Marisa caminaba por la calle, sujetando el teléfono con fuerza.
Su corazón latía más rápido de lo normal.
El encuentro con Luca había revuelto algo dentro de ella. No quería admitirlo, pero el pasado aún tenía poder sobre ella.
Le había dicho que entre ellos todo había terminado.
¿Pero era toda la verdad?
Cuando entró al apartamento de Andreas, él ya la esperaba.
— ¿Dónde estabas?
Su voz era tranquila, pero escondía algo más.
— Tenía cosas que hacer.
Él inclinó la cabeza, observándola con atención.
— ¿Qué cosas?
Marisa se quitó el abrigo, evitando su mirada.
— ¿Importa?
Él no respondió de inmediato.
Solo dio un paso hacia ella, obligándola a mirarlo a los ojos.
— Sí.
El corazón de Marisa se encogió.
No quería mentir.
Pero decir la verdad también daba miedo.
— Me encontré con Luca.
Silencio.
Luego, sus ojos se oscurecieron.
— ¿Qué?
— Me escribió. Quería hablar.
— ¿Y simplemente fuiste a verlo?
Su voz ya no era tranquila.
Ella apretó los puños.
— Andreas, no significa nada.
— ¿Nada? — Sonrió, pero su sonrisa era fría. — ¿Estás segura?
Marisa sintió cómo algo se rompía dentro de ella.
— ¿No confías en mí?
— ¿Confianza? — Andreas pasó la mano por su cabello, tratando de controlar sus emociones. — ¿Cómo se supone que confíe cuando vas a ver a otro sin decirme nada?
— Es el pasado, — respondió ella con firmeza.
— Y el pasado tiene la costumbre de volver, ¿no?
Sus miradas se encontraron.
En la de él, rabia y dolor.
En la de ella, el miedo a perder lo que estaban construyendo.
— Lo hice para cerrar esa historia, — dijo en voz baja.
— ¿Y estás segura de que está cerrada?
Quiso decir "sí".
Pero no pudo.
Y Andreas lo vio.
Él dio un paso atrás, y por un instante, en su mirada apareció la distancia.
— Ya veo.
Y eso fue suficiente para que ella sintiera frío por dentro.
Acababa de darse cuenta: entre ellos había aparecido una grieta.
Y si no lograban superarla, podría destruirlos.