Capítulo 18. La ex
Se acercaron al grupo de personas elegantemente vestidas que se encontraban junto a una mesa colocada directamente en el jardín. El otoño seguía siendo cálido, y resultaba agradable estar al aire libre incluso por la tarde.
Mientras tanto, los padres de Oleksio se acercaron a Anna y a Nora. La madre llevaba un elegante vestido beige, y el padre, un costoso traje negro. Al ver a Anna, ambos sonrieron al mismo tiempo.
—¡Anna! ¡Por fin has llegado! —la madre abrazó a la chica. Tampoco ella pareció darle demasiada importancia al peculiar vestido de Anna. Solo al principio, la muchacha notó un leve asombro en sus ojos. Pero, evidentemente, todos estaban acostumbrados al estilo extravagante de la abuela, y quizá pensaron que el vestido de Anna también formaba parte de esa misma idea. —¡Qué guapa estás!
—¡Amigos! —gritó de repente Nora con todas sus fuerzas—. ¡Les presento a la novia de nuestro Oleksa! ¡Por fin dejarán de murmurar por los rincones y podrán conocerla! ¡Y sabrán que lo de Oleksio es algo serio! ¡Ahora sí podré retirarme tranquila! ¡Miren qué belleza! ¡Se llama Anna! ¡Oleksa, luego nos contarás cómo se conocieron!
Anna casi se desmayó en el sitio al oír eso, mientras que Oleksa, detrás de ella, puso los ojos en blanco. Pero se acercó y se detuvo junto a la chica. Sin embargo, no dijo nada.
Los invitados sonrieron, comenzaron a acercarse, algunos cuchicheaban entre ellos —seguramente comentando la ropa de Anna—, pero en general ella veía sonrisas y escuchaba cumplidos. Varios se presentaron y le estrecharon la mano.
Luego, Nora invitó a todos a sentarse a la mesa de fiesta. Ella se colocó en la cabecera, y la celebración de su cumpleaños comenzó. Desde una gran bocina sonaba música suave y agradable, los camareros que atendían el cóctel traían nuevos platos y bebidas, todos brindaban por Nora, deseándole salud y muchos años de vida feliz. Ella bromeaba, reía, hacía tintinear sus pulseras. El extravagante sombrero colgaba del respaldo de su silla, y debajo de él se descubría un magnífico peinado con mechones rosados y azules. Todo encajaba perfectamente con su imagen de mujer excéntrica.
Anna no pudo evitar admirar la naturalidad, la alegría y la libertad con la que se comportaba la abuela de Oleksio. ¡Ojalá pudiera ser así también! Siempre segura de sí misma, sin prestar atención a las burlas ni a los comentarios maliciosos, incluso a los más dolorosos. Porque, aunque trataba de mantener la compostura, aún le dolían las palabras con las que Oleksio la había recibido en la entrada.
En la larga mesa colocaron a Anna al lado de Oleksa. Ella empezaba a sentirse más cómoda, a relajarse, incluso a reírse con los chistes de Nora. Pero de pronto… su mirada saltó hacia adelante sin querer.
Enfrente, al otro lado de la mesa, estaba sentada una chica. Hermosa, vestida con un elegante vestido rojo que resaltaba su figura perfecta. Tenía seguridad en cada gesto, un aire ligeramente altivo y unas joyas escandalosamente caras. Su cabello negro estaba recogido en un peinado impecable. Anna había visto chicas así solo en las fotos de las revistas de lujo. Incluso le pareció que ese rostro le resultaba vagamente familiar. A su lado se encontraba un joven, y parecía evidente que habían venido juntos a la fiesta.
Esa chica no apartaba la mirada de Anna; la observaba casi sin parpadear, y a veces su mirada era tan intensa que Anna sentía que su vestido empezaría a echar humo. En los ojos de la belleza se mezclaban el desprecio, la envidia, los celos y una furia contenida.
Anna dio un leve codazo a Oleksa por debajo de la mesa. Él aún no le había dicho una sola palabra desde que se habían sentado.
—¿No será tu ex? ¿Cómo se llamaba? Zoya, ¿verdad? —susurró con cuidado, sin atreverse a mirar directamente a la chica de enfrente, concentrándose en cortar un trocito de carne en su plato.
El rostro de Oleksio cambió al instante. Si antes incluso sonreía y hablaba con el invitado que tenía al lado, ahora se quedó como petrificado. Pero logró responder:
—Sí. Es Zoya.