Ante los ojos de los dioses

Epílogo

Se despertó en medio de la noche con una profunda inhalación, pero no le dio tiempo de pensarlo mucho cuando sintió automáticamente que un brazo duro como el hierro la apretaba contra un pecho igual de firme, y su alivio fue inmediato.

Retiró de su cara algunos mechones sueltos que se le habían adherido por lo caliente de la noche y fue recuperando paulatinamente el ritmo normal de su respiración. Inconscientemente puso una mano sobre el brazo que la rodeaba y sonrió feliz.

Todavía no se habían casado, pero Ares no tardó mucho en cambiar el anillo de promesa por uno de compromiso, aunque claro, esto fue una vez que los dos… bueno, a ella, le dejó de dar pánico lo que sentía por Ares.

Una pequeña risita escapó de su boca al recordar que el hombre casi se jalaba de los cabellos con el simple hecho de tener que esperar tanto para poder por fin casarse, hasta ella estaba comenzando a ponerse inquieta con la espera, pero fue una condición que sus madres, abuelas, padres, primos, amigos… pues, la mayoría de sus conocidos, puso. Sin embargo, tras la quinta vez que Ares le propuso fugarse a la Vegas y casarse allí, no podía negar que tuvo que pensarlo muchas veces para no ceder a la tentación.

Dentro de poco se cumpliría un año completo desde que todo eso había comenzado.

…Fue… algo tan brusco por decirlo de algún modo.

Se acomodo de mejor forma en el pecho de su prometido y suspiro al sentirlo con ella. En esos meses habían pasado varias cosas, la más relevante de todas fue la boda de Gabriel con Elizabeth y no fue sino hasta que dijeron el ‘sí, quiero’ que Ares dejó de gruñirle al beisbolista y Lisi dejó de asesinarla con la mirada. Esto último provocó que recordara las múltiples situaciones similares que habían pasado.

Uno de los motivos que hizo fácil hasta cierto punto comprender a Ares fue el que la mujer de su mejor amigo también le tenía recelo a ella pese a todo. Fue bastante cómico el ver como Ares y Elizabeth durante la recepción se juntaron y brindaron con copas de champán celebrando los obvios motivos. A ella le causó gracias, pero a Gabriel… no tanto.

—Cuando tienes esa sonrisa estas recordando alguna pelea mía con el cobarde ese —Una voz ronca en su oído la sacó de su ensoñación.

Lentamente se giró y vio como unos ojos soñolientos, pero fulgurantes le regresaba la mirada sintiendo inmediatamente el tan conocido confort y energía al que se había acostumbrado en los últimos meses, junto al posterior estado adormecido en el caía al verlo.

—El que lo vino a llamar cobarde —Se burló sintiendo la sonrisa de Ares contra su frente. Ares giró de forma que Adrienna quedara con medio cuerpo apoyado sobre el suyo, estiró una de sus brazos hasta doblarlo detrás de su nuca y luego clavo su mirada gris en su Adrienna.

—Así me cueste el orgullo, de alguien tuve que seguir el ejemplo —pronunció encogiéndose de hombros, luego paso una mano a lo largo de la espalda de Adrienna sintiendo como automáticamente su gatita se relajaba y apoyaba sus palmas sobre su pecho desnudo, para después colocar su mentón sobre estas—. ¿Pesadilla?

Durante los últimos dos meses Ares se había estado quedando de forma fija en su casa y nada podía estar saliendo mejor, como toda pareja tenían unas pequeñas peleas, pero cuando se daban cuentas de estas no podían evitar intercambiar sonrisas con alegría, algo raro, pero ellos se entendían. Y pese a la incredulidad de Laila cuando le preguntó cómo iban las “cosas” y ella respondió que nada había pasado todavía, no había existido ninguna otra situación extraordinaria.

… Salvo que Laila amenaza con internarla en un psiquiátrico con cada día que pasa y no hace uso del pedazo de griego que le había tocado, pero es que a pesar de que no negaba que habían tenido muchas ocasiones, muchas, en donde algo más pudo ocurrir, digamos que para ellos había cosas más importantes.

Si, es más, que se quedó impactada cuando Ares le dijo que en realidad nunca había tenido relaciones con Aleyda ni con ninguna otra mujer. Lo acusó de que le estaba tomando el pelo, pero el simplemente se encogió de hombros, sin poder ocultar por más que lo intentara el sonrojo que había inundado su cara, y le dijo que al haber sido criado por su abuela en un entorno familiar clásico, donde solo existía para ellos el “hilo rojo”, como una vez la había escuchado decir a ella, en realidad nunca se había plantado tener sexo con alguna chica pues sabía que no podría ser igual de ninguna forma, así que sencillamente no lo priorizo.

No negaba que había sentido una clase de impulso primitivo cuando escuchó eso y es que para qué negarlo, el enterarse de que el hombre que tenía por prometido, alguien que exudaba testosterona por todos los poros, sexi y que estaba para comérselo enterito sin acompañamiento alguno (mala junta con Laila), había esperado a la que sería la indicada, ella… y sino ya no lo iba a dejar escapar, para hacer algo tan importante la había emocionado.

Así que juntos esperaban al día de su boda que sería el mismo donde se habían conocido, tal vez una cursilería, pero eso no evitaba que amara más a Ares cuando se lo había propuesto, quien a pesar de todo en ningún momento lo había hecho sonar como algo sentimentaloide, por increíble que fuera de decir.

Salió de sus pensamientos al sentir una caricia en su cabeza y la mirada preocupada de Ares sobre ella.

—No, solamente me desperté. Supongo que hay malos hábitos que suelen permanecer…



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En el texto hay: viajes, amor, dolor

Editado: 09.04.2020

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