buenas noches. – respondió Gustavo sonriéndome.
¿Qué era esa mirada? ¿Qué lindos ojos eran esos?
Está casado, Camila. Ya bájale a tus hormonas. Mi mente latía con fuerza. Pero es que es tan lindo y hermoso. Sus ojos son azules como los de Clara y aunque se nota que es joven y aún está en forma, el color semi gris de sus cabellos le da un aire muy seductor.
— ¿Cami vienes a ver Maléfica con nosotros? – preguntó Clara y yo hice un puchero.
— Oh, lo siento hermosa, pero no me puedo quedar. –murmuré sonrojándome mientras Gustavo me miraba.
Él giró la silla de ruedas, abrió más la puerta con un control y sonrió dulcemente.
— Anda, Cami, no te avergüences, si eres fans de las pelis de Disney. – refunfuñó mi hermanita, Lucia.
—Luci, yo no...
— Tú también estás invitada, Camila, te prometo que somos buenos chicos.— Gustavo murmuró con una sonrisa tan linda. Yo le sonreí, sonrojada y derrotada.
— ¡Está bien entonces! – Respondí y ellas celebraron.
—Vamos, niñas— Gustavo habló, y las niñas se subieron a la silla disfrutando del paseo mientras yo entraba y cerraba el portón usando el control. De lejos observé su conversación con las chicas y vi lo bien que se llevaba con ellas.
Su casa era muy amplia y parecía estar diseñada especialmente para que pudiera andar libremente.
Gustavo aceleró su silla mientras las chicas vitoreaban emocionadas. Cuando llegaron a la cocina, ambas saltaron de su regazo y corrieron hacia otro rincón de la casa mientras él abría la puerta del refrigerador con mucha suavidad.
—¿Tú bebes? – preguntó cerrando la puerta y yo lo negué.
— No, realmente.– Respondí y él se rio. — Eso sonó un poco a mentira, pero es cierto, no bebo mucho. A veces solo bebo una copa de vino en la noche después de cenar.
— Entiendo. Por cierto, ¿ya cenaste? —Volvió a preguntar y yo negué.— Genial, hice risotto con pollo, ¡a Clara le encanta! ¡Chicas, vamos a comer! – él las llamó y yo sonreí siguiéndolo.
La casa era muy bonita, vi que también estaban adaptadas varias cosas, por su estado.
La mesa estaba puesta y las niñas charlaban animadamente, jugando con dos vasos decorados.
— Clara lo hizo especialmente para Luci, ¿verdad hija? – preguntó Gustavo y yo sonreí al ver a las pequeñas abrazándose.
El vaso tenía el nombre de Lucía con unas frases dibujadas con lápices de colores.
— Sí, ella es mi mejor amiga. – dijo Clara con una enorme sonrisa en su rostro.
— Gracias, te quiero. – dijo Luci y Clari sonrió emocionada.
—Lávense las manos primero.– dijo Gustavo y ellas corrieron hacia el pasillo.
De pronto mis ojos se abrieron del susto cuando Gustavo se levantó solo de la silla de ruedas, con mucha facilidad y se sentó en la silla de la mesa.
— Eeemm… ¿Cómo hiciste eso?— Pregunté y Gustavo me miró.
—¡Ay Dios!, perdóname. Olvidé decirte que no estoy discapacitado. – dijo Gustavo con calma y mis ojos se abrieron de tal manera que casí olvidé parpadear.—Estoy bromeando, Camila. Por supuesto que estoy discapacitado, de hecho perdí el 80% de la fuerza en mis piernas. Puedo estar de pie por lo menos 3 segundos, pero es mucho esfuerzo, no puedo caminar.– él concluyó y yo me senté a su lado, totalmente avergonzada.