SKYLER Y JULIETTE A LOS OCHO AÑOS
Skyler era el niño delgado de rizos alborotados y la camiseta siempre arrugada, pero a él le gustaba así. Le recordaba a las bandas que su hermano mayor Craig escuchaba.
Juliette por otra parte, siempre se sentaba con la espalda recta como su madre le había enseñado. Su cabello estaba recogido en una coleta alta y decorado con un moño rosa. Su atuendo combinaba con ese moño y con el color de las flores favoritas de su abuela, el morado.
Skyler y Juliette eran los niños nuevos de la escuela, por lo tanto, no conocían a nadie y nadie los conocía a ellos. Ambos se sentaron al lado del otro sin saber que esa pequeña decisión sería lo que marcaría su vida entera para siempre.
Juliette estaba terminando un ejercicio de matemáticas cuando su borrador en forma de mariposa cayó y rebotó a los pies de Skyler. Él se inclinó, no tanto para entregárselo sino para echarle un vistazo a ese curioso borrador que era diferente a cualquiera que él hubiera usado antes.
— ¿Me lo das? Es mío —Juliette estiró su mano.
Skyler asintió y se lo colocó en la palma. —Es bonito.
Juliette abrió los ojos y sonrío levemente. —Mami me lo dio, siempre me regala borradores de mariposas —afirmó, aunque se sintió un poco avergonzada.
Juliette tenía ocho años pero ya había escuchado a su prima mayor de doce años conversar sobre chicos y citas, sobre cómo ser más “grande” y como dejar de ser tan infantil.
Skyler observó el borrador en la mano de Juliette y luego, buscó entre sus cosas el suyo. Uno blanco, con letras azules de la marca y se lo colocó en su escritorio. —Este es el mío.
Ella le sonrío. ¿Había algo de especial en mostrarle un borrador? No, no lo había pero para ambos sí. Quizás fue desde ese día que ambos comprendieron que Skyler y Juliette se entenderían de una forma que pocos lo harían.
Cuando la clase terminó, Skyler se acercó a Juliette. — ¿Vamos juntos a la otra clase?
Ella sintió por primera vez, un corazón acelerarse. En ese entonces fue de una manera tierna y dulce, tan pura como la risa de una niña y un niño, pero fue la primera vez y no sería la última.
— ¿Cómo te llamas? —le preguntó.
Skyler rascó su cabeza llena de rizos despeinados. —Skyler, ¿Y tú?
—Juliette —contestó.
Ambos se colocaron al lado del otro y caminaron hacia la siguiente clase. En ese momento ellos median lo mismo, así que cada vez que volteaban, sus ojos se encontraban sin ningún esfuerzo.
Juliette y Skyler siguieron avanzando juntos, no solo a la siguiente clase, sino por días, meses y años.
Hasta que la vida los hizo olvidarse de los borradores y las sonrisas tímidas, pues así como se entendían tan bien, Skyler y Juliette también eran buenos para algo más.
Odiarse.
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Editado: 22.07.2025