—¿Hablas en serio? – le pregunté a Gustavo y él se rio y asintió. Ya era de noche y Gustavo y yo estábamos hablando en el jardín. Uno de cada lado de la cerca.
— En serio, tengo dos tatuajes, uno aquí… – Me mostró la parte de atrás de su cabeza, que tenía un hermoso, ave fénix, y el símbolo del infinito con el nombre "Clara" en su muñeca.
— Qué lindo, yo no tengo el coraje de hacerme un tatuaje, tengo mucho miedo. – dije y él se rio.
—Podemos hacernos unos juntos, mi amigo es tatuador.– Murmuró y yo sonreí.
— Quién sabe… – respondí.
— Clara y Luci ya se han dormido...—él murmuró.
Hoy era noche de cine, Luci se fue a dormir a casa de Gustavo porque Clara estaba muy deprimida por la separación de sus padres, al parecer esa señora maldijo a Gustavo y se pelearon y se fue sin siquiera despedirse.
—Ella no te merece…– murmuré, pensando en voz alta y maldiciéndome mentalmente.
—Nos vamos a divorciar, pronto seremos solo Clara y yo. – Respondió de pronto y lo miré.
— Eso es maravilloso… – dije sin resistirme y él me dio esa sonrisa de reojo. ¿Cómo podía ser lindo con solo esa pequeña sonrisa?
Se estaba haciendo tarde, así que decidimos entrar, quise saltar esa valla y darle un abrazo pero me contuve.
Lo último que recuerdo haber pensado esa noche fue en cierta persona con ojos azules y una sonrisa galante.
(...)
— María, todavía no estoy lista – le grité a María.
Ella estaba aquí en casa como prometió ayer, pero estaba a punto de irse para preparar su casa para nuestra fiesta.
Julia no pudo venir por su trabajo, según ella tenía algunos casos pendientes por resolver.
—Intenta darte prisa, Gustavo te llevará…– Escuché su tono malicioso y me sonrojé.
María y yo nos quedamos hablando hasta que ella se fue, corrí al baño, me bañé velozmente y me fui a vestir.
Opté por ropa cómoda, un vestido celeste que me llegaba hasta la mitad de los muslos, unos zapatos planos blancos impecables y mi cabello debidamente peinado y rizado en las puntas. Usé maquillaje ligero, solo delineador de ojos muy oscuro y rímel del mismo color para resaltar mis ojos.
Levanté mi celular y vi una notificación de un mensaje que había llegado. Era Gustavo, sonreí, abrí la pestaña del chat y vi su mensaje.
>>"Hola Cami, María me dijo que te mandara un mensaje cuando estuviera listo."<<
Yo le respondí: "Ah Claro, yo también estoy lista, ya bajo" Se lo envié y pronto respondió.
>>"Está bien, la espero señorita. ;)"<<
Sonreí y me mordí el labio inferior, tomé mi bolso y me miré por última vez en el espejo.
Bajé las escaleras y sonreí cuando vi a Clara y a Luci jugando rompecabezas en el suelo mientras mamá y papá charlaban en el sofá. Besé la mejilla de mis padres y ellos sonrieron.
—Mira quién vino hoy, Cami.– dijo mamá sonriendo y Clara se sonrojó.
— Hola preciosa, ¿cómo estás? – Le pregunté y ella sonrió.
— ¿Estoy bien y tú? – preguntó y yo sonreí besando su mejilla y la de Luci.
—Genial, les compré gominolas para que coman después de cenar, ¿vale? – dije y ellas saltaron emocionadas.
—Después de cenar, señoritas.– dijo papá y ellas hicieron pucheros pero se rieron.
—Voy a casa de María, tal vez me quede allí, ¿hay algún problema? – les pregunté a mis padres con miedo.
Sí, estaba en casa de mis padres y me sentía como una adolescente pidiendo permiso para salir. Papá sonrió y asintió.
— Cami, ve, eres libre. – dijo papá y yo sonreí besando su frente.
—Entonces me voy... ¡Buenas noches y disfruten la película! –Saludé al salir.
Saqué mi celular y vi en el reflejo si me veía bonita. Abrí la puerta grande y caminé hacia la casa de mi vecino. Allí adelante estaba Gustavo, guapo como siempre. Vestía jeans negros, botas militares, una camiseta de vestir blanca que le llegaba hasta las muñecas y una chaqueta de cuero.
— Buenas noches… – murmuré, caminando hacia él.
— Buenas noches… te ves hermosa.– Dijo con esa mirada, mierda, ni siquiera estaba respirando.
—Gracias, tú te ves maravilloso.– respondí sin contenerme y él sonrió.
— Gracias... ¿Vamos? – preguntó y yo asentí.
Gustavo tenía una llave en la mano. ¿No deberíamos tomar un taxi?
— ¿Tomamos un taxi? – Le pregunté y él lo negó entre risas.
— Tengo auto, tuve que adaptarlo, pero sé conducirlo, no hay que tener miedo. – Dijo y yo lo negué.
— No tengo miedo, solo pensé que íbamos a tomar un taxi. – dije y él sonrió.
Presionó un botón que tenía en la llave. El auto desbloqueó la alarma y él me abrió la puerta del pasajero, me sonrojé de inmediato, sonreí y entré agradeciéndole.
Gustavo giró con su silla y presionó otro botón haciendo que descendiera una rampa y se subió al auto, se puso el cinturón de seguridad y me pidió que hiciera lo mismo.