SKYLER Y JULIETTE, A LOS 9 AÑOS.
—Tu papá es genial —Skyler seguía asombrado por la colección de guitarras del padre de Juliette.
Juliette se encogió de hombros. Para ella no era nada nuevo ver la colección que su padre se había encargado de mostrársela desde que Juliette era una bebé. Quizás sus primeros sueños empezaron aquí, en el lugar donde su padre le habló de la música y de la vida que vivió como uno de los cantantes más famosos de su época.
A pesar que Oswald Berry conquistó los escenarios y muchos corazones a los veinte años, su éxito se basó únicamente en un par de canciones y antes que pudiera administrar mejor su dinero, Oswald Berry ya no era tan famoso como lo fue.
Sin embargo el padre de Juliette sigue siendo una referencia para la música. Solía mezclar ritmos con su guitarra eléctrica y su voz aguda cautivaba las estaciones de radio.
—Quiero aprender a tocar —Skyler afirmó, imaginándose tocando las cuerdas y produciendo un sonido parecido al de sus canciones favoritas.
—Yo puedo —Juliette le confesó.
¿Acaso había algo que Juliette no pudiera hacer? Eso es lo que pensó Skyler. Su amiga era una caja de sorpresas, no solo era buena en historia y matemáticas, también era buena en adivinar cuantas papas fritas le cabían en la boca a Skyler.
Y ahora resulta que su amiga también puede tocar.
— ¿Me enseñas? —preguntó Skyler, acercándose a ella.
Ambos estaban sentados en el suelo, sobre una alfombra marrón rodeados de guitarras y fotografías que enmarcaban los anuncios de los conciertos de Oswald Berry.
—Sí —respondió, acercándose más.
Las rodillas de ambos chicos se tocaron y ninguno se apartó. Juliette estaba acostumbrada estar cerca de Skyler y Skyler estaba acostumbrado a querer acercarse a Juliette.
La puerta se abrió y ambos elevaron la vista. — ¿Qué tal, Sky? ¿Te gusta?
Oswald Berry nunca llamaba a las personas por su nombre, siempre les encontraba un apodo. El de Skyler era Sky y el de Juliette estaba cargado de afecto, la llamaba princesa.
—Es impresionante señor Berry, quiero tocar guitarra como usted.
Oswald Berry siempre agradecía un cumplido y más de las nuevas generaciones. Se sentó enfrente de los dos niños, sabiendo que quizás sería un error pues ya no tiene las mismas rodillas que hace unas décadas y le tomará un poco de trabajo levantarse pero no le importaba. Era un hombre con alma joven.
— ¿Por qué no vienes después de la escuela? Te podría dar clases y gratis.
Los ojos de Skyler se iluminaron tanto que parecían el cielo de primavera. — ¿De verdad? ¡Gracias!
Oswald Berry río. —Con una condición, no me digas señor Berry, dime Oswald. No soy tan viejo, ¿verdad?
Skyler soltó una carcajada y Juliette rodó los ojos. Ella no cree que su padre es un anciano pero no es el hombre más joven del mundo, sin embargo, estaba feliz pues su amigo parecía feliz y Juliette siempre ha pensado que si alguien te hace feliz, debería ser feliz.
Skyler volteó hacia Juliette y le sonrió. — ¿Y si hacemos una banda?
Ella no pudo evitar soltar una carcajada. — ¿Una banda con dos personas?
Oswald Berry aplaudió dos veces. —Esa es una gran idea, ¿Sabes, Sky? Mi princesa puede cantar, lo heredó de mí.
Skyler abrió los ojos y supo que sin duda, no hay nada que Juliette no pueda hacer. — ¿Puedes?
—No sé —respondió Juliette, tímidamente viendo hacia sus zapatillas brillantes.
— ¿Tu puedes cantar? —Oswald Berry le preguntó a Skyler.
Oswald Berry no solo era bueno creando música sino encontrando a los creadores. En ese entonces el sueño de crear una empresa para producir música estaba floreciendo en su corazón y sabía que la primera persona que llamaría a la cabina de grabación debía ser, sí o sí, su hija.
Sin embargo, había algo en el amigo de su pequeña. Skyler tenía un “no sé qué” algo que sin duda olía a talento, a eso que solo los artistas pueden llevar en su sangre.
El chico estaba interesado en tocar la guitarra pero, ¿Y si había algo más en él? Oswald Berry sabía que él era la persona indicada para encontrarlo.
—No lo sé —contestó Skyler.
Juliette lo miró intrigada. Sin duda sabía que ella podía cantar, al menos su familia siempre le aplaudía cuando interpretaba una canción navideña luego de la insistencia de su padre.
— ¿Por qué no hacemos una audición? —Oswald Berry se movió para acercarse a su hija—. Vamos Sky, canta lo que tú quieras, incluso el himno nacional si eres patriótico.
Skyler no quería admitir que no se sabía el himno completamente así que prefirió irse por una canción clásica, de esas que su madre escuchaba con volumen bajo en su habitación.
Skyler respiro profundo y aunque dudaba sí tenía lo necesario, se recordó a si mismo que después de todo solo estaba su amiga y el padre de su amiga. Abrió la boca y dejó que las primeras notas salieran de sus cuerdas vocales.
Oswald asintió inmediatamente, dándose una palmadita imaginaria y felicitándose por su buen ojo al buscar el talento. Lo había encontrado, Skyler era un chico con una buena voz y aunque parecía tener ese tono agudo como todos los niños antes que se les engruese la voz, presentía que solo se le transformaría en algo mejor que ahora.
—Listo —anunció Skyler como el final.
Juliette levantó las rodillas y abrazó sus piernas. —Cantas bien, Skyler.
“No mejor que tú, seguramente” pensó el chico.
—Hago lo que puedo —repitió una frase que escuchó en una película.
Juliette sonrío y se le formó un hoyuelo, uno que Skyler había estado memorizando cada vez que la niña sonreía.
—Vaya, vaya, tengo a las futuras estrellas de la música frente a mi —Oswald levantó las palmas para que ambos las chocaran—. Está hecho, vamos a trabajar en tus clases de guitarra y ya veremos que les tiene preparado el futuro.
Resulta que el futuro sí tenía espacio para la cima, pero no para ambos. Fue Juliette quien la alcanzó primero, dejando a Skyler abajo, pues él se convertiría en una de las razones por las que casi lo pierden todo.
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Editado: 23.09.2025