JULIETTE
—Skyler, esta canción es mía también, ¿lo olvidas? —entorno los ojos.
Él niega sin detenerse. —No lo hagas. Usa otra de las miles que tienes, ¿Por qué tiene que ser esa?
Miro al frente. Siento mi cabello húmedo contra mi camiseta, humedeciéndola, pero no lo retiro. Tengo mayores problemas, como Skyler peleando por una canción que compusimos a medias cuando éramos adolescentes.
— ¿Por qué estas exagerando? ¿Vas a pelear sobre todo lo que hago? —reclamo.
Skyler mira hacia arriba y cierra los ojos, respirando profundo. —Me vas a volver loco, Juliette. No lo entiendes, ¿verdad?
Levanto las manos sosteniendo la guitarra con los codos. — ¿Qué esperas de mí? Estás actuando irracionalmente.
Bufa. — ¿Yo? ¿De verdad?
Me encojo de hombros.
Skyler se mueve hacia el frente con unos pasos, deja sus manos sobre la cadera y mira al frente, hacia el mar. Supongo que si el mar pudiera hablar, contaría historias de dos chicos que caminaban descalzos y se reían se parar.
Ahora, esos dos chicos ya no están y el mar debe preguntarse si somos nosotros, pero si es así, ¿dónde están las risas y porque solo hay peleas entre ellos?
Skyler gira y extiende una mano hacia mí. —Dame la guitarra.
No sé porque pero lo primero que pienso es que la va a tirar al mar pero no creo que haga eso. Skyler puede ser malo, cruel quizás, pero si hay algo que él ama sin condiciones es la música y todo lo que está relacionado con ella.
— ¿Para qué? —pregunto.
Mira la guitarra y por medio segundo, quizás menos, luce como un antiguo mejor amigo que conocí en otra vida. —Solo quiero tocar esa canción.
Veo su mano, veo sus ojos y veo mi guitarra. No sé porque pero no quiero que haga eso. No quiero que sus dedos vuelvan a tocarla, que sea él dejando que las notas nos regresen al pasado pues ya no existe ese lugar. Ese pasado, está en el olvido.
—Juliette —pide, con la voz suave, como un murmullo.
Hay momentos en la vida que parecen los más ordinarios, pero internamente, sabes que no lo son. Que esos momentos cambiaran la trayectoria de tu camino y que si cedes, si lo permites, no hay vuelta atrás.
Es demasiado tarde para que esto ocurra de nuevo.
Pero porque estoy un poco tonta, levanto la guitarra y se la entrego. Y como un momento trascendental, nuestros dedos se tocan apenas. Fue un contacto tan diminuto como un grano de arena pero los ojos de Skyler moviéndose a los míos inmediatamente me confiesan que ese grano de arena también le pasó toneladas.
Obviamente no es la primera vez que nos hemos tocado luego de mucho tiempo. Cuando peleamos por el control remoto lo hicimos pero este contacto es diferente, no está buscando lastimar, está abierto a las posibilidades.
¿Qué digo? No hay posibilidad de nada.
—Gracias —dice.
Se mueve a la silla de madera a un lado de donde estoy, aunque gracias al cielo, hay distancia de varios centímetros. Skyler se acomoda la guitarra apoyándola en sus muslos, acomodando el ángulo de los brazos.
Desvío la mirada. Esa imagen fue una que vi muchas veces cuando éramos jóvenes, una donde Skyler se esforzaba por tocar las notas de la manera correcta y sonreía hacia mi cuando lo lograba.
Toca los primeros acordes y mi corazón se manifiesta fuera de mi control. Es verdad cuando dicen que la música es una máquina del tiempo, una en la que a veces entras involuntariamente.
Skyler empieza con murmuras, luego las palabras son claras: “Desearía que no fueras tú, desearía que pudiera huir, tengo que pretender, que no eres la gasolina en este incendio”
—Así no era —interrumpo.
Sigue tocando pero me mira. — ¿Qué?
—Así no era —afirmo—. La canción que… nunca terminamos.
Eleva una ceja. — ¿No? Entonces, ¿Cómo iba? —toca otra vez las notas.
¿Espera que cante? Parece que sí, por la manera en que me está viendo.
A pesar que llevo ropa holgada siento como si alguien estuviera comprimiendo mi pecho. No sé que estoy haciendo, no sé qué estamos haciendo.
Cierro los ojos y me enfoco en las notas, abro la boca y las palabras salen como memoria automática. —Desearía que no fueras tú, desearía que pudiera huir, que me vieras y me dijeras, si eres más que un sueño de medianoche.
Deja de tocar, dejo de cantar. Las palabras quedan flotando en el aire y si fuera una película animada, las veríamos subir hasta el cielo para adornar este momento lleno de preguntas, que ambos no estamos respondiendo.
— ¿Por qué Skyler? —lo hago primero—. ¿Por qué nunca me buscaste?
Abre los ojos y solo quiero enterrar la cara en la arena.
Me levanto, negando. —Olvídalo, no importa... usa la guitarra si quieres, voy a hacer otras cosas.
Me muevo rápidamente pero no lo suficiente pues escucho los pasos primero y luego siento una mano tomando mi muñeca.
—Juliette, espera —pide.
No debo hacer esto. No importa porque no me buscó, no importa nada. Skyler me lastimó y me hizo daño, nos hizo daño. Mucho daño.
Pero, lo he extrañado y ver su rostro me hace querer golpearlo y gritarle pero también enterrar mi rostro entre su cuello como solía hacerlo cuando estaba triste y solo él con sus brazos podía ayudarme.
No somos esos chicos, ya no más. Tengo que recordarlo, tengo que entenderlo. Tengo que aceptarlo.
— ¿Qué quieres? —me volteo, preguntando con molestia.
Mira mis ojos. —Por favor, hablemos.
Resoplo, aunque mi cuerpo me está traicionando pues como un magneto, quiero acercarme. ¿Para golpearlo? ¿Para atraerlo a mí?
— ¿Sobre qué? —quiero mantener la fachada de rudeza pero mi voz suena cansada, un cansancio que ha durado años.
Exhala. —No lo sé, solo sé que deberíamos hablar. Tengo… yo…
Pero el momento es interrumpido cuando escuchamos alguien llamar a la puerta. Ambos fruncimos el ceño pues cada vez que Sandy ha venido suele avisar antes.
—Tal vez es alguien ofreciendo algo —sugiere Skyler aunque ya no hay de ese tipo de personas últimamente.
#3172 en Novela romántica
#802 en Novela contemporánea
enemies to lovers, relacion falsa, segundas oportunidades drama
Editado: 22.07.2025