La rutina del pueblo se tornaba más vibrante a medida que el mercado nocturno se acercaba. Flores de Abril, pequeña y tranquila, se convertía en un hervidero de luces, aromas y sonidos cuando los puestos comenzaban a abrirse al caer la tarde. Melisa, con una emoción renovada, decidió que era el momento perfecto para invitar a Lucas a una aventura que les permitiera experimentar el encanto del pueblo y, al mismo tiempo, explorar más de sus secretos.
“¿Qué tal si vamos al mercado nocturno esta noche?” le había escrito a Lucas por mensaje. “Prometo que habrá comida deliciosa, música, y quien sabe, quizás hasta alguna sorpresa.”
Lucas respondió casi inmediatamente, “¡Cuenta conmigo! ¿Podremos encontrar un agujero mágico como los de los cuentos? Estoy seguro de que este lugar guarda más que galletas y limonada.”
Con una sonrisa en su rostro, Melisa se preparó para la noche, eligiendo un vestido ligero que realzaba su figura mientras el viento fresco de la tarde lo animaba. Se sentía viva, llena de valor, como si el mundo le sonriera por primera vez.
Al llegar al mercado, las luces de colores decoraban los deliciosos puestos de comida, y el aire estaba impregnado de fragancias invocadoras: especias, dulces y alimentos a la parrilla. La música de una banda local llenaba el ambiente con ritmos alegres, animando a todos a bailar.
“¡Melisa, mira eso!” Lucas exclamó con entusiasmo, señalando un puesto que ofrecía globos de muchos colores. “Deberíamos conseguirnos uno para hacer de esta noche algo aún más especial.”
“¿No crees que esas cosas son solo para niños?” preguntó Melisa, riendo mientras él corría hacia el vendedor de globos, incapaz de resistir la magia del lugar. “¿Te imaginas que compramos un globo en forma de corazón?”
Lucas volvió con un globo rojo anudado a su muñeca y le guiñó un ojo. “Para mí, nunca se es demasiado mayor para disfrutar de un buen momento. Pero este corazón irá atado a nuestro próximo gran secreto.”
Su juego ligero rompía el hielo a cada instante. Juntos comenzaron a probar todas las delicias que el mercado ofrecía: tacos de pollo, arepas rellenas y o incluso churros con chocolate. Risas y melodías los rodeaban mientras charlaban sobre todo y nada a la vez, con un sentido de complicidad creciendo entre ellos.
Después de llenar sus estómagos, Lucas sugirió emprender un pequeño juego. “Vamos a sentirnos como en una búsqueda del tesoro. Cada uno elegirá un stand y tendremos que adivinar qué cosas vendemos según la descripción. El que se acerque más, gana.”
“Vale, ¡me parece un reto!”, aceptó Melisa con una sonrisa llena de picardía.
Así que se separaron, cada uno dirigiéndose a un rincón del bullicioso mercado. Melisa se acercó a un puesto que vendía artefactos de madera hechos a mano. La artesanía era exquisita, pero lo que más le intrigaba era el curioso vendedor, un hombre mayor que parecía guardar un sinfín de historias en su mirada.
“¡Hola, dama! ¿Buscas algo especial para llenar tu jardín?” preguntó el vendedor con una sonrisa pícara.
“Estoy aquí para una pequeña competencia, debo adivinar lo que tiene de particular cada artículo,” dijo Melisa, admirando algunas esculturas. “Pero si me cuenta un poco de su historia, puedo hacer una mejor elección.”
El hombre sonrió, como si hubiera sido invitado a contar su leyenda. “Estas piezas de madera están talladas a mano por quienes vivieron aquí hace muchos años. Cada figura encierra una historia de romance, aventuras y traiciones.”
Interesada, Melisa siguió hablando con el vendedor mientras él le contaba sobre un viejo jardín que había quedado en desuso, perteneciente a una pareja que había vivido una profunda historia de amor. Lo que comenzó como un jardín de ensueño se convirtió en un lugar sombrío tras una traición.
“Los secretos de un jardín pueden ser de vida o de muerte en las manos equivocadas,” dijo el vendedor de manera críptica, y Melisa sintió una pequeña ola de intriga y emoción.
“¡Melisa!”, llamó Lucas, interrumpiendo su cuento, con un globo de gran tamaño entre las manos. “¿Cuál es tu elección? Mi stand tiene pan de dulces; el desafío está en curso.”
“Creo que voy a escoger una escultura de un corazón tallado,” contestó, y se acercó a Lucas con una sonrisa. “¿Y tú?”
“Un pez dorado en miniatura que simboliza la riqueza en la vida,” respondió él, exhibiendo su compra. “Aunque posiblemente esté equivocado, el globo bien podría ser más valioso ahora.”
Ambos rieron, disfrutando del juego. Sin querer, habían atraído la atención de un par de niños que miraban los globos y las compraritas como si fueran un espectáculo. Viendo su entusiasmo, Melisa se agachó y les dijo que podrían elegir uno.
La sorpresa iluminó sus rostros cuando ella les dio un globo cada uno. “¡Gracias, señora!” exclamaron, corriendo felices entre risas. Lucas observó la escena con asombro, sintiendo que el corazón de Melisa brillaba con luz propia.
“Eres increíble, sabes,” le dijo cuando los niños se fueron, con la luz de la luna reflejándose en su mirada. “Siempre te he visto como una luchadora, pero anoche, me di cuenta de que eres también un espíritu generoso.”
“No todo es lucha,” Melisa respondió, un poco sonrojada por el cumplido. “También hay espacio para compartir felicidad y hacer pequeños milagros.”
Con un nuevo desafío propuesto, decidieron que debían comprar un artículo que, de alguna manera, simbolizara la noche. Después de un vistazo a varios stands, finalmente se detuvieron frente a uno que vendía hermosos amuletos hechos a mano.
“Déjame adivinar,” dijo Lucas mientras examinaba los collares. “¿Vas a elegir uno que tenga un corazón?”
“Quizás no,” respondió con picardía. “¿Qué tal esto?” Y levantó un colgante con un pequeño jardín en miniatura, con flores diminutas en su interior.
“Se ve magnífico,” comentó Lucas, admirando el colgante. “Aunque puede que todavía no supere al pez dorado.”
#1235 en Novela contemporánea
#366 en Joven Adulto
relaciones complejas, comedia y ficción, infidelidad con humor
Editado: 31.12.2025