Capítulo 12. El vestido
Así, habiendo resuelto con éxito las cuestiones y problemas desagradables que surgieron al comienzo de su difícil camino hacia un futuro feliz, Anna decidió gastar el dinero que recibió por aceptar interpretar el papel de la novia de Oleksio en un vestido nuevo. Ese dinero lo había negociado justamente, aparte de los treinta mil que podría obtener después de cumplir con las condiciones del contrato.
Por eso, dejando a Oleksio en casa y habiéndose puesto de acuerdo con él en encontrarse ya directamente antes de la fiesta, mañana alrededor de las dieciocho, decidió visitar una tienda de ropa y elegir un vestido de fiesta. Pues debía lucir maravillosa al lado de un hombre tan simpático. Y aunque desde el principio entre ellos hubo disputas, malentendidos e incluso una fuerte pelea, ahora la muchacha lo recordaba con cierta alegría divertida y con humor. Así es como puede ser la vida: entró en la casa asustada, justificándose de que no era una ladrona, y salió convertida en la chica de un hombre, quizá desconocido, pero muy atractivo.
En el centro de la ciudad se encontraba una boutique de lujo, cuyo umbral Anna antes temía siquiera pisar, porque allí los precios eran astronómicos; pero ahora, teniendo semejante suma, podía comprarse cualquier vestido, ya que sabía cuánto costaba la ropa en aquella tienda exclusiva.
La muchacha entró y miró alrededor: en numerosos maniquíes colgaban vestidos magníficos, aparte estaba la sección de trajes y pantalones, y en otro rincón — lencería y accesorios. Anna se quedó mirando un vestido negro muy bonito, de un largo moderado, con un escote bastante pronunciado… ¡y en el escote de Anna había qué mostrar!
De inmediato apareció frente a ella, evidentemente, una asesora de la tienda, que la observaba con escepticismo y lanzaba miradas al vestido, como si en su mente ya lo probara sobre la clienta.
— Me temo que el vestido no le quedará bien —dijo por fin, seca.
— ¿Y por qué no me quedaría bien? —se erizó Anna—. A mí me ha gustado mucho, yo lo compraría.
— En primer lugar, me parece que no tendrá suficiente dinero para comprarlo. Es de un diseñador famoso, Marcelini, y cuesta muy caro —la vendedora la midió de pies a cabeza con desdén, evaluando de inmediato lo barato de su sencilla blusa y falda, en la cual además aún se notaba una mancha de té, porque ni siquiera había terminado de secarse—. Y en segundo lugar, no le corresponde a su imagen. Ese vestido es para mujeres delgadas. Y usted… E-e-e… Se le ajustará demasiado y resaltará… E-e-e…
Anna se erizó aún más; parecía que en cualquier momento empezarían a crecerle espinas agudas alrededor...