Antes de mi muerte

Capítulo 1. Cuando descubriste mi muerte

¿Han escuchado ese maldito dicho de que a cada persona le espera un alma gemela?, pues en mi caso resultó ser cierto…solo en una cosa, que ambos debíamos estar con quién se nos asignó.

Mis pasos desordenados, la respiración entrecortada y la nubosidad que me impedían orientarme me llevó al colapso. Escuchar un grito, sentir las manos en mi rostro y ese aliento helado chocando con mi.. Ver su cara, reconocer esos sangrientos ojos me hizo reaccionar. De un parpadeo lo aparte.

Creí que me había encontrado, que liberarlos, que liberarme del sufrimiento había sido en vano. Si tan solo hubiera muerto en vez de él. Algunos pasos me confundieron y tan solo verla me hizo derramar lágrimas.

Eras tú.

Me salvaste de mi misma llevando a tus amigos al mismo infierno que nos conllevo al genocidio. Indra, ese es su nombre. Aquel sujeto que carga la mirada de él me llevó a sentir un odio latente que perduró años.

Tan solo con catorce años entendí que solo querían protegerme… ¡¡¡hijos de la chingada!!! Solo me dijeron eso para hacer el trabajo.

No esperaba verme envuelta en situaciones riesgosas. Creí que esos días habían muerto. Mis pasos resuenan en cada kilómetro del edificio, estar atrapada en un tiempo donde no me reconocen es confortable. Suelto un suspiro antes de entrar y escuchar las quejas de cada día.

Indra alebresta ante una propuesta de Deidara, quien le recrimina su falta de tacto a zonas vulnerables. Entre millones de personas, entre el mar de sangre debías ser tú quien notará mi presencia.

— Hola—murmura.

Ahora entiendo que tú falta de palabras fue por timidez.

— ¡Hasta que apareces!

Suspira e ignoro las provocaciones. Solo esperan a que te equivoques para poder encerrarte. Sus miradas puestas en mi persona no ayudan a aligerar el ambiente. Elipsis menciona que hay hallazgo con varias bases de Rumpel. Ese cabrón consiguió lo que yo deseaba, crear el pánico entre las grandes naciones…espera, ¿acaso yo…?

Aparecer mi semblante captó la atención de Rinegan, el tercer líder y uno de los mayores conocedores de las artes oscuras. Anastasia cuestiona mi mirada a lo que mi respuesta les inquieta.

Se supone que esas voces ya no existen. Adofo caras pela y menciona que los movimientos de los lacayos de Rumpel se han vuelto constantes. Al parecer mi suposición fue cierta. Están capturando a niños para hacerlos a mi forma. Mis manos se enredan en la tela de mi blusa. Ese sonido del metal chocar con el suelo, el nauseabundo olor que desprendían las paredes. Demonios, debo regular mis emociones antes de hacer un caos.

— ¿Todo bien?

Mi mirada centrada en el suelo es dirigida a Deidara. Un ángel manchado por los errores de su familia. Asiento mostrando una sonrisa, la misma de siempre. Falsedad. Elipsis menciona que es todo, que al final del día deberemos entregar un reporte donde se muestra el hallazgo de nuevas bases antes de que complete su retorcido plan.

El rechinido de las sillas me marcaron. Antes de poder largarme una intensa mirada me hace parar. Tan indescreto, tan tierno que me hace retroceder.

— ¿Ocupas algo?

Verte sonrojar y buscar una ayuda que no existe me hace reír. Ver tu confundido rostro, él como quieres escapar ante una situación que tú provocaste. Me despido rogando que este día no sea el último.

¿Por qué no me equivoqué?

A mis dieciséis veo pasar cada decisión que me llevó a mi muerte. El llamado, tú llamado desesperado. Si tan solo ese día que nos quedamos solos, en un silencio incómodo, pero cargado de sentimiento hubiera tenido el valor de invitarte a patrullar este momento no fuera tan desgarrador.

Te conocí en mi niñez, en mi adolescencia llena de miedos y un odio que creció con cada ataque. No esperaba que a los quince me viera en un vestido blanco lleno de vida. Maldición, que mis lágrimas regresen aún no puedo perder.

La oscuridad me lleva al fondo de mi miseria. No quiero sentir tus manos, no deseo verte. Tu mirada apagada, el color que alguna vez fue mío. No te quiero Luna.

— ¿No crees que es mi momento?

Una bocanada de aire me hace levantar. Agita, con el pecho aliviado del dolor. Al querer levantarme siento esa misma opresión. No. Mis pasos resuenan en esa habitación, en esos largos pasillos que alguna vez fueron mi tormenta.

Los ruidos de fondo desaparecen. Antes de poder detenerla, antes de rogarle que se detenga el jalón me hace caer. Te veo sonriendo, mientras algo que no entiendo.

¿Qué has hecho?

¿Qué me has obligado a ser?

¡¡Luna!!

Soy arrastrada a tu recuerdo. Me he vuelto lo que tú eras. Las lágrimas y fuerza que alguna vez me hicieron levantar ahora son mis grilletes ante tu persona.

— Nos vemos.

No cierres la puerta.

Cierro los ojos, esperando que me encuentren. Que me liberes.

Adofo…¿puedes escucharme?

La última lágrima derrama a mi esposo, el ser que decidí que fuera mi alma. Si tan solo la magia no existiera podríamos estar juntos.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.