El crujido casi imperceptible de la puerta al abrirse resonó en la burbuja de desesperación de Lluvia, un eco de la realidad que se negaba a desaparecer, infiltrándose en la burbuja estéril y silenciosa que la envolvía. Los pasos de Emiliano, pesados y urgentes, resonaron sobre el linóleo frío de la sala de la UCI, acercándose a su cama con una lentitud torturante, cada sonido un martillo en el pecho de Lluvia, marcando el compás de su propia angustia. Su silueta, recortada contra la luz tenue que se filtraba desde el pasillo, era la de un hombre roto, una sombra consumida por la angustia, una figura casi irreconocible. Su rostro, demacrado y cubierto por una barba incipiente de varios días que acentuaba sus facciones hundidas, reflejaba noches interminables de insomnio, de tormento, y una culpa palpable que lo carcomía desde dentro, desfigurando lo que alguna vez fue una determinación férrea. Sus ojos, antes llenos de una implacable y fría resolución y un fuego vengativo, ahora eran pozos oscuros de dolor y una desesperación casi insoportable, incapaces de esconder la tormenta que lo asolaba, las lágrimas no derramadas que lo quemaban por dentro.
—Amor —susurró, su voz áspera, quebrada, apenas un hilo de sonido que se rompió al final, ahogado por la emoción.
Se inclinó sobre ella, el aliento caliente y viciado a café rancio y preocupación, y tomó su mano con una delicadeza que contrastaba brutalmente con la fuerza y la brutalidad que habitualmente lo caracterizaban. La piel de Lluvia estaba fría, casi inerte, como la de una muñeca de porcelana, y la suya, caliente y temblorosa, una prueba tangible de la fiebre de angustia que lo consumía por dentro. La besó en la frente con una ternura que a Lluvia le pareció casi irreal, un consuelo inesperado y abrumador en medio de su propio caos, un recordatorio agridulce de un amor que había sido tan potente como destructivo. Su toque era un ancla, pero también una cadena que la ataba a un destino incierto.
Lluvia intentó hablar, de nuevo, desesperadamente. Sus labios se movieron, intentando formar palabras, preguntar por el tiempo transcurrido, por Rodrigo, por el destino de su mundo. Quería saber si lo que había hecho había tenido sentido. Pero el tubo que le perforaba la garganta le impedía cualquier palabra, cualquier sonido inteligible, reduciéndola a una prisionera de su propio cuerpo y de su impotencia. Emitió un leve gemido de frustración y desesperación, un suspiro entrecortado que se perdió en el aire, una protesta silenciosa contra su propia impotencia y la injusticia de su situación.
—Lo sé, mi amor. Lo sé. No te esfuerces. Por favor, no te esfuerces —dijo Emiliano, su mirada fija en ella, cargada de una mezcla desgarradora de amor, culpa y un tormento insoportable que le desfiguraba el rostro. La aprehensión en su rostro se intensificó, una sombra oscura cubriéndole los ojos, como si estuviera a punto de confesar un pecado capital, uno que lo perseguiría por siempre—. Hay algo... algo que tienes que saber. Los médicos... ellos me lo dijeron. No puedo... no puedo guardártelo. Es demasiado pesado. —Hizo una pausa, su voz entrecortada, como si cada sílaba fuera a romperlo, a desintegrarlo en mil pedazos. Sus ojos, ya irritados y enrojecidos por la falta de sueño, se llenaron de lágrimas que luchó con una desesperación casi infantil por contener, apretando los párpados con fuerza, intentando detener el torrente. El aire en sus pulmones se sentía denso, pesado, como si la verdad que iba a pronunciar lo estuviera ahogando—. Lluvia... estás embarazada.
La noticia, aunque Lluvia ya la sabía en la profundidad de su ser, la golpeó con una fuerza renovada, distinta, directa, como un impacto físico que le robó el aliento. No era la sorpresa lo que la abrumaba, sino la confirmación, la brutalidad de la verdad pronunciada en voz alta por la boca de Emiliano, que solidificaba lo que hasta entonces era una sensación, un presentimiento, una sospecha inconfesa. Un shock recorrió su cuerpo, mezclándose con una profunda confusión que la hizo tambalear al borde de la inconsciencia. ¿Cómo era posible? ¿Cómo, en medio de tanta oscuridad, tanta destrucción, tanta sangre derramada y miseria que habían sembrado en sus vidas y en la de otros, podía haber germinado una vida tan inocente, tan pura, tan ajena a todo, dentro de ella? Era una paradoja cruel, una vida en medio de la muerte. Un atisbo de esperanza, fugaz y aterradora como un relámpago en una noche tormentosa, se abrió paso en su corazón, teñido de un temor paralizante por lo que eso significaba, no solo para ella, sino para esa pequeña vida vulnerable, y para Emiliano, que ahora compartía el peso de esa verdad. Un hijo. Su hijo. El fruto de su amor retorcido y su venganza compartida, un amor que había sido tan potente como destructivo.
Lluvia vio cómo la mandíbula de Emiliano se tensaba, su rostro se contraía en una mueca de dolor que reflejaba la agonía de su alma. Sus manos, que aún sostenían las de ella, temblaban visiblemente. Él continuó, su voz apenas audible, un murmullo roto que se perdía en el zumbido constante y monótono de las máquinas.
—No solo eso, Lluvia. Hay... una complicación. Una muy grave. Los médicos... dicen que tu estado es tan crítico, mi amor... tan delicado... que es uno o el otro. No pueden salvar a los dos. No hay forma. Su cuerpo, en este momento, no puede sostener ambas vidas sin ceder. Tenemos que elegir, Lluvia. Tu vida... o la del bebé. —Su voz se quebró al final, una herida abierta, un lamento ahogado que llenó la habitación, una confesión de su desesperación. La última palabra fue casi inaudible, un suspiro de derrota, un gemido de dolor—. Me están pidiendo que decida, Lluvia. Me están presionando, mi amor. ¡Me dan un plazo, me dicen que cada minuto cuenta, que tu vida se agota! ¿Cómo puedo yo... cómo puedo decidir entre lo único que me importa en este mundo? ¡Dímelo! ¡Dímelo! ¡Dame una señal!
Su voz se elevó en un grito desesperado, una súplica silenciosa, sus manos apretando las de ella con una fuerza que le dolía, pero que ella, en su estado, apenas sintió, absorta en la magnitud de la elección.
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Editado: 10.07.2025