Andreas: Entre el amor y el orgullo

Lo que comienza de otra manera

Marisa siempre había creído que los primeros besos debían ser predecibles. Planeados. Como en las películas: el momento adecuado, la música perfecta, el ambiente correcto.

Con Andreas, todo fue diferente.

Él no se inclinó lentamente, no pidió permiso, no convirtió ese instante en algo excesivamente solemne. Simplemente la miró a los ojos, y ella supo que iba a suceder.

Y no retrocedió.

Sus labios eran cálidos, firmes, pero no exigentes. Como si le diera una elección: aceptarlo o rechazarlo.

Ella lo aceptó.

Sus dedos se aferraron a la tela de su camisa, como si quisieran retenerlo lo más cerca posible. Sus manos rozaron con delicadeza su rostro, y en ese instante, todo lo demás desapareció.

Olvidó lo que era dudar.

Olvidó lo que era temer.

Por primera vez en mucho tiempo, solo sintió.

Cuando se separaron, ambos respiraban con dificultad. Andreas deslizó los dedos por su mejilla, como si quisiera memorizar cada milímetro de su piel.

—¿Y ahora qué? —susurró ella.

—¿Quieres que esto cambie algo?

No supo qué responder.

Sentía que todo ya había cambiado.

A la mañana siguiente, Marisa despertó con una sensación de inquietud.

No porque se arrepintiera.

Sino porque, por primera vez en su vida, no sabía qué hacer a continuación.

Con Andreas, todo había sido fácil mientras podía mantenerlo a distancia. Pero ahora, esa distancia ya no existía.

¿Cambiaría él ahora? ¿Cambiaría ella?

¿Había sido solo un juego?

No lo sabía.

Pero estaba segura de una cosa: lo que comenzó esa noche ya no podía detenerse.




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