Amor sin instrucciones

Capítulo 19. Zoya

Capítulo 19. Zoya

—¡Vaya! Tiene una mirada tan afilada y malvada, como si ahora mismo fuera a atravesarme con ella —susurró Anna—. Pensé que solo en las telenovelas se podía mirar así… ¿La trajiste aquí a propósito para que tuviera celos? Da la impresión de que ustedes dos no han terminado del todo. Está furiosa.

Zoya, como si hubiera escuchado a la chica, se inclinó hacia adelante, apoyó los codos en la mesa y, con fingida amabilidad, sonrió. Alzó la voz para que Anna la oyera, aunque hablaba dirigiéndose a Oleksio:

—Hola, Oleksio. Te ves estupendo. Y hola a… e-e-e… —hizo como si hubiera olvidado el nombre—. ¿Cómo se llama tu… e-e-e… novia?

—Anna —respondió Anna con calma, aunque dentro de ella comenzaba a hervir una ola de irritación.

—Hmm. Encantada de conocerte —Zoya torció sus labios perfectamente pintados—. ¿Sabes? Tienes un… hmm… estilo muy divertido. ¡Ese vestido es algo! Yo jamás me atrevería a ponerme algo así en una reunión decente. Pero, bueno, quizá para personas con tus… —repasó con la mirada la figura de Anna— dimensiones, hasta resulta adecuado. Distrae la atención del exceso de peso. Deberías usar siempre colores tan llamativos, para ocultar la falta de figura.

Anna dejó lentamente el tenedor y el cuchillo sobre la mesa y sonrió. Entendió que se avecinaba un duelo verbal que debía afrontar con dignidad.

—Gracias por el consejo. Pero yo decido qué ponerme y cuándo. Sí, me gusta que me miren —respondió la chica, sintiendo que el fuego subía por dentro.

—Oh, créeme, querida, lo has conseguido —rió Zoya, mirando a los invitados en busca de aprobación—. Era imposible no notarte. Y si todos ya están acostumbrados a Nora y saben que ella es así, pues nos sorprendió ver junto a ella a otra… hmm… su joven copia. Sí, hoy has recibido mucha atención, pero la pregunta es: ¿de qué tipo? ¡Ja-ja-ja! —rió de forma teatral y ofensiva—. Oleksio, creo que solo puedo compadecerte. Algunos ya empiezan a dudar de tu buen juicio…

Anna ya iba a responder, pero esta vez fue Oleksio quien la sorprendió tomando la palabra.

—Zoya, basta… —empezó él, pero ella no lo dejó terminar.

—Vamos, Oleksio —continuó ella con fingida sinceridad—. Todos aquí vamos vestidos normalmente, y tu… hmm… acompañante —hizo una pausa y lanzó una mirada burlona a Anna— parece escapada de una fiesta infantil. Volantitos, brillitos, lentejuelas… Siempre te gustó la elegancia, ¿no es cierto? Me lo decías todo el tiempo.

—Sí, pero… —dijo él con voz corta, en la que ya se percibía fastidio.

—¡Y además! —insistió Zoya, interrumpiéndolo otra vez—. Siempre decías que no soportabas a las mujeres… bueno… —asintió con desprecio hacia Anna— con formas “excesivas”. Te burlabas de las que no sabían controlar sus kilos de más. ¿Y ahora? ¡Veo a una torpe gorda a tu lado! Y hasta me sorprende tu elección. Aunque tal vez ahora tengas gustos nuevos.

Anna no aguantó más.

—Por cierto, ¡sobre la torpe gorda! ¿Se supone que eso debería ofenderme? ¡Qué pena, fallaste! Me da completamente igual. Te falta imaginación, querida. Podrías haber usado “cerda”, “vaca”, “ballena”, “gorducha” o incluso “loro”. —Anna lanzó una mirada a Oleksio, notando que él se tensaba—. En mi vida he escuchado tantos de esos “halagos” que ya estoy acostumbrada. Quien insulta por el físico, se insulta a sí mismo. Normalmente, solo juzgan por la apariencia quienes están llenos de complejos. ¡Y tú, hermanita, parece que también los tienes! ¿Me envidias mis curvas?

Zoya sonrió con ferocidad, aceptando el desafío.

—No quiero discutir durante una celebración tan maravillosa. No hay con quién ni sobre qué. Pero sin duda eres la sorpresa de la noche. Nunca imaginé que Oleksio pudiera traer… a alguien como tú. En cuanto a mis curvas, me tienen más que satisfecha.

En la parte de la mesa donde estaban Anna y Oleksio, los invitados se quedaron en silencio, atentos al intercambio de golpes verbales. Oleksio dejó bruscamente su copa sobre la mesa y habló con voz fría pero firme:

—¡Basta, Zoya!

—¿Qué? —parpadeó ella, fingiendo sorpresa.

—He dicho, ¡basta! —se inclinó hacia adelante y la miró directamente a los ojos.

Zoya intentó sonreír, pero le salió una mueca torcida.

—Solo estaba bromeando…

—¡No! —la interrumpió él—. Estabas humillando a Anna. Y no voy a permitirlo.

Tomó la mano de Anna delante de todos los presentes y dijo:

—Anna es mi novia, y me gusta tal como es. Así que si quieres reírte, ríete de ti misma.

Zoya palideció, apartó la mirada y, encogiéndose de hombros con aire despreocupado, empezó a hablar de cualquier otra cosa con su acompañante.

Anna se quedó un instante sorprendida. No esperaba que Oleksio la defendiera tan abiertamente. Incluso estaba dispuesta a perdonarle las palabras de hoy sobre el loro…

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