Amores y Desamores: El Jardín de los Secretos

Capítulo 5: Revelaciones en la Oscuridad

La brisa de la mañana siguiente traía consigo el aroma fresco de la tierra húmeda y el canto melodioso de los pájaros, una sinfonía que renovaba la energía de Melisa. Se sentía diferente, como si la noche del mercado hubiera encendido una chispa de emoción y aventura en su interior. El amuleto que había comprado, el corazón con las flores del jardín, pendía de su cuello y la acompañaba como un recordatorio de la promesa de descubrimiento que había hecho junto a Lucas.

Aún intrigada por las historias del vendedor de antigüedades, Melisa decidió que era hora de investigar más a fondo el jardín de su abuela. El día anterior había sentido que su propio jardín era un reflejo de su vida, lleno de secretos guardados, y ya era tiempo de desenterrar lo que estaba escondido. Con una taza de café en mano, se dirigió al jardín, ansiosa por descubrir qué aventuras le aguardaban entre sus flores.

Al llegar, comenzó a catalogar qué plantas estaban más saludables, cuáles necesitaban atención y cuáles estaban ocultando historias. Mientras movía algunas macetas, un destello de luz llamó su atención entre la maleza, y al acercarse, encontró un pequeño cofre de madera, decorado con intrincadas tallas florales. Su corazón se aceleró. ¿Podría ser que dentro hubiera más secretos familiares?

Con un poco de esfuerzo, logró abrir el cofre y al mirar dentro, encontró viejas cartas, más fotografías y una caja de madera llena de joyas desgastadas. Una en particular, un anillo con una piedra verde suave, brillaba sutilmente, como si esperara ser redescubierto. Fue entonces cuando escuchó una voz detrás de ella.

“¿Qué has encontrado ahora?” Lucas apareció sorpresivamente, con una sonrisa curiosa.

“Oh, esto…” Melisa se giró y levantó las cartas como si fueran tesoros invaluables. “No puedo creer lo que acaba de salir a la luz. Parece que el jardín tiene aún más secretos por revelar.”

Lucas se agachó a su lado, su mirada llena de asombro. “Este lugar guarda más misterios de los que podríamos haber imaginado. ¿Qué dicen las cartas?”

Melisa comenzó a leer en voz alta, compartiendo detalles sobre la antigua relación de su abuela y un tal Alberto. Las cartas hablaban de amores prohibidos y encuentros clandestinos en su jardín, y ambas miradas se volvían cada vez más intensas, casi como si estuvieran viviendo la pasión a través de las palabras.

“Parece que el jardín de tu abuela está lleno de aventuras,” comentó Lucas, mientras se acomodaba a su lado. “Este lugar es como un portal a tiempos pasados. ¿Te imaginas si ahí se vivieron momentos importantes de amor?”

“Es fascinante, ¿no?” Melisa respondió, sintiendo una conexión más fuerte entre ellos. “Quizás los secretos de los que hablaba el vendedor no son solo del pasado. Tal vez aún podemos encontrar algo de romance en nuestras propias vidas…”

Lucas sonrió a medida que se adentraban en la historia, y podemos decir que la intensidad del momento los envolvía. Mientras hablaban, el ambiente a su alrededor comenzaba a cambiar; la luz del sol se había ocultado tras unas nubes, y un ligero viento empezó a soplar, trayendo consigo un aire de misterio.

“Deberíamos hacer una búsqueda de tesoros, como en los cuentos de hadas. Imagina: un corazón perdido, un amor olvidado,” sugirió Lucas con un tono juguetón. “Eso podría ser suficientemente emocionante como para avivar la vida romántica de este jardín.”

“¡Me parece una idea genial!” exclamó Melisa, mirándolo con emoción. “Podríamos recrear esas cartas, pero al revés. Escribir nuestras propias historias escondidas en el jardín, quizás marcar lugares especiales para los encuentros secretos que nunca tuvimos todavía.”

“Eso requiere un poco de osadía, ¿no crees?” preguntó Lucas, levantando una ceja con una risa insinuante. “Pero podría ser divertido.”

“Definitivamente lo es,” respondió Melisa, sintiendo cómo la energía entre ellos vibraba. “¿Qué tal si escribimos una carta y la escondemos juntos en el jardín? Podría ser nuestro primer paso hacia nuevas aventuras.”

Los ojos de Lucas brillaron con interés, y juntos comenzó a buscar una hoja para escribir. “Tengo un cuaderno perfecto en el coche. Déjame ir a buscarlo,” dijo mientras se dirigía a su vehículo.

Mientras esperaban, Melisa exploró el jardín una vez más, sintiendo cada rincón como parte de su propia historia. Pasaron unos minutos hasta que Lucas volvió a su lado con el cuaderno. “¿Listo para escribir?”

Ambos se sentaron en el jardín, rodeados de flores y el murmullo del viento. Melisa sintió un cosquilleo de excitación mientras comenzaban a escribir. Al principio, la tensión entre ellos era palpable, hasta que todo se volvió más ligero y divertido.

Después de unos minutos de silencio y risas en el aire, terminaron escribiendo sobre lo que deseaban que fuera su propio amor secreto. Hablaron de aventuras, risas, y de un amor que iba más allá de lo cotidiano. Ellos mismos sonrieron al leer sus palabras, sabiendo que estaban creando algo significativo.

Una vez que terminaron de escribir, decidieron enterrar la carta en el jardín cerca de un antiguo rosal, el lugar donde Melisa había encontrado el cofre. Justo al hacerlo, el cielo pareció iluminarse brevemente y luego se oscureció nuevamente, como si el mundo mismo estuviera respondiendo a su energía.

“Quizás hemos creado una nueva leyenda en este jardín,” dijo Lucas mientras cubrían la tierra.

“Definitivamente me gusta pensar que sí,” respondió Melisa, sintiendo el humor y la picardía en sus palabras. “¿Quién sabe qué tesoros florecerán de esta historia?”

De repente, un trueno lejano resonó en el aire, seguido de un pequeño chubasco de lluvia que comenzó a caer. Ambos rieron, contagiados por la energía que creaba el clima incipiente.

“Parece que la aventura nos viene a buscar. ¡Corramos!” Lucas declaró, tomando su mano con una sonrisa que la dejó sin aliento y forzándola a reír mientras corrían hacia la casa.




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