Marisa no soportaba la incertidumbre.
En su vida, todo siempre tenía límites claros, reglas, control. Sabía lo que haría mañana, la próxima semana, incluso el próximo mes.
Pero con Andreas todo era diferente.
Él era el caos que no podía domesticar.
Y esa noche, por primera vez, comprendió que ya no quería hacerlo.
Salieron juntos de la cafetería.
La ciudad nocturna respiraba vida: luces de escaparates, el suave rumor de los coches, la risa de los transeúntes.
Pero Marisa no veía nada de eso.
Solo a él.
—¿A dónde vamos? —preguntó cuando doblaron por una callejuela estrecha.
—A un lugar donde, por fin, dejarás de pensar.
Levantó una ceja con escepticismo.
—¿Y qué lugar es ese?
Se detuvo frente a un pequeño bar de luces tenues y música de jazz flotando en el aire.
—Vamos a descubrirlo.
Dudó, pero solo por un segundo.
Entraron.
El interior era pequeño, pero acogedor.
Las luces de las lámparas se reflejaban en las copas, el aire estaba impregnado de risas y un leve aroma a tabaco.
Andreas pidió dos cócteles.
—No soy muy fan del alcohol —comentó Marisa cuando él puso el vaso frente a ella.
—No se trata del alcohol —su mirada se detuvo en sus labios—. Se trata del sabor.
Tomó un sorbo.
Un ligero aroma a cítricos se mezcló con el sabor punzante de la ginebra.
—¿Y bien?
Sonrió levemente.
—Es… diferente.
Él se inclinó un poco más.
—Como tú y yo.
Marisa quiso responderle, pero en ese momento un saxofonista subió al escenario.
Las primeras notas de la melodía la hicieron contener el aliento.
—Es mi canción favorita —susurró.
Andreas extendió la mano.
—Entonces, baila conmigo.
—¿Aquí? —miró alrededor, insegura.
—Aquí.
Marisa no solía hacer ese tipo de cosas.
Pero esta vez se permitió no pensar.
Tomó su mano.
Bailaron entre desconocidos, como si solo existieran ellos dos.
Sus manos descansaban con suavidad en su cintura, sus dedos se deslizaban por sus hombros.
Él la miraba como si viera todo lo que ella había intentado ocultar durante tanto tiempo.
—¿Qué me estás haciendo, Andreas? —susurró.
—Lo mismo que tú me haces a mí.
Su corazón latía con fuerza.
Comprendió que había cruzado la línea.
Pero ahora no quería volver atrás.