Amor y guerra

Capítulo 6. Perdóname Elizabeth.

Nada hay en el mundo, ni hombre ni diablo ni cosa alguna, que sea para mí tan sospechoso como el amor, pues éste penetra en el alma más que cualquier otra cosa. Nada hay que ocupe y ate más al corazón que el amor. Por eso, cuando no dispone de armas para gobernarse, el alma se hunde, por el amor, en la más honda de las ruinas.

Umberto eco. El nombre de la rosa.

 

 Capítulo 6.

Perdóname Elizabeth.

 

(Escrito por: Alsl )

 

Maderin se encontraba en la entrada de ese lugar que le traía tan malos recuerdos, temblorosa y casi al borde del llanto, alzó la vista y leyó aquel cartel, como si fuera la primera vez que lo veía.

“Tycoon Rollercoaster”

 Lo leía una y otra vez, maldecía cada una de sus letras; sabía que debía ingresar, encontrar alguna pista. Tomó valor y caminando con firmeza decidió enfrentarse a su pesadilla.

 Sumergida en sus pensamientos, no visualizaba la realidad, atropellaba a quien se le pusiera enfrente, era como un espectro que deambulaba sin rumbo fijo en el recién abierto parque, debido a los hechos ocurridos, tuvieron que cerrar sus puertas unos días, además no había muchas personas que paseaban por allí, había mucho temor en la tranquila ciudad.

 Decidió ir juego por juego, puesto por puesto, buscando información, alguien debía haber visto algo, alguien debía recordar esos ojos, esos ojos de acero, que habían quedado incrustados en la memoria de la joven, esos ojos no se podían olvidar.

 Preguntaba por cámaras de seguridad cerca del lugar, pero todas las grabaciones ya las tenía la policía, no podía intervenir en el proceder de la justicia. Además, para su mala suerte, los trabajadores de allí aseguran que posiblemente las cámaras no habían podido grabar lo sucedido, había mucho tumulto de gente, aun así, posiblemente las grabaciones de la cabina de ingreso habían detectado a aquel hombre.

‹‹Ojalá tuviera acceso a esas grabaciones, ojalá pudiera tener más información sobre él. Cómo puede ser que nadie lo haya visto, que nadie recuerde esos ojos del demonio››, pensaba mientras caminaba.

 Recorrió el parque entero, intentando recordar algo, algo de lo sucedido, cuando de repente.

 ¡Puff! Un globo explotó, casi delante de su rostro, una niña lloraba por la pérdida de su ´preciado regalo.

Fue en ese entonces cuando divisó a un payaso y recordó, recordó que un payaso había estado a pocos pasos de su hermano, Hery estaba esperando recibir un globo con forma de jirafa, él amaba a los animales.

Sin dudarlo se dirigió a aquel sujeto, era un chico joven, un poco mayor que ella, con jocosa alegría, le otorgó un globo en forma de flor, ella con amabilidad lo recibió. Y le preguntó si había estado presente en el fatídico día, en donde un niño había perdido la vida.

Él con tristeza contestó que no había ido a trabajar ese día, estaba enfermo, por lo que tuvo que hacer reposo, se enteró días más tarde.

 Lastimaba mucho la muerte de un ser tan pequeño, tan inocente, una muerte tan injusta, tan dolorosa, con gran empatía en su voz, compadeció a su familia sin advertir que estaba compadeciendo a esa chica que tenía enfrente, la hermana de aquel niño, ella no quiso decirle, no quiso decir que era ella y su familia las que sufrían, fingió ser parte una reportera, del diario local.

  Maderin con frialdad profesional, siguió con su interrogatorio. Se sentaron en unas de las bancas mientras él relataba todo lo que sabía del caso, quienes eran sus compañeros y demás, él intentaba ser serio y concentrarse, pero no podía evitar perderse en los ojos color mar, tan profundos e intensos que era imposible esquivar su mirada, aun así había algo más, ocultaban un profundo dolor.

*****

Al mismo tiempo, pero en otra parte de la ciudad, un hombre lloraba por la muerte de un ser inocente, ya había matado antes, pero esta muerte le dolía más que ninguna otra. Maldecía a aquel hombre que había arruinado su felicidad, que le había arrebatado el amor de su Elizabeth,

-¡Puta enfermedad! -decía con gran enojo mientras intentaba encender su tabaco rubio.- Maldito Robert, acaso crees que tú la amaste más, ella se quedó conmigo, yo la vi padecer, tú solo eras momentáneo, algo que alivia su soledad, cuando yo me ausentaba, tú Robert, no eres más que un pobre payaso. -Replicaba mientras leía una y otra y otra vez esas cartas, esas malditas cartas.




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