Cuando finalmente Adara y sus nietos volvieron a la casa, ya el sol se estaba poniendo y está de más decir que todos estaban bastante exhaustos. Por eso, cuando escucharon diferentes risas dentro de la casa, no pudieron evitar intercambiar miradas confundidas.
—No puede ser… ¡Es Gabriel Montalbán! —exclamó Heracleo una vez que entraron y vio al hombre. El niño ni corto ni perezoso salió corriendo en busca de un autógrafo de uno de sus jugadores favoritos de beisbol como todo buen fanático de los Cachorros de Chicago y de las Grandas Ligas.
—Tiene que ser una broma —musitó para sí misma Adrienna en cuanto vio a Gabriel e inmediatamente sintió deseos de salir corriendo.
Adara vio al hombre pálida y con ganas de tener un bate a la mano, no quería que ese chico estuviera en su casa.
— ¿Qué hace el Alfa de los Cachorros aquí? —inquirió con el ceño fruncido y los brazos cruzados Ares, notoriamente confundido a pesar de que, igual que Heracleo, él era un buen fanático de las MLB.
— ¡Ares, regresaron! —exclamó contenta Aleyda yendo a recibir a su novio, provocando en el proceso que Gabriel se fijara en los recién llegados y una amplia sonrisa se formara en su cara al ver a la Daghetti.
—Adrienna —dijo levantándose y generando que todos guardaran silencio para ver como el hombre caminaba hasta la aludida y la levantaba para abrazarla con fuerza.
— ¡Gabriel! ¿Qué haces aquí? —preguntó Adrienna riendo y correspondiendo con la misma fuerza el abrazo, sintiendo de inmediato la calidez propia del beisbolista.
—Te extrañaba —respondió haciendo un puchero sin soltar a la mujer, la cual rio al ver su cara—. Quería hablar contigo, no, corrección, necesitaba hablar contigo —pronunció inclinado levemente sin dejar de sonreír.
—Adrienna, ¿de dónde conoces a Gabriel Montalbán? —cuestionó perplejo Heracleo.
Los dos voltearon ante la pregunta y luego intercambiaron miradas entre ellos para después sonreír en una especie de secreto que solo ellos conocían.
—Pensaba que te lo había dejado claro la última vez —siseó Adara viendo amenazadoramente al hombre.
— ¡Señora Vranjes! —exclamó sobresaltado Gabriel al no haberse percatado antes de la presencia de la mujer, refugiándose por reflejo detrás de Adrienna al ver la clara promesa de dolor que le mandaban los ojos de la rubia.
—Abuela, calma —dijo Adrienna con expresión serena, pero sudando frío internamente pues desde hace tiempo que su abuela quería golpear (y MUY fuerte) a Gabriel.
— ¡Nada de calma! ¡¿Qué hace este hombre en mi casa y por qué quiere hablar contigo?! —rugió la rubia provocando que más de uno quisiera huir, entre ellos el aludido a los gritos.
—Señora Vranjes, creo que en su momento no lo hice por eso… lo siento —pronunció de pronto Gabriel serio, colocándose ahora en frente de Adrienna—. En su momento no me pude disculpar con usted, pero le puedo asegurar que nunca fue mi intención lastimar a Adrienna, ni mucho menos hacerla llorar y entiendo perfectamente que usted no me quiera aquí, pero… ya la dejé una vez y no planeo bajar la cabeza ante nadie por ella, ni siquiera ante usted.
Un tenso silencio se extendió por el salón luego de esas palabras, la mayoría estaban confundidos sin entender muy bien las palabras del beisbolista, el único que sentía algo aparte de confusión era Ares que con creciente ira veía la expresión en el rostro de su abuela y en el de Adrienna, quien había agachado la cabeza y una sonrisa triste había adornado su semblante. Sea lo que fuera, ese hombre por muy buen jugador que fuera, no podía traer nada bueno.
—Todavía no entiendo qué relación tienes o tuviste con Adriana —dijo Ares serio viendo con frialdad al hombre, recibiendo una mirada igual a cambio.
—Si ni siquiera puedes decir bien su nombre, no deberías involucrarte en lo relacionado con su bienestar —rebatió con seriedad mortal Gabriel viendo como sus palabras ocasionaban que Ares se tensara y que por lo mismo Aleyda tuviera que sujetar su brazo.
—Este hombre —dijo de pronto Adara captando la atención de todos— es el prometido de Adrienna.
—Ex prometido, para ser precisos —dijeron al mismo tiempo los aludidos para después verse sorprendidos y echarse a reír.
— ¿Estuviste comprometida? —interrogó incrédula Harmony, demostrándole hasta cierto punto lo poco que conocía a la mujer.
— ¿Hace cuánto? —preguntó a su vez Melody también bastante sorprendida.