19 de agosto, 2011.
Craig Foster, escritor del próximo libro que lanzará la editorial en cuestión de semanas e íntimo amigo de mi jefe, Caleb Anderson, me muestra una sonrisa persuasiva, entretanto desliza un fino sobre frente a mí. No sé qué es, de modo que mi expresión es de total confusión y expectación al tomarlo. ¿Por qué, de entre todas las trabajadoras, Foster aparenta gustar de mí?
No es que me queje… bueno, sí, me estoy quejando.
A simple vista, él podría ser el hombre perfecto para cualquier mujer apasionada que disfrutase de sus mismas aficiones. Es bastante atractivo y su porte refinado y actitud cordial complementan el estereotipo de hombre afable y exitoso en el que lo he encasillado desde que nos conocimos. No figuraba en mi lista de posibles, pero era divertido y nuestras charlas siempre resultaban relajantes y agradables.
—¿Esto es…?
—Una invitación —respondió.
La curiosidad, como una bestia bravía, se apoderó de mí y no pude evitar abrir el pulcro papel que yacía en mis dedos. La sorpresa se asomó en mi rostro al ver el evento que señalaba: cumpleaños de Caleb Anderson. Mis ojos se elevaron hacia Craig y luego, nuevamente, se fijaron en el motivo de mi desconcierto.
—¿Cómo es que estoy invitada a una fiesta en honor al señor Anderson? —cuestioné—. Creí que no nos llevábamos bien.
—Él no te invita —corrigió—. Yo lo hago.
—¿Por qué? —repliqué—. Además, no podré ir, estaré ocupada ese día.
—No has leído la fecha.
—Sí, lo hice —mentí—. Por eso mismo, lo siento pero no me será posible asistir. Mi mamá y yo celebraremos el cumpleaños de papá.
—Sé que estás mintiendo, querida Mitch —se acercó, asomándose sobre mi escritorio—. Así que quiero pedírtelo de otra manera.
—¿Pedirme qué? —inquirí, con una voz más gélida de la que esperé.
—Que asistas —aclaró—. ¿Por qué no quieres ir? ¿Es por señor gruñón o, acaso, se trata de mí?
Uh, no te des tanta importancia.
—Es por lo que ya te he dicho, Foster —sigo su juego de los apellidos—. No estoy disponible y no me gustan este tipo de provocaciones. Te lo he explicado antes.
Lo observé rodar los ojos al tiempo que una mueca de irritación aparecía en su rostro.
—Está bien —masculló—. Pero, si no asistes al cumpleaños de la bestia conmigo, me dejarás invitarte luego a una cita.
—Lo pensaré —fue mi repuesta—. Tal vez me desocupe temprano y sí vaya al cumpleaños del jefe, sin embargo, no tengo deseos de ir contigo.
—No quiero follar —clareó—. No por ahora.
—¿Y después sí? —Enarqué una ceja—. Porque esa no es una mala proposición.
No tenía problemas en acostarme con Craig, de hecho, sería bastante agradable pasar un buen rato y que, de una vez por todas, dejara de rondar a mí alrededor como una fastidiosa mosca. A lo largo de toda mi vida conocí a chicas que se mostraban bastante reservadas con respecto a quién mantenían aquel tipo de relación, yo no. No soy una chica fácil, tampoco una muy complicada.
Si quiero algo, lo tomo y ya está. En cambio, viceversa no siempre resultaba admisible.
—Posiblemente…
La puerta de mi cubículo se abrió, ocasionando que Foster se alejase rápidamente y yo me tensase al ver el rostro imperturbable de mi jefe, junto a Electra Edwards, su nueva secretaria. La misma rutina, cada mes Caleb contrataba a una nueva asistente que no duraba más de unas escasas semanas. Debido a ello, no me codeaba con este tipo de empleadas que él acostumbraba a reemplazar continuamente.
Electra comenzó a trabajar la semana anterior, una pelirroja de ojos oscuros y carácter dócil. No le daba más de un mes para renunciar o ser despedida, pocos soportaban a mi impasible jefe. Un témpano de hielo es muchísimo menos frío que él, yo podía garantizarlo. Aún me es complicado asimilar que alguien como Craig pudiese relacionarse con Caleb; parecían polos tan opuestos como lo son el blanco y el negro.
—Disculpen la interrupción —se excusó mi superior—. Estaba buscándote, Craig. Necesito hablar contigo.
—¿Sobre qué?
—Confórmate con saber que es sobre tu libro —Craig se tensó, pude notarlo—. Entonces, si no están muy ocupados, quiero que hablemos ahora.
—Sí, él ya se iba —intervine al ver que el mencionado seguía medio pasmado—. Esfúmate, Craig, vamos.
Caleb me otorgó una última mirada antes de salir seguido por su amigo, quien parecía estar dentro de una especie de trance. Traté de ignorar la lástima que me produjo Foster en ese momento, quizá cancelen la publicación de su libro o puede que Caleb le riña; era obvio que cualquiera de las dos figuraba como una mala opción.