Amor sin instrucciones

Capítulo 30. Dulzura para la novia

Capítulo 30. Dulzura para la novia

El flujo de pasajeros finalmente se agotó. Las puertas de vidrio dejaron de moverse y la sala de llegadas comenzó a vaciarse.
Anna dirigió la mirada hacia sus competidores. Hennadiy le decía algo con irritación a Zoya, y ella, poniendo los ojos en blanco, cruzó los brazos con gesto teatral. Yuriy y Olga tampoco parecían contentos, aunque mantenían la calma. Estaba claro que aquella “misión de reconocimiento” había sido un fracaso desde el principio. Sin conocer a la persona, era imposible identificarla.

—Bueno… —murmuró Oleksio, lo bastante bajo como para que sólo Anna lo oyera—. Como ves, la idea de “detectar” a alguien entre la multitud fue un fracaso para todos. Nadie encontró a nadie. Pero al menos vimos a los pasajeros. Grabé discretamente a todos los que salieron por esa puerta. Si hace falta, luego revisaremos el video...

—¡Pues qué más da que fuera inútil! —susurró Anna con entusiasmo, sintiendo una extraña satisfacción al ver que sus competidores también habían fracasado—. Tienen cara de haber chupado un limón. Especialmente Zoya. ¡Ay, cómo me gustaría dejarla en ridículo y ser los primeros en descubrir el nombre de ese agente, o lo que sea que sea!

Oleksio esbozó una sonrisa apenas perceptible.
—Ese espíritu competitivo te sienta bien —dijo, apretando un poco más su mano—. Pero nos están mirando. No te relajes, recuerdan que somos una pareja...

Tenía razón. Zoya, al notar que hablaban en voz baja, los miraba con su típica mirada penetrante. Si pudiera, les lanzaría rayos con los ojos.

Y justo en ese momento, como si hubiera salido de la nada, apareció una promotora con una camiseta roja brillante que decía “Prueba el Amor”. Lucía una sonrisa deslumbrante y sostenía una bandeja llena de bombones en forma de corazón.

—¡Felicitaciones a la feliz pareja! —canturreó, acercándoles la bandeja—. ¡Sólo por hoy! Nuestro nuevo chocolate “Amor” para los verdaderamente enamorados. ¡Prueben nuestro doble placer!

—Gracias, pero no… —empezó Anna, intentando retirar su mano de la de Oleksio con educación.

Pero él no se movió. En cambio, pasó su otro brazo alrededor de su cintura y la atrajo aún más cerca.
—Oh, qué detalle tan amable —dijo él a la promotora con una sonrisa encantadora—. Mi prometida simplemente adora el chocolate.

Oleksio tomó el bombón más grande, con doble relleno. La promotora chilló encantada:
—¡Qué caballero tan atento! ¡Invite a su dama!

Anna sintió cómo se le encendían las mejillas. Por alguna razón, se sintió avergonzada.
—¡Por supuesto! —murmuró Oleksio, y sus ojos brillaron con algo entre diversión y otra cosa indefinible.

Le acercó lentamente el bombón a los labios, y de pronto a Anna le pareció que el tiempo se detenía. Todo el ruido del aeropuerto, toda esa gente desapareció. Sólo quedaron los ojos de Oleksio, mirándola con atención y ternura, y aquel maldito bombón. Anna, invadida por una sensación extraña e inexplicable, pensó que no tenía otra opción. Si había que actuar, se actuaba.

Abrió apenas los labios y tomó el bombón con cuidado, intentando no rozar sus dedos. Pero, por supuesto, no lo consiguió. Los cálidos dedos de Oleksio rozaron sus labios por un instante. ¡Dios mío, fue como un rayo!

El chocolate resultó deliciosamente suave, con un relleno de avellanas.
—¿Y bien, amor? ¿Está rico? —la voz de Oleksio era baja, un poco ronca.

Anna, incapaz de hablar, sólo asintió, tratando de tragar aquella avalancha dulce y la oleada de vergüenza que la envolvía por completo.

—¡Perfecto! —exclamó la promotora—. ¡Aquí tienen su cupón de descuento! ¡Que tengan un lindo día, tortolitos!

Y se alejó en busca de su próxima “víctima”.

Quedaron en silencio. Oleksio aún tenía el brazo en la cintura de Anna, abrazándola, tan cerca que ella podía percibir el aroma sutil de su perfume.

—Bueno —murmuró al fin, con la voz temblorosa por las emociones—, creo que los convencimos de que entre nosotros… eh… hay algo. Creo que Zoya está a punto de explotar.

Oleksio soltó una breve risa, pero no la apartó.
—Fue… hmm… una jugada táctica —dijo, sin apartar la mirada de su rostro—. Había que demostrar que realmente somos pareja… y que realmente estamos enamorados.
—Vámonos de aquí —añadió de pronto, soltándola y poniéndose serio—. Nuestros competidores no averiguaron nada, y nosotros tenemos un plan.

Caminaron hacia la salida. Hennadiy y Zoya se quedaron en el aeropuerto, mientras Yuriy y Olga ya habían desaparecido.

—Lo hiciste muy bien —dijo de repente Oleksio cuando llegaron al estacionamiento—. Interpretaste a mi prometida a la perfección.

—Tú también… eh… estuviste bastante convincente como novio —murmuró Anna, todavía sintiendo el sabor del chocolate en los labios. Y el roce de sus dedos también...

Oleksio insistió en llevarla a casa, y Anna no discutió. El trayecto transcurrió en un silencio agradable, interrumpido sólo por la música suave del auto. Cada uno pensaba en lo suyo. En poco tiempo, ya estaban frente al edificio de Anna.

—Gracias por traerme —dijo ella, desabrochando el cinturón.
—Gracias a ti por la compañía, “prometida” —respondió él con calidez—. Y por seguirme el juego con el bombón sin resistirte —añadió, mirándola fijamente—. Me voy a casa a revisar la lista. Mantente en contacto.




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