Andreas: Entre el amor y el orgullo

Puertas que se abren

Marisa estaba de pie frente a la puerta, sin atreverse a llamar.

El viento agitaba su cabello, la noche traía el frío y su corazón latía tan fuerte que parecía resonar en el silencio.

Por fin había hecho su elección.

Pero ¿y si ya era demasiado tarde?
¿Y si al abrir esa puerta veía a alguien que no esperaba?

Apretó los dientes y cerró el puño.
Tenía que hacerlo.

Llamó.
Una vez.
Otra.

Silencio.

Su corazón se encogió.

Levantó la mano de nuevo, pero antes de que pudiera tocar por segunda vez, la puerta se abrió.

Frente a ella estaba Andreas.

Cansado, confundido.

Pero seguía siendo él.

—¿Marisa?

Su voz era suave.

Como su respuesta:

—¿Puedo entrar?

Él la miró largo rato.

Ella sabía que si en ese momento decía "no", todo acabaría.
Para siempre.

Pero dio un paso atrás y abrió la puerta un poco más.

—Entra.

Cruzó el umbral, sintiendo cómo la tensión en el aire le oprimía el pecho.

El apartamento estaba oscuro, solo la luz de la cocina iluminaba tenuemente la habitación.

—Pensé que no volvería a verte —dijo Andreas en voz baja, cruzando los brazos.

—Yo también lo pensé.

Él alzó una ceja, esperando una explicación.

Marisa inhaló hondo.

—Cometí un error.

—¿Cuál?

—Tuve miedo de elegir, miedo de perder a alguien.

Andreas esbozó una sonrisa amarga.

—¿Y al final los perdiste a todos?

Sintió un nudo en el pecho.

—Casi.

Él apartó la mirada.

—¿Por qué estás aquí, Marisa?

—Porque ahora sé lo que quiero.

La miró con intensidad.

—¿Y qué es?

Dio un paso adelante.

—A ti.

El silencio entre ellos se volvió insoportable.

Podía sentir cómo cada segundo la arrastraba hacia un abismo de incertidumbre.

Andreas no respondió de inmediato.
Solo la observó, como si midiera el peso de sus palabras.

—No sé si puedo volver a confiar en ti —dijo al fin.

Sus palabras dolieron.

Pero fueron honestas.

Marisa se acercó un poco más.

—No te pido que confíes en mí de inmediato. Solo dame la oportunidad de demostrártelo.

Sus ojos se encontraron.

Y esta vez, ella no apartó la mirada.

La tensión entre ellos alcanzó su punto máximo.

De repente, él avanzó un paso.

Sus labios estaban tan cerca…

Pero ¿podría perdonarla?
¿O su última esperanza se haría añicos?




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