Leo despertó sobresaltado en el medio de una profunda oscuridad, respirando pesadamente. Nuevamente había tenido una pesadilla, nuevamente lo había recibido todo.
El teléfono sonaba incesantemente. Todo a su alrededor parecía dar vueltas y el estridente sonido se sentía como si le estuvieran martillando la cabeza. Maldijo aquel malestar producto de una noche descontrolada y llena de excesos. Se dijo a si mismo que nunca volvería a tomar de aquella forma, sin embargo, sabía que al llegar el próximo fin de semana haría exactamente lo mismo, ahogar las penas en alcohol como un cobarde, porque tenía el valor necesario para enfrentarlas. Quiere ponerse de pie, y entonces noto que no había terminado la noche solo. A su lado se encontraba una joven y hermosa mujer de su edad, tal vez menos, tal vez mas, con la que había intentado llenar aquel vacío que sentía hacia años. Ni siquiera conocía su nombre. Suspiró resignado sabiendo que se había metido en problemas nuevamente y de mala gana, busco su teléfono tanteando el piso. Estaba dispuesto a hacerlo pedazos contra la pared para poder seguir durmiendo solo un poco mas, sin embargo noto la foto de su hermano mayor en la pantalla y se quedó estático. Lucio nunca llamaba. Tenía que tratarse de un asunto importante, lo que hizo que en una fracción de segundo la resaca, el dolor de cabeza y el sueño pasaran a segundo plano.
–Dame un minuto.– Dijo en tono frío. Se puso de pie sin tener el menor cuidado o consideración con su acompañante y salio de la habitación, dejándola removiéndose bajo las sabanas. –¿Que ocurre?–
–Buenas tardes hermanito. Se que tuviste una noche salvaje, pero no por eso tienes que olvidarte de los buenos modales que nuestra madre te inculcó. No eres un animal.–
–Lo lamento hermano.– Dice disculpándose falsamente. –Buenas... Lo que sea Lucio, perdemos con el formalismo barato, ¿Que es lo que necesitas?– volvió a preguntar esta vez más irritado.
–Tranquilo idiota, es un asunto serio, de lo contrario no te llamaría. Uno de mis ayudantes me aviso acerca de un encargo. Quieren bajar a una palomita y buscan a alguien para el trabajo.–
–¿Solo me llamas por eso? Te estas convirtiendo en una vieja chismosa hermano. Hace mucho que deje de ocuparme de ese tipo asuntos, así que no importa cuando haya en juego, no me interesa. Pero bueno, si quieres realizar el encargo y necesitas de mis hombres, están a tu disposición... ¿algo mas?–
–Deja de interrumpir Leo. ¡El tema no es el trabajo! el tema es quien es la palomita...– Pronto un mensaje llego al teléfono de Leo y al abrirlo lo entendió todo. Era ella, su Ángeles, su primer y único amor, la causante de la eterna agonía con la que luchaba cada día. Sintió como si un balde de agua helada le hubiera caído encima. Su corazón comenzó a latir rápidamente, tanto que casi parecía salirse de su pecho, por la impresión de volver a verla después de casi diez años y al mismo tiempo por saber que se encontraba en un grave peligro. Se quedo mudo por unos instantes, solo contemplando la foto abrumado. Los recuerdos de días pasados inundan tan repentinamente que lo ahogan, lo asfixian. A su lado fue realmente feliz, pero al mismo tiempo vivió sus días mas oscuros, por lo que también regresan los fantasmas, los miedos y los demonios.
–¿Ahora que dices? ¿te interesa la información?– Dice Lucio logrando que reaccione.
–En 20 minutos estoy en tu casa.– Logro articular, y luego colgó súbitamente el teléfono. Entro en la habitación y tomo algo de ropa para después ir directo al baño.
–¿Que ocurre amor?– sentencio la compañía que había abandonado desnuda sobre la cama. Se había olvidado de ella por completo. El tono meloso que utilizaba se le hizo sumamente desagradable y molesto, sobretodo cuando acababa de despertar con una noticia de aquel calibre. No tenia cabeza para siquiera fingir amabilidad.
–vístete y vete.– dijo con una expresión seria en el rostro, dejando desconcertada a la chica.
–Pe... pero Leo... yo...– Logro tartamudear.
–Por favor, vístete y vete. Tengo un asunto urgente que solucionar, y tengo que irme.– Ingreso en el cuarto de baño y pronto pudo escuchar el sonido del agua cayendo. La chica pensó que aquello solo se trataba de una escusa, que solo quería deshacerse de ella porque ya había obtenido lo que quería. Se sintió mal, despreciada, rechazada. Llevaba semanas, meses tras él, hasta que al fin logro que la notara, y ahora la trataba como basura. No dejaría las cosas así, no era de las que se rendían tan fácilmente. Salio de la cama, y camino con seguridad hasta el baño, dispuesta a utilizar todas sus armas para tenerlo a sus pies. Nada sería mas importante para él que pasar algunas horas mas con ella, o eso pensó... pero las cosas no resultaron como las esperaba. Al verla, lejos de encender la llama de la pasión y disfrutar de un intenso y apasionado encuentro digno de una reconciliación de telenovela, encendió la llama del odio. León no es de las personas a las que deseas ver enojadas. Pasa de cero a trescientos en un segundo, de ser el mas encantador chico con el que te puedas encontrar en el camino a ser el mismísimo diablo.
–¡Que te dije!– La sujeto por el cuello y golpeo rudamente su espalda de la frágil chica contra los fríos azulejos. –No quiero verte... no estoy de humor para soportar a nadie en este momento...–
–Como me gustan los hombres como tu...– dijo relamiéndose los labios mientras acariciaba sus brazos con sus delicadas manos. –rudos, fuertes, malos...–
–y tu no sabes cuanto me desagradan las mujeres que se comportan de esta forma.– Dijo soltando un suspiro, mientras la soltaba bruscamente. –Tienes tan poca dignidad y respeto por ti misma, que me das asco.– Dijo de forma ruda e hiriente, intentando que ella perdiera todo interés en él y que simplemente lo dejara solo con su huracanado mar de pensamientos. Cerro la llave del agua. La chica callo de rodillas al piso, mientras que él sin siquiera mirarla, tomo una toalla, y salio de la ducha secando su cabello, dejándola allí, completamente humillada.
Editado: 11.01.2020